lunes, 21 de noviembre de 2016

Es noche de tormenta en nuestro pueblo...




Es noche de tormenta en nuestro pueblo.
El viento es fuerte y mueve los cacharros,
los platos, maceteros y hasta el cobre,
que cuelgan de la entrada de las tiendas.

No hay nadie levantado, pero todos
tienen perdido el sueño y se preguntan
si arreciará la ruina, si los fardos
que cubren las fachadas de los puestos
podrán tener a salvo la materia
que el fuego le engendró a la humilde arcilla,
o si, por el contrario, muy temprano
habrá que hacer limpieza y, sin demora,
volver a darle un orden al desastre
y abrir, una vez más sin su recuento,
la vida a su futuro pequeñito.

Adentro de la casa hay una calma
común que nos aúna en la tarea
de no otorgarle al miedo su tributo.
Y no hay más que decir, pues contra el viento
y contra todo lo imposible sólo vencen
los gestos diminutos y sagrados
que alivian la amargura cada noche
-sea noche de tormentas o de grillos-
con un silencio hermano que anticipa
la nueva luz que aguarda en la mañana.

Antonio Praena Segura

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