A D.
Ramón del Valle-Inclán
Hacia
Madrid, una noche,
va el
tren por el Guadarrama.
En el
cielo, el arco iris
que
hacen la luna y el agua.
¡Oh
luna de abril, serena,
que
empuja las nubes blancas!
La
madre lleva a su niño,
dormido,
sobre la falda.
Duerme
el niño y, todavía,
ve el
campo verde que pasa,
y
arbolillos soleados,
y
mariposas doradas.
La
madre, ceño sombrío
entre
un ayer y un mañana,
ve
unas ascuas mortecinas
y una
hornilla con arañas.
Hay un
trágico viajero,
que
debe ver cosas raras,
y
habla solo y, cuando mira,
nos
borra con la mirada.
Yo
pienso en campos de nieve
y en
pinos de otras montañas.
Y tú,
Señor, por quien todos
vemos
y que ves las almas,
dinos
si todos, un día,
hemos
de verte la cara.
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