Acostumbrados
a los días, hechos
a su
oscuro aposento palmo a palmo,
¿a qué
nos viene ahora
este
momento? Quién iba a esperarlo
y
menos hoy, aún lunes y tan lejos
de la
flor del jornal. Y, sin embargo,
más
que otras veces ahora es tan sencillo
hacer
amigos. Basta un gesto llano
y esta
región inmensa y sin conquista
que es
el hombre, hela: nuestra. Tras tanto
concierto
de cuartel, he aquí la música
del
corazón por un momento. Algo
luce
tan de repente que nos ciega,
pero
sentimos que no luce en vano.
Acostumbrados
a los días, como
a la
respiración, suena tan claro
este
momento en nuestra sorda vida
que,
¿qué hay que hacer, si aún están los labios
sucios
para besar, si aún están fríos
nuestros
brazos?
¿Dónde,
dónde hay que ir? ¿Fuera de casa
o
aquí, aquí, techo abajo?
Ahora
ya o todo o nada. De mí, de estos
amigos,
de esta luz que no da abasto
para
tanto vivir, de nuestros días
idos,
de nuestro tiempo acribillado,
hay
que sacar la huella, aunque sea un trazo
tan
sólo, un manchón lóbrego
de
sombrío pulgar, aunque sea al cabo
por un
momento, éste de ahora, y nadie
jamás
sea su amo
mientras,
luz en la luz, se nos va. Y vuelve,
vuelve
lo acostumbrado.
Claudio
Rodríguez
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