David C. Reardon, Ph.D.
En los años anteriores a la
legalización del aborto, se creía que el aborto podía justificarse por motivos
“terapéuticos”, entre los que el riesgo de suicidio justificaría la necesidad
de un aborto. Sin embargo, tras muchos años de aborto legal, la realidad ha
demostrado ser bien distinta. Todos los estudios sobre este tema muestran que,
por el contrario, es el dar a luz lo que disminuye dramáticamente la tasa de
suicidios en comparación, incluso, con mujeres no embarazadas. Actualmente
algunos psiquiatras consideran que el
embarazo cumple una función de protección psicológica. La presencia de otra
persona por la que vivir parece reducir el impulso suicida de una mujer con
trastorno psicológico o depresión grave.1
A diferencia del embarazo,
que debilita los impulsos suicidas, hay pruebas significativas de que el aborto
aumenta dramáticamente el riesgo de suicidio. Según un estudio de 1986 de
investigadores de la Universidad de Minnesota, una adolescente tiene 10 veces
más probabilidad de cometer suicidio si ha realizado un aborto en los últimos
seis meses que una joven comparable que no lo haya practicado.2 Otros estudios
han hallado una correlación estadística similar entre adultos. Por tanto, los
datos actuales indican que el aborto es mucho más peligroso para la salud
mental de la mujer que el embarazo y el parto.
Esta correlación entre
aborto y suicidio es bien conocida por los profesionales que tratan a personas
suicidas. Por ejemplo, Meta Uchtman, directora del grupo de Cincinnati de
Suicidas Anónimos informó de que su grupo trabajó con 4000 mujeres durante un
periodo de 35 meses. De ellas, 1800 o más habían abortado, 1400 de las cuales
tenían edades entre 15 y 24 años, el grupo de edad de mayor aumento de
suicidios de EE.UU.
A veces un intento de suicidio
post-aborto es un acto impulsivo de desesperación. Susan escribe: “Dos días
después de mi aborto, escribí una carta e despedida a mis padres y a mi novio.
No podía imaginarme cómo iba a poder seguir viviendo con la conciencia de lo
que había hecho. ¡Había matado a mi propio bebé! Bajé al sótano y me puse a
manejar la pistola de mi padre. Histérica y llorando apunté dentro de mi boca.
De pronto oí pasos arriba. Por algún motivo, mi padre había vuelto a buscar
algo. Paré lo que estaba haciendo y subí. El vio que yo estaba mal y me invitó
a comer con él. Pensé que por lo menos le debía un almuerzo de despedida.
Cuando acabó el almuerzo me dio miedo hacerlo.”
Otras veces, los impulsos
suicidas son el resultado de años de represión, depresión y pérdida de autoestima.
Un estudio de 1987 entre mujeres con trauma post-aborto halló que el 60% habían
tenido ideas suicidas, el 28% habían intentado suicidarse, el 18% lo había
intentado repetidamente, a menudo varios años después del aborto.3
Desgraciadamente, al menos
en un caso documentado, una chica de 18 años se suicidó tres días después de un
aborto por aspiración por sentirse culpable de “haber matado a su bebé”. Un
examen posterior de los archivos de la clínica reveló que la chica no estaba
embarazada.
Quizás una razón de la
fuerte correlación entre aborto y suicidio es que el aborto es muy parecido al
suicidio. La persona que amenaza con suicidarse está pidiendo ayuda a gritos.
Igualmente las mujeres que piensan en abortar. Ambas están desesperadas. Ambas se
sienten solas. Ambas se sienten abrumadas por las circunstancias.
Algunos grupos
pro-eutanasia creen que se debe legalizar el suicidio o incluso crear clínicas
para ello donde haya personas que ayuden a los que deseen suicidarse. Si se
hiciera, habría cada vez más personas que querrían ejercer su “derecho a
morir”. Con la promesa de una solución “rápida, fácil y sin dolor” a sus
problemas, las tasas de suicidio se dispararían como se dispararon las tasas de
aborto tras su legalización.
Como las clínicas de
suicidio o eutanasia que algunos piden, las clínicas abortistas también
explotan la desesperación de la gente. Forman parte de nuestra sociedad de
consumo que ofrece soluciones rápidas para todos nuestros problemas. Aparentan
ser lugares de compasión pero en realidad son enormes negocios a costa de gente
sola, asustada y confusa que se sienten no-deseados por la sociedad. En lugar
de vida, ofrecen la “compasión” de la muerte. Es una falsa compasión que sólo
quiere evitarse el problema de ayudar al otro a resolver sus problemas.
Para los que miran con
atención y se preocupan por los demás, es evidente que quienes buscan el aborto
o el suicidio están pidiendo ayuda para vivir. Están pidiendo a gritos una
inyección de esperanza. Están pidiendo que alguien se interese por ellos y les
ayude de verdad. Necesitan ver el valor de la vida, tanto la suya como la de su
hijo, reflejado en el cariño de aquellos que quieren ayudarla a preservar esa
vida. Necesitan oír que tienen la fuerza necesaria para triunfar en esa vida
que es la suya, y que cuando les falten las fuerzas, estaremos allí para
sujetarles y hasta llevarles en brazos.
Esto nos exige pagar un
alto precio de amor. El precio del sacrificio de tiempo, energía y
conocimientos. Lo contrario sería interpretado como una falta de interés... y
tendrían razón.
Publicado
en The PostAbortion Review 1(2) Verano 1993. Copyright 1993 Elliot Institute
1.
Hilgers, et al, New Perspectives on Human Abortion (Frederick, Md.: University
Press of America, 1981) 156.
2.
Garfinkel, et al., Stress, Depression and Suicide: A Study of Adolescents in
Minnesota, (Minneapolis: University of Minnesota Extension Service, 1986).
3.
Reardon, "A Survey of Psychological Reactions," (Springfield, IL:
Elliot Institute, 1987).
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