Déjame
que te hable, en esta hora
de
dolor, con alegres
palabras.
Ya se sabe
que el
escorpión, la sanguijuela, el piojo,
curan
a veces. Pero tú oye, déjame
decirte
que, a pesar
de
tanta vida deplorable, sí,
a
pesar y aun ahora
que
estamos en derrota, nunca en doma,
el
dolor es la nube,
la
alegría, el espacio;
el
dolor es el huésped,
la
alegría, la casa.
Que el
dolor es la miel,
símbolo
de la muerte, y la alegría
es
agria, seca, nueva,
lo
único que tiene
verdadero
sentido.
Déjame
que, con vieja
sabiduría,
diga:
a
pesar, a pesar
de
todos los pesares
y
aunque sea muy dolorosa, y aunque
sea a
veces inmunda, siempre, siempre
la más
honda verdad es la alegría.
La que
de un río turbio
hace
aguas limpias,
la que
hace que te diga
estas
palabras tan indignas ahora,
la que
nos llega como
llega
la noche y llega la mañana,
como
llega a la orilla
la
ola:
irremediablemente.
Claudio
Rodríguez
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