Por salvar la rosa
me he salvado yo:
No hay rosa de ayer
ni hoy,
sino la rosa de Dios.
Por salvar los vientos
me he salvado yo:
No hay vientos de sur ni norte,
Sino los vientos de Dios.
Por salvar las aguas
me he salvado yo:
No hay aguas de mar
ni ríos,
sino las aguas de Dios.
Por salvar la tierra
me he salvado yo:
No hay tierra de sol
ni umbría,
sino la tierra de Dios.
Por salvar los tiempos
me he salvado yo:
No hay tiempo de ayer
ni hoy,
sino el Eterno de Dios.
Puesto que lo quieres Dios,
sólo me importa
qué digo:
digo lo que quiere Dios.
Emilio Prados
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