Vete a encontrar un sacerdote.
Testimonio de DOLFO RETTÉ (1863-1930), gran escritor, poeta y periodista francés.
Él nos cuenta: “Apenas llegado a la edad adulta, llegué a ser ateo convencido, un materialista militante. Me uní a los enemigos de la religión y tomé parte en todas sus acciones abominables. Desde los 18 años, comencé un período de locuras y desórdenes, de los cuales me horrorizo y reniego de todo corazón… En todas partes de Francia sembraba el odio a
Pero estaba insatisfecho consigo mismo. Un día de 1905, se fue a dar un paseo por el bosque y se puso a leer los primeros cantos sobre el purgatorio de
Aquella misma tarde, le va a visitar un escritor, amigo suyo, que estaba dudando de regresar a
Sigue con sus luchas internas. Un día, en sus paseos por el bosque, piensa en los científicos y en los filósofos que, para explicar el universo, dan diversas hipótesis, que vienen continuamente descartadas por otras nuevas; sin embargo, la enseñanza de
Apenas pronunció estas últimas palabras, sintió una liberación y una gran paz de espíritu. Hubiera querido correr a un sacerdote para abrirle su alma, pero tenía miedo, vergüenza y temor de enfrentarse con la verdad.
En 1906, regresó a París y comenzó a frecuentar los salones mundanos, pero se sentía insatisfecho, vacío y triste por dentro, hasta el punto que la idea del suicidio le rondaba cerca. Una tarde, decide entrar en la catedral Notre Dame, que estaba casi desierta, pero se queda en la puerta y dice: Dios mío, ten piedad de mí, aunque sea un grandísimo pecador. Ayudadme.
En septiembre de 1906, visita el santuario de Cornebiche y le dice a
Regresa a París y otro poeta y escritor amigo suyo y ferviente católico, Francisco Coppée, lo lleva a visitar a un sacerdote de Saint Sulpicio. Era un sacerdote anciano, con los ojos llenos de luz y con el rostro sereno y amablemente sonriente, con el cual se confesó. Era el 12 de octubre de 1906.
Al regresar a su casa, se sentía liberado y exclamó antes de acostarse: Madre de mi Dios, me confío completamente en vuestras manos. Presentad mi alma a vuestro Hijo. A partir de ese momento, su vida se convierte en un canto de alegría. Y después de su primera comunión, dice: “¿Por qué no se puede detener el tiempo en esta hora solemne de calma e inocencia? Después de mi primera comunión, vivo en una especie de sueño luminoso. Todos mis pensamientos son para el Señor. Veo el universo con nuevos ojos. Había encontrado la paz, que tanto necesitaba, sin la cual no podía ser feliz”.
En 1907, escribió el relato de su conversión con el título Du diable a Dieu (Del diablo a Dios). En su libro Milagros de Lourdes, manifiesta un gran amor por María, nuestra Madre.
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