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lunes, 21 de mayo de 2018

Lo maravilloso


Siempre, cuando me despierto,
sonrío y pienso:
Hoy sucederá algo grande,
maravilloso, perfecto;
hoy se cumplirá sin duda
el más lindo de mis sueños...

Y luego... no pasa nada:
Yo trajino, salgo, entro...
-Sólo un día entre los días...
El mocito a su colegio;
el padre con sus afanes...
-Deberes, barullo, juegos;
costura, un libro, la radio;
una regañina, un beso;
bromas, parloteo; nada.-

Y, al cabo, cuando me acuesto,
después de besar al hijo,
con la cabeza en el pecho
de mi adorado, suspiro,
entre soñando y durmiendo:

Acaso es verdad... Acaso
lo maravilloso es esto.


Ángela Figuera Aymerich en Mujer de barro (1948)

viernes, 11 de mayo de 2018

Amanecida




   
Dentro de poco saldrá el sol. El viento,
aún con su fresca suavidad nocturna,
lava y aclara el sueño y da viveza,
incertidumbre a los sentidos. Nubes
de pardo ceniciento, azul turquesa,
por un momento traen quietud, levantan
la vida y engrandecen su pequeña
luz. Luz que pide, tenue y tierna, pero
venturosa, porque ama. Casi a medio
camino entre la noche y la mañana,
cuando todo me acoge, cuando hasta
mi corazón me es muy amigo, ¿cómo
puedo dudar, no bendecir el alba
si aún en mi cuerpo hay juventud y hay
en mis labios amor?


Claudio Rodríguez

martes, 1 de mayo de 2018

Hermosa




No me digáis que es mentira
¡Soy hermosa, soy hermosa!
Tampoco yo lo sabía.

Pero mi amante lo dijo
cuando mi rostro bebía,
y, entonces, me vi en sus ojos...
¡No me digáis que es mentira!


Ángela Figuera Aymerich en Mujer de barro (1948),

sábado, 21 de abril de 2018

DIOS DE ALEGRIA



Dios de alegría:
Te entreví
en pleno día.
La túnica de luz
se enredaba en el árbol
sin memoria de cruz.
Tu paso de cristal
bajaba la escalera
del manantial.
El cielo sonreía.
Iban flor y guijarro
en buena compañía.
Todo era lenguaje
divino.
Cada ala era un viaje
hacia el Dios de alegría,
todo luz.
El mundo ardía.


Jorge Carrera Andrade

miércoles, 11 de abril de 2018

Ajeno



Largo se le hace el día a quien no ama
y él lo sabe. Y él oye ese tañido
corto y duro del cuerpo, su cascada
canción, siempre sonando a lejanía.
Cierra su puerta y queda bien cerrada;
sale y, por un momento, sus rodillas
se le van hacia el suelo. Pero el alba,
con peligrosa generosidad,
le refresca y le yergue. Está muy clara
su calle, y la pasea con pie oscuro,
y cojea en seguida porque anda
sólo con su fatiga. Y dice aire:
palabras muertas con su boca viva.
Prisionero por no querer, abraza
su propia soledad. Y está seguro,
más seguro que nadie porque nada
poseerá; y él bien sabe que nunca
vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,
¿cómo podemos conocer o cómo
perdonar? Día largo y aún más larga
la noche. Mentirá al sacar la llave.
Entrará. Y nunca habitará su casa.


Claudio Rodríguez

domingo, 1 de abril de 2018

Unidad



Si todos nos sintiéramos hermanos.
(Pues la sangre de un hombre, ¿no es igual a otra sangre?)
Si nuestra alma se abriera (¿No es igual a otras almas?)
Si fuéramos humildes. (El peso de las cosas,
¿no iguala la estatura?)
Si el amor nos hiciera poner hombro con hombro,
fatiga con fatiga
y lágrima con lágrima.
Si nos hiciéramos unos.
Unos con otros.
Unos junto a otros.
Por encima del fuego y de la nieve;
aún más allá del oro y de la espada.
Si hiciéramos un bloque sin fisura
con los dos mil millones
de rojos corazones que nos laten.
Si hincáramos los pies en nuestra tierra
y abriéramos los ojos serenando la frente,
y empujáramos recio con el puño y la espada,
y empujáramos recio, solamente hacia arriba,
qué hermosa arquitectura se alzaría del lodo.


Ángela Figuera Aymerich en Los días duros (1953)

miércoles, 21 de marzo de 2018

Siempre la claridad viene del cielo...



Siempre la claridad viene del cielo;
es un don: no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
Así amanece el día; así la noche
cierra el gran aposento de sus sombras.

Y esto es un don. ¿Quién hace menos creados
cada vez a los seres? ¿Qué alta bóveda
los contiene en su amor? ¡si ya nos llega
y es pronto aún, ya llega a la redonda
a la manera de los vuelos tuyos
y se cierne, y se aleja y, aún remota,
nada hay tan claro como sus impulsos!

Oh, claridad sedienta de una forma,
de una materia para deslumbrarla
quemándose a si misma al cumplir su obra.
Como yo, como todo lo que espera.
Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar nada del alba?

Y, sin embargo -esto es un don-, mi boca
espera, y mi alma espera, y tú me esperas,
ebria persecución, claridad sola
mortal como el brazo de las hoces,
pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.


Claudio Rodríguez

domingo, 11 de marzo de 2018

Palabras para el ángel de Cecilia




Ángel, tú que la guardas, yo te pido
que no la dejes un instante sola.
La vida, bien lo sabes, es a veces
un subterfugio, una expiación, un hábito.
Pero ella es inocente,
su edad se mece todavía
entre las flores del almendro
y los compases mágicos de Mozart.

Yo sé que no soy digno,
que no merezco la infinita gracia
de hablar contigo, Ángel,
ni siquiera en la lengua rumorosa del verso.
Pero lo hago por ella que es ahora
lo más cierto de mí, lo único noble
que acaso un día me redima y salve.

Ángel, hazla sensible y dulce,
haz que sus actos no traicionen su alma
y gobierne su amor el equilibrio
que sostiene en la noche a las estrellas.
Da sentido a su vida, dale fuerzas
para volcarla en los demás. Ayúdala
a descifrar el mundo con las armas
de la ternura y el conocimiento.

Ángel, tú que la guardas, yo te pido
lo que no tengo y desearía
poder legarle: un resto de pureza
y de confianza en el milagro.
Porque ella es inocente,
porque ella es tan pequeña que no tiene
sino su propia desnudez, su frágil
modo de estar apenas en la vida.

Yo te lo pido,
no la abandones, Ángel.


Antonio Requeni

jueves, 1 de marzo de 2018

Sin llave



Me tienes y soy tuya. Tan cerca uno del otro
como la carne de los huesos.
Tan cerca uno del otro
y, a menudo, ¡tan lejos!...
Tú me dices a veces que me encuentras cerrada,
como de piedra dura, como envuelta en secretos,
impasible, remota... Y tú quisieras tuya
la llave del misterio...
Si no la tiene nadie... No hay llave. Ni yo misma,
¡ni yo misma la tengo!


Ángela Figuera Aymerich en Mujer de barro

miércoles, 21 de febrero de 2018

Profesión de fe


Dios no es el mar, está en el mar; riela
como luna en el agua o aparece
como una blanca vela;
en el mar se despierta o se adormece.
Creó la mar, y nace
de la mar cual la nube y la tormenta;
es el Criador y la criatura lo hace;
su aliento es alma, y por el alma alienta.
Yo he de hacerte, mi Dios, cual tú me hiciste,
y para darte el alma que me diste
en mí te he de crear. Que el puro río
de caridad que fluye eternamente,
fluya en mi corazón. ¡Seca, Dios mío,
de una fe sin amor la turbia fuente!


Antonio Machado

domingo, 11 de febrero de 2018

La sentencia


Y cayó la palabra de piedra
Sobre mi pecho todavía vivo.
No importa. Estaba preparada.
De alguna manera me las apañaré.

Hoy tengo que hacer muchas cosas:
Hay que matar la memoria,
Hay que petrificar el alma,
Hay que aprender de nuevo a vivir.

Si no... El caluroso susurro del verano
Celebra su fiesta en mi ventana.
Hace tiempo que presentía
este día luminoso y la casa vacía

22 de junio de 1939
Casa de Fontanka.


Anna Ajmátova en Requiem (1935-1940)

jueves, 1 de febrero de 2018

Éxodo


Jadeaba y corría.
Tropezaba y corría.
Con un miedo macizo debajo de las cejas
y un niño entre los brazos.

Corría por la tierra que olía a recién muerto.
Corría por el aire con sabor a trilita.
Corría por los hombres erizados de encono.

Miraba a todos lados.
Quería detenerse.
Sentarse en un ribazo y con su hijo menudo.
Sentarse en un ribazo y amamantar en paz.

Pero no hallaba sitio.
No encontraba reposo.
No lograba la pausa sosegada y segura
que las madres precisan.
Ese viento apacible que jamás se interpone
entre el pecho y el labio.

Buscaba cerca y lejos.
Buscaba por las calles,
por los jardines y bajo los tejados,
en los atrios de las iglesias,
por los caminos desnudos y carreteras arboladas.
Buscaba un rincón sin espantos,
un lugar aseado para colocar una cuna.

Y corría y corría.
Dio la vuelta a la tierra.
Buscando.
Huyendo.
Y no encontraba sitio.
Y seguía corriendo.

Y el niño sollozaba débilmente.
Crecía débilmente
colgado de su carne fatigada.


Ángela Figuera Aymerich 

domingo, 21 de enero de 2018

Por más que leas las escrituras


Por más que leas las escrituras
no llegarás muy lejos.
La sabiduría se concentra
en las dos sílabas de la palabra «amor».

Kabir, incluido en  Poemas de Kabir. 
Mística de la India medieval (Miraguano Ediciones, Madrid, 2011, ed. y trad. de Enrique Gallud Jardiel).


jueves, 11 de enero de 2018

Tristeza





Perdí mis fuerzas y mi vida,
y mi alegría y mis amigos;
hasta perdí incluso el orgullo
que hizo creer cierto mi genio.

Conocí un día la verdad
y me creí que era una amiga;
en cuanto yo la comprendí
y la sentí, de ella me harté.

Y, sin embargo, es eterna
y quien pasara aquí sin ella
todo ha ignorado de este mundo.

Habla Dios, hay que responderle.
Me queda un bien únicamente:
haber llorado algunas veces.

Alfred de Musset, (Francia, 1810-1857), 

lunes, 1 de enero de 2018

Egoísmo


Contra el sucio oleaje de las cosas
yo apretaba la puerta. Mis dos manos,
resueltas, obstinadas, indomables,
la mantenían firme desde dentro.

Fuera, el naufragio; fuera, el caos; fuera
ese pavor, abierto como un pozo,
de las bocas que gritan
al hambre, al ruido, al odio, a la mentira,
al dolor, al misterio.

Fuera, el rastro acosado de los hombres
sin alas y sin piernas, que se arrastran,
que giran a los vientos,
que caen, que se disuelven
en muerte sorda, oscura,
derrumbándose
sin asunción posible.

Fuera, las madres dóciles que alumbran
con terrible alarido;
las que acarrean hijos como fardos
y las que ven secarse ante sus ojos
la carne que parieron y renuevan
su grito primitivo.

Fuera, los niños pálidos, creados
al latigazo rojo del instinto,
y que la vida, bruta, dejó solos
como una mala perra su camada,
y abren los anchos ojos asombrados
sobre las rutas áridas,
mordiendo con sus bocas sin dulzura
los largos días duros.

Fuera, la ruina de los viejos tristes
que un cuervo desmenuza fibra a fibra
en dolorida hilacha, preparando
la dispersión desnuda de los hueso.

Fuera, el escalofrío que sacude
el espinazo enfermo de la tierra
con ráfagas de hastío y de fracaso.

Fuera, el rostro de Dios , oscurecido
por infinitas alas desprendidas
de arcángeles sin hiel, asesinados.

Yo, dentro. Yo: insensible, acorazada
en risa, en sangre, en goce, en poderío.
Maciza, erguida; manteniendo firme,
contra el alud del llanto y de la angustia,
mi puerta bien cerrada.

Ángela Figuera Aymerich (España, 1902-1994)


domingo, 31 de diciembre de 2017

Rimas LXXIII", de Michelangelo Buonarroti (Italia, 1475-1564)


Cargado de años y de pecados lleno
y con tan triste uso enraizado y fuerte,
cerca me veo de una y otra muerte,
y aún nutro el corazón de ese veneno.

Fuerzas me faltan en este cieno
para cambiar de vida, amor, hábito o suerte,
sin tu divina y luminosa escolta,
de todo falaz camino guía y freno.

Caro Señor mío, no basta que anhele
el cielo para que resulte el alma,
como al principio, de la nada hecha.

Antes que del cuerpo la arranques y despojes,
acórtame tan alta y yerta vía,
y mi vuelta será más clara y cierta.


Michelangelo Buonarroti, incluido en Antología esencial de la poesía italiana (Editorial Espasa Calpe, Madrid, 1999, selecc. y trad. de Antonio Colinas).

jueves, 21 de diciembre de 2017

¿QUIÉN SOY?



¿Quién soy? Me dicen a menudo
que salgo de mi celda,
sereno, risueño y seguro,
como un noble de su palacio.

¿Quién soy? Me dicen a menudo–,
cuando hablo con mis carceleros,
libre, amistosa y francamente,
como si mandara yo.

¿Quién soy? Me dicen también
que soporto los días de infortunio
con impasibilidad, sonrisa y orgullo,
como alguien acostumbrado a vencer.

¿Soy realmente lo que otros dicen de mí?
¿O bien sólo soy lo que yo mismo sé de mí?
¿Intranquilo, ansioso, enfermo,
cual pajarillo enjaulado,
aspirando con dificultad la vida,
como si me oprimieran la garganta,
hambriento de colores, de flores, de cantos de aves,
sediento de buenas palabras y de cercanía humana,
temblando de cólera ante la arbitrariedad y el menor agravio,
agitado por la espera de grandes cosas,
impotente y temeroso por los amigos en la infinita lejanía,
cansado y vacío para orar, pensar y crear,
agotado y dispuesto a despedirme de todo?

¿Quién soy? ¿Éste o aquel?
¿Seré hoy éste, mañana otro?
¿Seré los dos a la vez? ¿Ante los hombres, un hipócrita
y ante mí mismo, un despreciable y quejumbroso débil?
¿O tal vez lo que aún queda en mí se asemeja al ejército derrotado
que se retira en desorden
sin la victoria que se creía segura?

¿Quién soy? Las preguntas solitarias se burlan de mí.

Sea quien sea, Tú me conoces, tuyo soy, ¡oh, Dios!

Dietrich Bonhoeffer, escrito en el cautiverio.

lunes, 11 de diciembre de 2017

Quién dará testimonio

¡Qué breve fue la nube!
¿Quién dará testimonio de su pequeña historia?
De su fecha y su instante,
de su morir en vuelo, desintegrada, sola.

Concha Lagos en Tema fundamental (Ágora, Madrid, 1961).

https://franciscocenamor.blogspot.fr/2010/01/poema-del-dia-quien-dara-testimonio-de.html

viernes, 1 de diciembre de 2017

La voz

Estaba, yo no sé, como buscando,
en acecho, a la espera, detenida,
inclinada en el puente, por si el agua...
Y, de pronto, casi remotamente,
¡la voz!

Yo no sé.
La voz, el agua...
¿Se me fuga el principio de la historia,
o es que nunca lo tuvo?
Yo no sé.
Detenida me estaba a la espera, acechando,
cuando sonó la voz

¡La voz! ¡La voz!
Por el agua la voz, sí por el agua.

Concha Lagos en Tema fundamental (Ágora, Madrid, 1961).

https://franciscocenamor.blogspot.fr/2009/11/poema-del-dia-la-voz-de-concha-lagos.html

martes, 21 de noviembre de 2017

Hasta saber la orilla

Por cuánto tiempo sin medir palabras,
gritando la dureza de la roca,
sin reparar en su camino largo
hasta saber la orilla verdadera.

Frente a la anchura azul clavó la proa.
Qué ternura deshecha golpe a golpe,
dueña ya del secreto y penetrada.

Concha Lagos en Tema fundamental (Ágora, Madrid, 1961).

http://franciscocenamor.blogspot.com.es/2010/06/poema-del-dia-hasta-saber-la-orilla-de.html