Tengo experiencia en suicidio. Durante diez años formé parte
del personal del primer centro mundial de prevención del suicidio, en Viena. El
suicidio provocado por la depresión constituye uno de los tres aspectos de lo
que me parece ser la neurosis colectiva en la actualidad. Normalmente me
refiero a este síndrome neurótico masivo como el síndrome del "taxi".
En una ocasión me invitaron a una universidad en Atlanta, Georgia, para dar una
conferencia titulada "¿Está loca la nueva generación?". Allí tomé un
taxi para ir a la universidad, y el conductor me preguntó a qué iba a ese
plantel. "Acabo de llegar de Viena y tengo que dar una conferencia".
"¿Sobre qué tema es su conferencia?". "¿Está loca la nueva
generación?" -le dije-. Él rió y yo le propuse, "Yo me hago cargo del
taxi y usted de la conferencia". Él dijo: "Sí, podría hacerlo".
Le pregunté: "Dígame una cosa: ¿está loca la nueva generación?".
"Por supuesto". ""¿Por qué?". "Porque se
suicidan, se matan unos a otros y, en tercer lugar, consumen drogas". En
una sola frase había sintetizado la neurosis colectiva del momento: la
depresión, la agresión y la adicción a las drogas. Descubrí que el verdadero
origen de todo eso es una sensación de carencia de sentido. La gente recurre a
las drogas, se suicida y comete crímenes. No pretendo decir que todos los casos
de suicidio o intentos de quitarse la vida se deban a una carencia de sentido;
pero sé efectivamente que si alguien tiene que enfrentar dificultades,
conflictos familiares, desempleo o cualquier crisis en la vida, corre riesgo de
suicidarse si no tiene un argumento para seguir adelante. Al considerar el suicidio,
la persona se dice en último término "¿Por qué no? Nada lo impide".
Sin embargo, si hay un sentido y se siente responsable, preferirá seguir
adelante.
Por Víktor Frankl. El hombre en busca de sentido
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