Madre, es Navidad
y hoy, todavía, tú te asomas, también,
a la ventana para vernos pasar
para verme pasar.
Madre, es Navidad
y hoy, todavía te tengo
y escucho tu voz,
la voz que me habla cada día.
Madre, es Navidad
y siento ese infinito crecer
-suerte que tengo-
desde hace ya, no sé cuántos años,
y te tengo todavía.
¿Qué falta me hacen ahora el fuego
o la manta? ¿Qué falta me hacen,
si tu regazo, todavía,
acoge mi frágil ser?
¿Para qué más calor?
Concha Pelayo Rapado
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