El gran
médico Maimónides visitaba enfermos pobres, gratuitamente. Un día se presentó
uno, ya habitual, con un horrible carácter. Se le citó para el día siguiente y
el hombre, lleno de cólera, buscó vengarse.
Un día
en que el médico acompañaba al rey en su carroza, les salió al encuentro aquel
hombre vengativo y profirió insultos contra el Maimónides,
contra su fe y contra su religión...
El
monarca no aguantó más. Ordenó a Maimónides que le arrancara -
a aquel insolente y desagradecido- su corazón.
De
vuelta a casa, Maimónides buscó al pobre. Le dio dinero. Le hizo
llegar cada día la leche que tenía que tomar; le pagó el alquiler de la casa y
le regaló los medicamentos que necesitaba. Y el hombre iracundo... se ablandó, cambió.
Pasado
un tiempo, el rey iba en su carroza y le acompañaba el médico Maimónides y les
salió al encuentro el mismo sujeto. Esta vez comenzó a proferir alabanzas y
bendiciones sobre Maimónides y su religión...
-
¿No es éste el que te insultó y lo que te ordené le arrancan el corazón?
- Sí, mi
señor rey -respondió Maimónides.
- ¿Por
qué no obedeciste, no cumpliste mi orden?
- Mi
señor, sí he cumplido lo que me ordenaste. Le he despojado de un corazón
amargado, insolente, lleno de rencor y le he dado un corazón
bondadoso, lleno de paz, y de bien.
El rey
miró a su médico Maimónides. Se echó a reír, y añadió:
- ¡Así que también se puede operar sin bisturí... el corazón!
- ¡Así que también se puede operar sin bisturí... el corazón!
Autor: José María Alimbau
Título
original. Operar el corazón... sin bisturí
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Todos los comentarios son bienvenidos, este es un espacio de escucha y oración.