Todo
fue así: tu voz, tu dulce aliento
sobre
un trozo de pan que bendijiste
que en
humildad partiste y repartiste
haciendo
despedida y testamento.
"Así
mi cuerpo os doy como alimento..."
¡Qué
prodigio de amor! Porque quisiste,
diste
tu carne al pan y te nos diste,
Dios,
en el trigo para el sacramento.
Y te
quedaste aquí, patena viva;
virgen alondra que le nace al alba
de
vuelo siempre y sin cesar cautiva.
Hostia de nieve, nube, nardo, fuente;
gota
de luna que ilumina y salva.
Y todo
ocurrió así, sencillamente.
Sencillamente,
como el ave cuando
inaugura,
de un vuelo, la mañana;
sencillamente,
como la fontana
canta
en la roca, agua de luz manando:
sencillamente,
como cuando ando,
como
cuando Tú andabas la besana,
cuando
calmabas sed samaritana
cuando
te nos morías perdonando.
Sencillamente.
Hora de paz. ¡Qué leves
tus
manos para el pan, para el amigo!
Cena
de doce y Dios. Noche de Jueves.
Y era
en Jerusalén la primavera.
Y era
blanco milagro ya aquel trigo.
Sencillamente:
"Éste es mi cuerpo". Y era.
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