domingo, 25 de febrero de 2018

“Yo intenté quitarme la vida” - Megan Rotatori, estudiante de la Universidad de Vermont:


“Creo que hay un gran estereotipo de cómo se ve alguien que sufre de enfermedades mentales. Siento que la
mayoría de mis amigos y familiares, incluso quienes conocen lo que me ha pasado, no me ven como alguien que sufre de enfermedades mentales. Pasé por muchos
diagnósticos, no podían descifrar qué era lo que tenía. Creo que mi vida ha sido mucho más dura de la de otras personas. Me violaron a los 14 años y nunca lo dije a nadie. Lo
reprimí en mi mente, ni siquiera pensé en eso. En ese momento la depresión empeoró. Ya en la secundaria comencé a auto-infligirme daño. Todo se fue de control. Estaba
medicada contra la depresión pero creo que abusé de ella para intentar sentirme mejor. Nunca pensé que era adicta a las drogas, pero creo que fue eso. Llegó un punto
en que sentí que no me quedaba nada y fue ahí cuando terminé en la sala de emergencia debido a una sobredosis de medicinas”. | Foto: Cortesía Dese’Rae L. Stage
| Univision


Encuéntralo en este enlace: http://uni.vi/14P6100FM9p

miércoles, 21 de febrero de 2018

Profesión de fe


Dios no es el mar, está en el mar; riela
como luna en el agua o aparece
como una blanca vela;
en el mar se despierta o se adormece.
Creó la mar, y nace
de la mar cual la nube y la tormenta;
es el Criador y la criatura lo hace;
su aliento es alma, y por el alma alienta.
Yo he de hacerte, mi Dios, cual tú me hiciste,
y para darte el alma que me diste
en mí te he de crear. Que el puro río
de caridad que fluye eternamente,
fluya en mi corazón. ¡Seca, Dios mío,
de una fe sin amor la turbia fuente!


Antonio Machado

lunes, 19 de febrero de 2018

Autolesión ¿Qué sucede en Terapia?


¿Qué sucede en terapia?

La experiencia de cada persona cuando recibe terapia será diferente debido a que la mayor parte de lo que pasa en la terapia depende de ti. La forma en que tú decidas usar cada sesión, el enfoque y experiencia de tu terapeuta, y tu propio conocimiento, experiencia, y motivación ayudará a diseñar tu terapia.
En la mayoría de los casos, las primeras sesiones de la psicoterapia pasarán narrando la información histórica y desarrollando o definiendo objetivos terapéuticos.
Durante estas primeras sesiones, llegarás a conocer a tu terapeuta, y viceversa, y determinarás si esta relación terapéutica va a satisfacer tus necesidades.
Es importante que consideres si tu terapeuta es alguien en quién puedes llegar a tener mucha confianza y sentirte libre de platicarle cualquier cosa.
Después de estas sesiones iniciales, comienza el verdadero trabajo, como el de entender y aprender a manejar las emociones que te son intolerables.
Probablemente experimentarás momentos en que te sientas abrumado, ansioso, triste, enojado, o insatisfecho.
Puedes pensar que la terapia no te ayuda en absoluto.
O puedes pensar que la terapia te ayuda tanto que todos tus éxitos y sentimientos positivos se deben a la terapia o a tu terapeuta.
Probablemente atravesarás por fluctuaciones en tus percepciones de la terapia y tu terapeuta, así como de tu compromiso con la terapia. Todas estas experiencias son normales y se espera que sean así.
La naturaleza de la terapia y la relación terapéutica es imposible de describir porque es muy personal. Cada quién la percibe de distinta manera y se beneficiará de la psicoterapia en grados y de formas diferentes. No puedo decirte lo que ocurrirá una vez que entres a la terapia.
Sin embargo, si en algún momento estás descontento o confundido con la forma en que progresa la terapia, te recomiendo firmemente que hables de ello con tu terapeuta.
RECUERDA
La psicoterapia individual puede ser útil en muchos de los casos, pero es sumamente importante conseguir al terapeuta correcto para ti.

Unas cuantas cosas que deberás tomar en cuenta al seleccionar a un terapeuta:

1. Un buen terapeuta es el que te deja contar tu historia sin forzarte a que satisfagas sus propias necesidades / proyecciones del problema, uno que no trate de encasillarte en seguida. Si ves a alguno y enseguida te dice, en la primera reunión, “Tú eres una X,” desconfía.
2. Un buen terapeuta es aquel en quien puedes confiar, uno con quien te sientas a gusto al hablar. Si en cualquier momento sientes que no le puedes decir que te hiciste daño o que te quieres hacer daño porque va a reaccionar mal, entonces lo más probable es que no puedas desarrollar una relaicón sana con él, y por lo tanto no te va a ayudar.
3. Un buen terapeuta puede aceptar que te haces daño sin condenarlo y estará dispuesto a ayudarte a trabajar para reducir o cesar tu autolesion cuando estés listo. El autodaño es un mecanismo de adaptación que a veces impide que pasen cosas peores. Visto así, es bueno. Pero es un mecanismo que no te permite enfrentarte a los acontecimientos y causas de tu comportamiento. Es un mecanismo que tiene consecuencias negativas y que no funciona muy bien, ya que después de un tiempo lo tienes que volver hacer. Tu terapeuta deberá entender esto, entender que no puedes decir solamente “Es malo, ya no lo voy hacer”. Lo haces para satisfacer una necesidad, y a menos que encuentres algún otro modo de satisfacer esa necesidad antes de dejar de hacerte daño, vas a terminar peor que antes. 

Fuente: http://www.autolesion.com/guia-autolesion/te-autolesionas/que-sucede-en-terapia/

jueves, 15 de febrero de 2018

Se drogaba y pensaba en suicidarse, pero hizo una oración que Dios respondió


Marihuana, cocaína, heroína lo tenían enganchado. Desde la muerte de sus padres, Gregory no tenía límites.

               




El programa de testimonios Cambio de Agujas, de HM Televisión, difundió en junio de este año el testimonio de Gregory Aguado, un joven huérfano esclavo de sus heridas, consumido por la droga. El caudal rebasó límites llegando a estar a punto de suicidarse. En ese momento oró con toda su alma a Dios. La verdad, dura, pero liberadora, llegó como un bálsamo.

Un huérfano a la deriva

Gregory Aguado nació en Madrid, “sin tener ya papá y con una mamá muy enferma”, su madre moriría cuando él tenía 9 años. El dolor era un nudo en su interior; heridas que  no cerraban a pesar del tiempo. Gregory no sabía cómo expresar lo que le angustiaba, no tenía con quien compartirlo. “Yo sufría mucho. Salía de la escuela, y todos mis amigos tenían a sus mamás fuera esperándoles para darles la merienda. Yo salía y no tenía a nadie”.

Fue un fracaso la inserción con su primera familia de acogida, recuerda… “Cuando yo me iba a la cama, lloraba, aunque tenía lo que todo niño puede querer. Juguetes, viajes, escuela... Todo. Pero me encontraba solo”. A los 13 años esta familia atravesó una serie de dificultades y Gregory fue nuevamente abandonado.

Poco tiempo después, lo recibió una nueva familia, esta vez en Valencia. Eran católicos observantes. En casa se hablaba de Dios y de la Virgen con naturalidad. Oraban rezando el rosario e iban a misa diaria. Estaba contento aquí y cuando con 16 años le propusieron adoptarlo dijo que sí. “Era la primera vez que yo me sentía amado, querido, y me sentía en familia”.

Heridas ocultas que vive ocultándolas

Pero las heridas de su infancia eran el monstruo oculto que cada cierto reaparecía. Gregory entonces explotaba… Le costaba aceptar las reglas familiares, reglas de cualquier tipo de hecho. Incluso rehuía las expresiones de afecto como un abrazo de sus nuevos padres...

Temía, sin saberlo, abrir su corazón, mostrar su historia… “porque pensaba que lo que yo llevaba dentro no era bonito”. Y acabó convencido de que había algo malo en él y debía disimularlo, levantar fachadas, mentir. Desde los 16 años las conductas evasivas se tornaron un hábito. “Todo lo que yo pensaba que era malo de mí lo tapaba con la mentira. Yo después he sido un tóxico dependiente. He sido cocainómano durante mucho tiempo. Pero yo pienso que mi mayor droga ha sido la mentira. Tapar todo lo que era, tapar todo lo que yo vivía, todo lo que sentía, intentar no escuchar la voz de la conciencia...”

La mentira

 Comenzó a llevar una doble vida. En casa, con la familia que le actuaba como se esperaba que él fuera. Pero fuera de casa era distinto. “Con dieciséis años empecé a tomar drogas, marihuana, los porros… Yo pienso que lo malo fue que a mí me gustaba, sobre todo el cómo me sentía frente a los otros (estando drogado). Pasaba a transgredir más. Primero pastillas, luego cocaína, crack, heroína... tantas cosas que he tomado...”

Estaba encadenado a esta doble vida y se había convencido de que lo podía “controlar”. “Yo incluso iba a Misa, si se tenía que rezar, yo rezaba”...Pero cuando sus padres descubrieron que faltaba dinero y los engaños de Gregory, lo confrontaron... “Tomaron una buena decisión. Me dijeron: «Bueno, si quieres hacer tu vida, vete de casa». Yo con mi orgullo, con mi prepotencia, me fui. Y lo primero que sufrí fue la calle. Tuve que vivir cuatro meses en la calle. Trabajando. Lo que cobraba me lo gastaba todo: en mi fiesta, en mis drogas, en estas cosas. Y ahí, empecé a encontrar la soledad, ya la gente no me miraba igual, no. Y si yo salía, me tenía que drogar, porque si no me drogaba no era un día tranquilo”.

Perdiendo el control

Continuó pasando límites y haciendo del consumo de drogas un asunto casi cotidiano… “Yo pensaba que lo tenía todo controlado y que no era como los yonquis o como el que está en la calle, que tiene que pincharse, que está pasando el mono… Pero ya consumía ocho gramos de cocaína al día. Tenía que robar, tenía que traficar, tenía que hacer de todo… Y lo que más me impresionó un día,  es que yo ya no quería salir… Yo me iba a mi apartamento, tenía mis cosas y ya estaba. Y eso era mi madre, eso era mi comida, eso era mi dios… Todo eso, la cocaína era todo eso”.

A los 21 años, Gregory empezó a entender que en realidad no controlaba nada. Y se asustó… “Sólo me importaba llegar a casa y tener mi cocaína y ya está. Me empezó a dar miedo porque no me importaban las chicas, no me importaba el sexo, dejó de importarme todo... Yo me iba a la cama, y cuando me apoyaba decía: ¡qué mierda de vida tengo! Me levantaba y me iba al sofá, y ahí me drogaba más para evitar las voces”.

Clamando a Dios

A los 22 años, estaba desesperado. Debía tres meses de alquiler, se había roto una rodilla, vivía esclavo de las drogas, estaba al fondo del abismo… y entonces, dice, pensó en el suicidio. Pero en una reacción instantánea oró… “Mira Dios, si estás ahí, dame una respuesta clara, porque ya no puedo más”, clamó. Luego telefoneó a su madre adoptiva y ella le dijo:

- Ven a casa y vamos a hablar...

Gregory acudió, les habló de dinero... “No he pagado, estoy así, estoy mal, con esto de la crisis no me pagan…” Pero su madre tenía una propuesta muy concreta.

- Puedes volver a casa si quieres. Te propongo una cosa: ingresar en la Comunidad del Cenáculo. Pero a lo mejor no es para ti, porque es para drogadictos –dijo ella, sin saber de la adicción de Gregory.
- No, eso no es para mí -dijo Gregory.

 Pero volvió con su familia y en esos días conoció al padre Kevin Deakin, de los Siervos del Hogar de la Madre. Kevin Deakin también había vivido la adicción a las drogas y en la Comunidad del Cenáculo, con oración, comunidad y trabajo, se había desintoxicado.

“Me explicó su vida, que había estado también en las tinieblas, en la droga y cómo todo cambió.  Empezó a explicarme cómo se sentía, cómo encontró al Señor. Yo no había escuchado a nadie que sintiera lo mismo que yo. Y me sentí muy, muy igual”.

Aunque sentía pánico de admitir ante su familia que era drogadicto, Gregory finalmente se apuntó a “hacer una experiencia” en el Cenáculo.

Cristo sana

En el Cenáculo, durante dos años, Gregory perseveró sin drogarse y descubrió la amistad verdadera. También descubrió que podía amarse a sí mismo. “Abrazar mis pobrezas y darme cuenta de que es normal ser débil y que es más bonito ser como soy. Me he dado cuenta que esa ha sido mi mayor droga, que siempre he querido tapar eso”.

Tuvo algunas recaídas, pero volvió a levantarse hasta comprender la raíz de su dolor y auto-aniquilación… “Quien esté en tristeza que se pregunte por qué y si realmente le gusta. A mí no me gustaba estar triste. Yo pienso que en Jesús está todo…, Jesús es alguien que cura, que si tú le hablas te responde. Y yo, cuando estaba tan desesperado que me quería quitar la vida, me respondió. Cuando estaba en lo más profundo de mi pecado, en la escoria misma, Cristo me escuchó, Jesús me escuchó y me dio una respuesta clara. A lo mejor yo no la veía, pero me dio una respuesta clara".







martes, 13 de febrero de 2018

domingo, 11 de febrero de 2018

La sentencia


Y cayó la palabra de piedra
Sobre mi pecho todavía vivo.
No importa. Estaba preparada.
De alguna manera me las apañaré.

Hoy tengo que hacer muchas cosas:
Hay que matar la memoria,
Hay que petrificar el alma,
Hay que aprender de nuevo a vivir.

Si no... El caluroso susurro del verano
Celebra su fiesta en mi ventana.
Hace tiempo que presentía
este día luminoso y la casa vacía

22 de junio de 1939
Casa de Fontanka.


Anna Ajmátova en Requiem (1935-1940)

viernes, 9 de febrero de 2018

Realmene, no querían morir





Según un estudio más del 90% de las personas que sobreviven a un intento de suicidio no quieren morir realmente


Las crisis suicidas se producen a menudo como consecuencia de rupturas amorosas o por la pérdida del trabajo, pero los médicos pueden impedir parte de los suicidios alejando a los pacientes de las armas. Algunas tácticas se basan en sugerir a los familiares que las saquen del domicilio o que las guarden en lugares de difícil acceso.


En un esfuerzo por crear un ambiente seguro para los suicidas potenciales, científicos de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, han demostrado que ampliar el tratamiento médico a pacientes y familiares más allá de la enfermedad mental, limitando el acceso de los enfermos a las armas y otros medios mortales reduce de manera significativa los suicidios. El estudio, que se publica en The New England Journal of Medicine y está dirigido por Matthew Miller, ha afirmado que "la mayoría de las crisis suicidas son temporales, ya que más del 90% de las personas que sobreviven a un intento de suicidio no quieren morir realmente. Sin embargo, un intento autolítico con arma de fuego raras veces da una segunda oportunidad".


Según las estadísticas, el suicidio es la segunda causa de muerte en los americanos de 40 años o menores, y más de la mitad emplean armas de fuego. La mayor parte de estos actos se ejecutan de manera impulsiva, por lo que mantener a estas personas alejadas de armas mortales durante los periodos de crisis es decisivo.


Con este estudio los científicos pretenden implantar un sistema que guíe a los médicos en la evaluación de los pacientes y que incluya la aproximación a los familiares para alertarles acerca de las consecuencias de tener armas cerca en estos pacientes.


http://www.psiquiatria.com/noticias/psiq_general_y_otras_areas/urgencias_psiq/suicidio/37972/

miércoles, 7 de febrero de 2018

lunes, 5 de febrero de 2018

Llegué a intentar quitarme la vida, intenté suicidarme. Y entonces recé: Señor

Era Miss Texas Gay y drag queen. El amor de Dios le ayudó.





Daniel Delgado quería ser drag queen pero yo por dentro pensaba: "¿por qué estoy aquí? No sé quién soy". Entonces recé...

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo ha escrito en Alfa y Omega un emocionante testimonio de un hombre que llegó a ser Miss Texas Gay y era un verdadero icono en los ambientes del arcoiris.

Miss Texas Gay ante Jesús: ¿Cómo puedes amarme?
«Crecí con mi madre; mi padre sólo estuvo conmigo hasta que cumplí año y medio. Luego tuve un padrastro, que era alcohólico y violento. No me sentía seguro con él. Yo tenía miedo de los hombres, no confiaba en ellos, desde niño. Me sentía más seguro con las mujeres, todos mis amigos eran chicas.

Confusión de género
»Crecí con mucha confusión de género. Quería ser chica y no me gustaba ser un varón. No tenía a nadie que me ayudara a ser un hombre. Era bastante femenino, en la escuela se burlaban de mí, me rechazaban.

Abusos sexuales desde los seis años
»También sufrí abusos por parte de miembros de mi familia, desde los seis años. Yo no sabía qué hacer, creía que eso era normal, creía además que todo eso era culpa mía, no decía nada porque no quería problemas. Sentía vergüenza. Me sentía sucio y usado.

Más confusión con los terapeutas
»Creía que yo era gay, pero tenía miedo de tener problemas. Fui a terapia, pero los terapeutas me afirmaban en mi confusión de género, me animaban a aceptar mis inclinaciones homosexuales. Poco después, decidí vivir mi vida abiertamente gay. Pero estaba asustado, con miedo.

Con 18 años se hace drag queen
»Con dieciocho años, empecé a vestirme de mujer, me gustaba todo ese mundo de las drag queen. Pensaba: Esto es lo mío, y empecé a vivir mi fantasía de querer ser una chica. Competía en concursos, y hasta me eligieron Miss Texas Gay.

Intento de suicidió
»Pero yo por dentro pensaba: ¿Por qué estoy aquí? No sé quién soy. Llegué a intentar quitarme la vida, intenté suicidarme. Y entonces recé: Señor, si no estoy haciendo lo que debo estar haciendo, necesito que Tú me muestres qué es lo que debo hacer.


Daniel Delgado, en los tiempos que iba vestido de drag queen

»Una vecina en aquellos días vino a mí y me dijo: El Señor ha puesto en mi corazón el deseo de invitarte a mi iglesia. Yo la acompañé, pero cuando entré todo el mundo se apartó, porque yo llegué con mis zapatos de plataforma, mi poncho y una camiseta que dejaba a ver mi ombligo.

»Escuché hablar de Jesús, del amor de Dios, de cómo es Jesús… Rezaron por mí en ese momento. Siempre había querido que los hombres me aceptaran y me quisieran, y en ese momento varios hombres rezaron por mí y lloraron por mí. Estaba feliz, significó mucho para mí.

»Me di cuenta de que Dios era mi única esperanza, había tocado fondo. Ahí empecé a clamar al Señor. Yo no sabía que Él me quería.

»Le dije al Señor: Si Tú no quieres que yo sea homosexual, necesito que me lo muestres, necesito que me lo digas. En la iglesia me mostraron su amor, me invitaban a su casa a cenar. No me juzgaban por mi estilo de vida.

»Sí que se mantenían firmes cuando se trataba de la Palabra de Dios, o cuando hablábamos sobre el pecado, pero comencé a ver que otras personas me amaban como era, y que tenían una relación verdadera con el Señor, y me di cuenta de que Dios era de verdad.

»Me aferré a Jesús como mi única esperanza, comprendí que era digno de amor. Vi mi vida como un intento de tapar todo mi sufrimiento de niño. Pensé que podía empezar a vivir para Él. Me rendí a Él. Fui a los pies de la Cruz y le di mi vida.
¿Pero no sabes lo que he hecho? ¿No sabes dónde he estado? ¿Cómo puedes amarme?, le decía. Y Él me dijo: Yo te hice para que hicieras todo eso. Daniel, eres muy hermoso para Mí. Te quiero tal y como eres. Yo puedo liberarte. Te quiero.

»Nadie me ordenó cambiar de vida, sólo vi Su amor. Dios se convirtió en el Padre que yo nunca tuve. Y mi vida cambió».



jueves, 1 de febrero de 2018

Éxodo


Jadeaba y corría.
Tropezaba y corría.
Con un miedo macizo debajo de las cejas
y un niño entre los brazos.

Corría por la tierra que olía a recién muerto.
Corría por el aire con sabor a trilita.
Corría por los hombres erizados de encono.

Miraba a todos lados.
Quería detenerse.
Sentarse en un ribazo y con su hijo menudo.
Sentarse en un ribazo y amamantar en paz.

Pero no hallaba sitio.
No encontraba reposo.
No lograba la pausa sosegada y segura
que las madres precisan.
Ese viento apacible que jamás se interpone
entre el pecho y el labio.

Buscaba cerca y lejos.
Buscaba por las calles,
por los jardines y bajo los tejados,
en los atrios de las iglesias,
por los caminos desnudos y carreteras arboladas.
Buscaba un rincón sin espantos,
un lugar aseado para colocar una cuna.

Y corría y corría.
Dio la vuelta a la tierra.
Buscando.
Huyendo.
Y no encontraba sitio.
Y seguía corriendo.

Y el niño sollozaba débilmente.
Crecía débilmente
colgado de su carne fatigada.


Ángela Figuera Aymerich