viernes, 27 de agosto de 2010

Suicidio y Misericordia Divina (4)




Por Ma. del Rosario G. Prieto Eibl


Esperar en la Misericordia Divina

La siguiente es un historia real, de la cual podemos reflexionar en el Amor Infinito de Dios y en Su Misericordia.

En Francia, un pueblito llamado Ars, que era hace mucho tiempo como un ranchito, un lugar pequeño y sencillo, creció mucho y se convirtió en una gran ciudad, pues entre otras cosas, vivía ahí un Cura, ahora el renombrado y conocido “Cura de Ars”.

Este Cura, no era un Cura común y corriente, era un Cura al que Dios le concedió tener visiones, incluso conocer los pecados de las personas antes de que ellos los expresaran, por lo cual se hizo famoso y mucha gente empezó a ir a confesarse con él. En una ocasión, una mujer humilde, llegó con lágrimas en los ojos, angustiada y desolada a buscar al Cura, ella, se sentía abrumada por su pena ya que su marido se tiró de un puente, se había suicidado. Al lograr ver al Cura, le contó su dolor y su angustia, le dijo que su esposo se había suicidado y que los que se suicidan ofenden gravemente a Dios y se condenan.

El Cura, con voz firme y tierna a la vez, le dice a la mujer: “No temas, tu marido no se condenó”. La mujer asombrada, perpleja, confundida, le dice al Cura incrédula: “Pero mi marido se suicidó, se quitó la vida y sabemos que solo Dios es Dueño y Señor, él lo ofendió gravemente y murió cometiendo pecado”.

El Cura, tomó su mano, la miró a los ojos y le dijo: “En verdad no temas, tu marido no se condenó. Entre el puente y el río cabe la Misericordia de Dios”. La mujer, después de estas palabras, se fue tranquila, dando gracias a Dios por el milagro de amor que había realizado en su esposo, pues en verdad, que su Misericordia es infinita.

¡Que historia tan maravillosa! No cabe duda que el Amor de Dios es infinito, es inmenso y que su misericordia tiene sus caminos, no podemos querer aplicar nuestros criterios humanos pues para Dios no hay tiempo, ni hay imposibles y El lo que quiere es que toda alma se salve.

Y es que, objetivamente el suicidio es el acto voluntario de matarse directamente. De acuerdo al 5to. Mandamiento: “No matarás”, es un grave pecado contra la ley natural y la ley revelada. El suicidio viola el derecho de Dios quien es el dueño exclusivo de la vida humana. Solo Dios puede dar y quitar la vida.

Sin embargo, para que un acto sea pecado requiere, además de materia de pecado, que se tenga conocimiento de lo que se hace e intención de hacerlo. No podemos juzgar a ciencia cierta la condición mental de quien se suicida. Tampoco sabemos cual fue su último pensamiento, pues el interior de la persona nadie lo conoce ¿se habrá arrepentido mientras estaba moribundo en el último instante de su vida? Recordemos que “entre el puente y el río cabe la Misericordia de Dios”, así, entre el gatillo de una pistola y la persona, entre la soga y el banco, entre las pastillas y la persona... Dios nunca deja solo a nadie.

La condenación de un alma se da por el desprecio a Dios, por el rechazo a Dios; el que se suicida en general no rechaza a Dios, sino que busca erróneamente la muerte como un medio para liberarse de un mal que le aqueja y en medio de su angustia y confusión toma una decisión con una libertad limitada que no le permite ver con claridad la verdadera dimensión de ese acto, es decir, ve el suicidio como la única manera de liberarse de ese mal que tanto le lacera. El suicida, por tanto, comete un acto grave, pero al no ejercer su plena libertad los elementos que constituirían una culpa grave se ven disminuidos, por tanto, no tiene una culpa grave.

Es por eso que debemos orar por los que se suicidan y encomendarlos a la infinita misericordia de Dios.

Con el paso del tiempo se ha estudiado y profundizado cada vez más en como la libertad se ve afectada gravemente por dramas y crisis emocionales, hechos como la depresión, la angustia, la soledad, la violencia, el dolor, la frustración, y demás (mencionados anteriormente) afectan los actos libres.

“...Trastornos psíquicos graves, la angustia, o el temor grave de la prueba, del sufrimiento o de la tortura, pueden disminuir la responsabilidad del suicida.” CIC, no. 2282.



http://www.encuentra.com/articulos.php?id_sec=144&id_art=3351

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