Una experta en enfermedades mentales revela su lucha
personal
“Estaba
en el infierno”
Linehan
aprendió sobre la principal tragedia de su grave enfermedad mental de la manera
más dura: golpeando su cabeza contra la pared de un cuarto de aislamiento.
Marsha
Linehan llegó al Institute of Living el 09 de marzo de 1961, a la edad de 17
años, y rápidamente se convirtió en la única ocupante del cuarto de reclusión
de la unidad conocida como Thompson Two, destinada a los pacientes más
severamente afectados. El equipo no tuvo alternativa, la chica normalmente se
agredía a sí misma quemándose las muñecas con cigarrillos, tajándose los
brazos, las piernas y el vientre, valiéndose de cualquier objeto cortante que
pudiera tomar.
El
cuarto de aislamiento era una pequeña celda con una cama, una silla y una
diminuta ventana enrejada. Pero el estar allí sólo profundizó su necesidad de
morir, y Marsha se dedicó a hacer lo único que para ella tenía sentido en ese
entonces: golpear su cabeza contra la pared y, posteriormente, contra el piso.
Con fuerza.
“Mi
experiencia en tales episodios era como si alguien más me lo estuviera
haciendo. Era como: ‘Sé que está viniendo y no tengo ningún control; que
alguien me ayude. Dios mío, dónde estás?’ Me sentía totalmente vacía, me sentía
como el Hombre de Hojalata. No tenía manera de comunicar lo que me estaba
pasando, no tenía forma de comprenderlo”, expresa.
Su
infancia en Tulsa, Oklahoma, proporcionó algunas pistas. Excelente estudiante
desde temprano y naturalmente dotada para el piano, era la tercera de seis
hijos que tuvieron un petrolero y su esposa, quien era una sobresaliente mujer
que hacía malabares con el cuidado de sus niños, la Junior League y los eventos
sociales en Tulsa.
Linehan
aprendió sobre la principal tragedia de su grave enfermedad mental de la manera
más dura: golpeando su cabeza contra la pared de un cuarto de aislamiento.
La
gente que conoció a los Linehan en aquel entonces recuerda que la precoz
tercera niña con frecuencia tenía problemas en su hogar, y la Dra.
Linehan recuerda sentirse profundamente inadecuada en comparación con sus
atractivos y exitosos hermanos. Pero cualquiera haya sido la corriente de
aflicción corriendo bajo la superficie, nadie se percató de ello hasta que
quedó postrada a causa de dolores de cabeza durante el último año de la
secundaria.
Su
hermana menor, Aline Haynes, recuerda “Esto era Tulsa, en los sesenta. No creo
que mis padres hayan tenido idea sobre qué hacer con Marsha. En realidad nadie
sabía qué enfermedad mental era.”
Prontamente
un psiquiatra local recomendó que permaneciese en el Institute of
Living hasta dar con el problema de fondo. Allí, los médicos le dieron
el diagnóstico de esquizofrenia, le suministraron dosis de torazina, librium y otras
drogas muy fuertes, como así también muchas horas de análisis freudiano;
también la sujetaron para realizarle tratamientos de electroshock: 14
veces la primera vez y 16 la segunda, según los registros médicos. Nada cambió,
y la paciente pronto volvió a la reclusión del ala cerrada.
“Todos
estaban aterrorizados de acabar allí”, dijo Sebern Fisher, una paciente que
llegó a ser amiga íntima de Marsha. Pero sin que importara su entorno, la Sra.
Fisher agrega “ella era capaz de cuidar con mucha atención a otra persona. Su
pasión era tan profunda como su soledad.”
Un
sumario de alta, fechado el 31 de mayo de 1963, consigna que “en 26 meses de
hospitalización, la señorita Linehan fue una de las pacientes más perturbadas
de la clínica durante gran parte del tiempo.”
Un
verso que la turbada chica escribió en ese entonces dice:
They
put me in a four-walled room
But
left me really out
My
soul was tossed somewhere askew
My
limbs were tossed here about
Mientras
golpeaba su cabeza en dondequiera que estuviese, la tragedia permanecía. Nadie
sabía lo que le sucedía, y por eso el cuidado médico solo lo hizo peor.
Cualquier tratamiento verdadero no tendría que haberse basado en la teoría,
concluyó posteriormente ella, sino en los hechos: qué emoción precisamente
lleva a un pensamiento que conduce luego a un acto siniestro Se tendría que
quebrar esa cadena y enseñar una nueva conducta.
“Estaba
en el infierno. E hice una promesa: cuando salga, regresaré y sacaré a otros de
aquí”, afirma.
CONTINUARÁ…
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