jueves, 25 de diciembre de 2008

Un esfuerzo sobrehumano para sostener tus miembros.


...Jesús implora al Padre que nos envíe el Espíritu, el Consolador que nos une a Él. Comulgando con el Amor trinitario, nos transformamos en un sólo cuerpo, en el que todos los miembros son solidarios. Es la conciencia de esta solidaridad la que hace surgir una oración como la que está a continuación, compuesta durante la guerra en un campo de batalla:

(...) Cuando te veía regresar, camarada,
todas las tardes,
encadenado, marchando con pie dolorido.
Y que entonces se te volvía a poner otros hierros en los pies,
Cuando veía tus grandes ojos serenos
con un fondo de tormento,
te miraba con espanto,
presentía algo horrible
hasta el día en que deslizaste en mi oído
esa torsión de pies y de miembros.
Y esa angustia una tarde en que sentías
que tu secreto estaba por salir de tus labios
(Ellos vinieron para intentar sacártelo
en la noche como ladrones y bandidos)
y tu espantoso secreto de soldado.
Ante aquello que tanto temías como traición,
y tentación de suicidio,
y el amor de tu mujer y de tus gozos.
que jamás había comprendido cómo esa tarde allí,
lo que debía ser la oración por otros
como un esfuerzo sobrehumano
para sostener tus miembros
Oh Cristo, fiel hasta la muerte


“Líbranos del mal (líbranos de ese o aquel mal). Esta petición no debe ser ninguna clase de gemido. Ella debe ser un grito atrevido y fuerte, lleno de confianza. Ella debe ser la proclamación de nuestra entrada en combate a los flancos de Jesucristo.



...“Pues Jesús, y su Padre, y su Espíritu combaten. Dios no es un espectador impasible de nuestras luchas, sentado en un trono lejano. Él se mezcla en nuestro esfuerzo. Dios respeta la libertad de los hombres, y en consecuencia, puede parecer vencido, herido y aún (en tal o cual alma) matado en el curso de la batalla, mas es a Él a quien pertenecerá la victoria. La Escritura habla algunas veces como si Dios sufriera lo que nos sucede. Existe, en efecto, un sufrimiento divino. De ninguna manera en el sentido que la esencia divina pueda ser disminuida o violentada por un suceso cualquiera. Dios no “sufre”. Pero Él puede voluntariamente tomar sobre sí nuestros sufrimientos y asimilarlos a sí mismo, penetrarlos, transfigurarlos, incorporándolos y así produciendo un cambio en ellos, como el agua del cáliz, mezclada con el vino, se transforma también ella en Sangre de Cristo. (...)



...“¡Líbranos del mal! Esta es la oración que sube hacia Dios de todos lados. Las multitudes postradas que tienen hambre y frío, los refugiados, los niños que mueren faltos de atención, los prisioneros, los detenidos de los campos de concentración, los afligidos, los pecadores, los asesinos, los ladrones, los prostitudos – todos desean, en su mayor parte conscientemente, algunos inconscientemente, ser librados del mal. Muchos de ellos no saben a quien dirigir la aspiración de su corazón. Nos corresponde a nosotros el darle una expresión a esta oración que se desconoce”.



Fuente: http://oriente-cristiano.blogspot.com/2008/11/la-oracin-de-intercesin-lisabeth-behr.html

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