Dichoso
el que un buen día sale humilde
y se
va por la calle, como tantos
días
más de su vida, y no lo espera
y, de
pronto, ¿qué es esto?, mira a lo alto
y ve,
pone el oído al mundo y oye,
anda,
y siente subirle entre los pasos
el
amor de la tierra, y sigue, y abre
su
taller verdadero, y en sus manos
brilla
limpio su oficio, y nos lo entrega
de
corazón porque ama, y va al trabajo
temblando
como un niño que comulga
mas
sin caber en el pellejo, y cuando
se ha
dado cuenta al fin de lo sencillo
que ha
sido todo, ya el jornal ganado,
vuelve
a su casa alegre y siente que alguien
empuña
su aldabón, y no es en vano.
Claudio
Rodríguez
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