viernes, 21 de agosto de 2015

FE



No me digáis que el hombre es sólo el hombre.
Haría falta fe para creerlo.
Una gran fe, difícil y abundante:
esa fe de creer en lo que vemos.

Yo no tengo la fe de los que dicen
que Dios no existe, pero existen ellos,
y se miran y afirman: esto es todo,
y son su claro y único argumento.

Han bajado a las cuevas de sus frentes
iluminados por el pensamiento.
No estaba Dios. Nos han tranquilizado:
bajad sin esperanzas y sin miedo.

El hombre es hombre y nada más que hombre,
por estos, y por estos, y por estos
seguros raciocinios. Hablan claro,
y explican el porqué de cada hueso.

Algunos tienen fe, y se lo creen
incluso testifican con los muertos.
No hay que pensar ¿de dónde hemos venido?
si está claro hasta dónde descendemos.

Pero yo, no. Yo, no. La fe que tienen
no llega a mí. Me falta. Yo no creo.
No sé, no sé, ni sabe nadie. Nadie.
Lo testifico yo con el misterio.

El misterio es seguro. Existe. ¡Mira!
Tapa mis ojos y me deja ciego.
Cierra mi boca con su tacto oscuro.
Es la mano de Dios.
Y yo la beso.


Javier de Bengoechea

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