Queridos
Reyes Magos:
Este año me
he propuesto escribir con tiempo, tengo muchas cosas que pedir. Os sorprenderá
mi lista de peticiones pero no sabía a quién recurrir. Nada de lo que deseo
para el 2016 se consigue con dinero, de lo contrario hubiese trabajado el doble
para conseguir todos y cada uno de mis deseos.
Por mi
consulta pasan cientos de parejas, de niños, de historias bonitas, de historias
tristes. A lo largo del año he visto a madres llorar desconsoladas, he visto a
padres abrumados. He tragado saliva ante conflictos familiares de difícil
solución, he vibrado con familias unidas a pesar de las adversidades, me he
emocionado con pérdidas y ausencias y me he reído, también, a carcajadas con
todos esos niños que ponen mi consulta del revés.
He llegado
a casa y he tenido que contestar a mis hijos decenas de preguntas sin respuesta
de mí, de nosotros como familia, de nuestra sociedad actual, de conflictos que
no entiendo, de terror, de política y de miseria.
Este año
que termina ha sido uno de los más intensos de mi vida desde el punto de vista
emocional. Intenso de verdad. “Lucía, pasar una tarde contigo es como
enchufarse a la electricidad”– me dijeron en una ocasión. Pues bien, este año
he sido yo la que ha estado electrizada y vibrante… He conocido a personas que
si no me han cambiado la vida, sé positivamente que me la cambiarán. He tomado
consciencia de mi realidad, de lo que soy, de lo que doy y de todo lo que
recibo.
Por todos
ellos y por mí misma, os pido lo siguiente:
A los
políticos les pido dos cosas: que no mientan y que no roben. Nada más.
A mis jefes
les pido que sean justos. Sólo eso.
A los
profesores, maestros y educadores: les pido amorosidad con nuestros hijos y
mucha, mucha inteligencia emocional. En vuestras manos tenéis lo mejor de
nuestras vidas.
A mis
colegas médicos: les pido empatía, compasión y ternura. Humanicemos más aún
nuestra profesión.
A las
parejas de recién casados que pasan por mi consulta: les pido que mantengan
siempre viva la ilusión. Siempre hay cosas nuevas y bonitas por llegar; en
ocasiones hay que buscarlas.
A los papás
que han decidido separarse: pido para ellos serenidad, fuerza y luz para
iluminar su nueva vida con dos únicos objetivos: reencontrarse a ellos mismos y
garantizar la felicidad de sus hijos por encima de sus propios intereses.
A los
padres que han perdido un hijo: para ellos pido toda la fuerza y el amor del
universo para rehacerse.
A los
padres que no duermen por las noches: les pido paciencia. Todo pasa. Dormirán.
A los
padres de adolescentes les pido más comunicación y menos autoritarismo.
A los
abuelos que ahora crían de nuestros hijos, antes de nada: gracias. Y ahora pido
salud y sonrisas para ellos.
A los
adolescentes: ¡Qué difícil edad! Sólo os pido que os pongáis en el lugar del
que tenéis enfrente. De este modo nunca os equivocaréis en vuestras decisiones
o actuaciones.
A los niños
de padres separados: no juzguéis, no toméis partido. Vuestros padres os quieren
por encima de todo. Cuidad de los dos, por igual.
A los
padres que pasan 10 horas al día fuera de casa: os pido tiempo de calidad con
vuestros hijos, de calidad. ¡Tírate al suelo y juega con él!
A la madre
ama de casa abrumada por la crianza: pido calma y sosiego. No importa que la
casa no esté impecable. Cuida de tus hijos, cuida de ti misma. Reserva una hora
al día única y exclusivamente para ti, para hacer lo que a ti te gusta.
A mis hijos
les pido salud física y emocional, les pido que sean genuinos, luchadores,
generosos, compasivos y optimistas.
Y para mí,
queridos Reyes Magos, pido lo mismo que para mis hijos:
– Espíritu
luchador, me niego a mirar hacia otro lado.
Pido
pasión, no concibo mi vida sin ella.
Pido
generosidad con el mundo que me rodea.
Pido
optimismo para afrontar mis días con una sonrisa y con la valentía para seguir
luchando, pase lo que pase.
Porque
valiente no es el que hace puenting o se tira en paracaídas, valiente es el que
mira siempre a los ojos, el que se levanta cada mañana dispuesto a luchar por
lo justo, a dar lo mejor de él mismo. Valiente es el que toma decisiones sin
miedo, el que arriesga, el que no se esconde. Valiente es el que se cae y en
cada caída se rehace y se reconstruye y aún así, en ese estado a veces
resquebrajado, ayuda al que tiene a su lado.
¿Demasiadas
cosas, majestades? Quizá. De sueños, voy servida.
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