“El suicidio es una eventualidad angustiosa y dura
pero relativamente frecuente”. La frase corresponde a José Guimón,
médico psiquiatra de Avances Médicos, S.A. (AMSA) y coordinador del
curso de formación organizado por la Fundación de
Estudios Sanitarios-Osasun Ikaskuntza Fundazioa bajo el lema “El
suicidio y la urgencia”. Guimón asienta esta sentencia en datos sólidos,
reales. “Hasta un diez por ciento de la población tiene ideas muy
repetidas de suicidio. Esto significa que todos ellos
lo intenten pero sí que la tendencia está ahí, latente. En realidad
sólo una pequeña parte llega a la tentativa de suicidio”.
La OMS habla de una media de 190 tentativas de
suicidio por cada 100.000 habitantes y de una consumación de 15 de ellos
aunque los números fluctúan. Por ejemplo, en EE.UU. lo logran 12 de
cada 100.000 mientras que en algunos países nórdicos
esa consumación alcanza a los cien suicidas.
El médico psiquiatra puntualiza que las tentativas
son más frecuentes en mujeres que en hombres, si bien es el género
masculino quien tiene más “éxito” a la hora de consumar la acción. La
estadística aclara que la franja de edad de mujeres
que va entre los 15 y los 24 años y de hombres entre los 25 y los 34
años recogen el mayor índice de primeros intentos.
Desde la consideración de que la inmensa mayoría de
quienes intentan suicidarse acaban siendo tratados en hospitales
generales por médicos de Atención Primaria, Guimón apunta una serie de
parámetros que han de tenerse en cuenta para su
tratamiento de urgencia. “En primer lugar, claro está, salvarle la vida
al paciente. Curarle la herida, reanimarle, hacerle un lavado de
estómago… ¡Lo que sea! Hay que considerar que el 80% de quienes intentan
suicidarse escogen la vía de la intoxicación por
medicamentos, quizás porque resulte la fórmula menos violenta de
todas”.
Guimón habló sobre la existencia de mitos falsos
como el del “perro ladrador poco mordedor”. Quien anuncia que quiere
suicidarse acabará intentándolo. No es el único punto a tener en cuenta.
Existen también la corriente que apunta a que
algunos suicidas buscan llamar la atención, manipulan y manejan a su
entorno para que éste les haga caso. Hay que tener mucho cuidado con
estas cuestiones. Es cierto que en ocasiones puede darse algún episodio
de este tipo, pero no lo es menos que también
intentan suicidarse y que, en un porcentaje, lo consiguen.
La teoría de que algunas conductas suicidas son
hereditarias no pertenece al mundo de los mitos sino de las realidades.
Existen algunas enfermedades depresivas y esquizofrénicas en las que se
detectan niveles bajos de serotonina, una sustancia
que está relacionada con las tendencias suicidas y cuya ausencia
predispone al mismo. En el caso, sobre todo, del trastorno bipolar
(enfermedad hereditaria), estos niveles bajos se acucian en la fase
depresiva y eso hace que se hayan detectado cuadros de familias
con numerosos antecedentes suicidas.
Por todo ello, los médicos de Atención primaria
deben valorar factores de predicción y establecer un contacto de empatía
con el suicida que ingresa en urgencias.
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