Padre nuestro, que ves nuestro
dolor,
nuestro llanto, nuestras dudas, nuestros
miedos
a la muerte, a la angustia, a
las sombras de la nada,
lo mismo que Jesús en el
Gólgota, en el huerto...
Ya sabes que esperamos tus
abrazos
y los abrazos vivos de todos
nuestros muertos
cuando el mundo dé el salto
hacia su cumbre,
cuando venga sobre todos la
gracia de tu reino.
Danos el pan de la esperanza
cotidiana
y perdona nuestros pasos
torcidos
nuestros pasos tan lentos,
que tantas tentaciones y males
nos retrasan.
Por eso te decimos con gozo y
confianza:
Padre nuestro.
Autor: Víctor Manuel Arbeloa
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