martes, 7 de septiembre de 2010

Un cuento de Gilbert Cesbron (1913-79)




“Un viejo en un jardín”, sintetiza plásticamente el sentido de la paternidad de Dios. Mientras un viejo Papa (¿Juan XXIII?) pasea por el jardín de un lugar indeterminado, aparece un joven de una cerca amenazándolo de muerte. Es delgado, tiene el pelo en desorden y está desesperado. Ambos se enfrentan. “Somos el Amor y nuestra única misión es divulgar el Amor”, dice el Papa con toda tranquilidad. El joven se declara perdido porque “ya no cree ser amado por nadie y por consiguiente ya no sabe amarse a sí mismo”. Durante un dramático coloquio, el desconocido saca un puñal con la intención de herir al Papa, pero dirige el arma contra sí mismo. El viejo levanta en sus brazos el cuerpo inerte, lo carga en la espalda, “como el pastor de ayer”, gritando a los cardenales: “¡Aún vive!... ¡Rápido! Rápido”, mientras corre la sangre por su traje inmaculado[35].
¿Es posible “imaginar” a Dios? Cesbron lo “imagina” como padre, con los brazos abiertos para levantar y acoger, en nombre del Amor que es Él, a los desesperados de la tierra.

CESBRON, “Un viejo en un jardín”, en Ragazzi dai capelli grigi (Muchachos de pelo gris), Milán, Massimo, 1969, 109.


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