martes, 15 de agosto de 2017

Me puse una pistola en la cabeza... pero Jesús me venció y me perdonó


Un ex adicto a la metanfetamina tiene una nueva misión de difundir amor



Por ser un drogadicto desechado por una banda de motociclistas, es difícil imaginar que un cálido abrazo pudiera ser el catalizador para la transformación de la vida dramática de Mateo Kratiuk.
“Estaba asustado, enojado, temeroso, y con el corazón roto”, comparte abiertamente Mateo.
“Tenía un ego enorme; todo el mundo me conocía como ‘Killa’. De repente, sólo era un adicto a las drogas en una pequeña choza en el medio de la nada in nada. Yo estaba al borde del suicidio”.
Su adicción comenzó 16 años atrás, tras el divorcio de sus padres y de ser expulsado de la escuela secundaria.

Él empezó a vivir un estilo de vida extravagante financiado por el tráfico de drogas y la recolección de deudas, pero sabía que necesitaba una reforma.

Mateo probó ir a rehabilitación, pero al perder una oportunidad de trabajo de minería, fue la gota final que lo llevó a unirse a una banda de motociclistas, que ahora reconoce que era una búsqueda errónea de familia y aceptación.

Su vida y su identidad se derrumbaron por una adicción incontrolable a la metanfetamina, provocada por la culpa y la ira tras la muerte de su padre. “Me sumergí en las drogas tan profundamente que la banda de moto- ciclistas me golpearon y me expulsaron del club”, explica Mateo.

Se puso una pistola en la cabeza, pero decidió darle otra oportunidad a la rehabilitación y se internó en un centro de rehabilitación cristiano.
Seis semanas después de que él se internó, estaba considerando el suicidio nuevamente y pensaba cómo podría llegar a ser el infierno.
Sin embargo, todo cambió cuando la esposa del director del centro de rehabilitación salió de la capilla y le preguntó a Mateo si le gustaría recibir un abrazo.
Mateo replicó, “¿Por qué querrías abrazarme a mí?” “Porque te amo”, respondió ella con calma.

“Yo ni siquiera sabía cómo era un abrazo”, recuerda Mateo. “Respondí ‘OK’ y ella sólo se me acercó y me abrazó. Ella colocó su mano sobre mi cabeza y comenzó a orar por mí.
“Comencé a llorar. Durante 33 años, el mundo me había catalogado como dema- siado duro, me etiquetaron de indigno de ser amado. En una sola acción esta señora me dijo: ‘Mi Dios te ama y te ama totalmente.’

“Me di cuenta de que estas personas real- mente me amaban y comencé el proceso de rehabilitación… La respuesta fue el amor – eso derribó el muro.”
Aunque la rehabilitación no lo había ayudado en el pasado, después de recibir el abrazo, un cartel de Narcóticos Anónimos que decía: “Si nada cambia, nada cambia” despertó una serie de pensamientos en su mente. “Fue ahí cuando empecé a orar”, recuerda. “Dios me reveló, Tú tienes 33 años y eres el rey de la rehabilitación. Estás más preo- cupado por ser el tipo más duro del cen- tro. Vamos, amigo. Si nada cambia, nada cambia”.

En la siguiente reunión en la capilla Mateo pasó de ser el chico “duro” a sentarse al frente del grupo.
Con el pasar de las semanas, más de los chicos “duros” se unieron a él, hasta que toda los asientos de la primera fila estaban ocupados por hombres absorbiendo la Palabra de Dios y aprendiendo del amor sacrificial y el perdón que el Señor Jesucristo les ofrecía. Cuatro semanas más tarde, Mateo dice, “Me entregué y le di mi corazón a Jesús.

Declaré que Él era mi Señor y mi Salvador, y que ya no viviría en mi propia fuerza, sino con su fuerza sobrenatural”. A partir de ahí Mateo añade, “Jesús me restauró por completo y me liberó de la adicción, del miedo, la ira, la ansiedad y la violencia, y los reemplazó con amor incondi- cional, compasión, comprensión y el perdón completo. Estoy verdaderamente en paz por primera vez en mi vida”.

Sin embargo, advierte que el trayecto dia- rio no ha sido fácil. “Como todos, tengo días en que soy probado y he cometido errores…, pero la diferencia divina es que no solamente creo en Jesús – Me entrego a Él todos los días. “Tengo a Jesús que me ayuda a través de todo, así que no importa lo que sea la prueba o tentación, salgo de ellas más fuerte y más sabio y más cerca de Jesús.”
Mateo se graduó de rehabilitación en enero de 2015 y acompañó al evangelista Owen Pomana en un viaje de tres meses por todo el sudeste de Asia, predicando del amor de Jesús. Mateo ahora trabaja como un pastor evangélico.

“Me siento desafiado por Dios que Él quiere que mi testimonio sea oído. La canti- dad de veces que debería estar muerto o en la cárcel es fenomenal. Mirando hacia atrás, veo que todo era parte del plan de Dios para hacer su obra”.

fuente: http://testimonioscristianos.net/testimoniodeimpacto/un-abrazo-vencio-al-hombre-de-acero/

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