jueves, 25 de octubre de 2012

La santificación






La evidencia objetiva, con solo ver el balance de placeres y sufrimientos en el mundo, parece que no justifica la creencia en un Dios absolutamente bueno. No obstante, esto ha sido la creencia casi universal. ¿Están todos locos? Bueno, supongo que uno puede creer eso si es un poco exclusivista. Pero quizá, como León Tolstoy, tenemos que aprender de los campesinos. En su autobiografía, lucha con el problema de la maldad. Vio que la vida tenía más sufrimiento que placeres y más maldad que bondad, y que por lo tanto al parecer no tenía significado. Se sintió tan desesperado que estuvo tentado a suicidarse. Dijo que no sabía cómo podría soportarlo. Desde luego, después dijo: "Espere un minuto. La mayoría de las personas lo hacen. Lo soportan. La mayoría de las personas tiene una vida que es más difícil que la mía y, sin embargo, la encuentran maravillosa. ¿Cómo lo logran? No con explicaciones, sino con fe". Lo aprendió de los campesinos y encontró la fe y la esperanza".

El sufrimiento desarrolla la santidad en personas no santas. Pero llegar ahí es doloroso, en la "lavandería" del Señor. Cuando uno usa un blanqueador para sacar las manchas, es un proceso duro. Liberarse de las arrugas es todavía más doloroso: el planchado es una combinación de calor y presión. ¡Ay! ¡Con razón duele el sufrimiento!

Dios tiene un final destinado para la humanidad: la santidad. Su meta exclusiva es la producción de los santos. El dolor quema mucha superficialidad.
El sufrimiento es un medio de purificación. "En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego" (1 Pedro 1.6,7).

El sufrimiento enseña la humildad , como en el caso de la actitud de Job hacia Dios (Job 50.1-5) o en el caso de Pablo que no le quito el aguijón para que no se exaltase sobremanera por las revelaciones que tenia.

El dolor también le enseña a uno la paciencia . Pablo escribió: "Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia" (Romanos 5.3).

También puede producir confianza en Dios. Hablando de las cosas que había sufrido en Asia, Pablo les cuenta a los corintios: "Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos" (2 Corintios 1.9).

Juan Simarro Fernández asevera que "trascender el sufrimiento es crecer. Aceptarlo con sentido es hacerse un gigante". C. S. Lewis escribió: "Dios nos susurra en nuestros placeres, habla en nuestra conciencia, pero grita en nuestros dolores; el dolor es su megáfono para despertar al mundo". Neruda exhorta: "aprende a convertir toda situación difícil en un arma para luchar".
No olvidemos que nuestra actitud ante el dolor tiene mucho que ver si lo sobrellevamos y salimos airosos o desmejoramos como ser humano. "Solo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos", escribió Dostoievski.


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