Quise morirme; pensé suicidarme pero el Señor Jesús me salió al encuentro... y ahora vivo
domingo, 21 de junio de 2015
La oración del alba
Señor:
Te pido ahora que me dejes
bajar de esta mi torre de marfil; de la altísima
torre a donde, sola y callada,
Sin volver la cabeza subí un día:
un día de esos en que siente uno
yo no sé qué nostalgia de alas...
Una fina
tristeza se me ahonda
despacio... la tristeza de las cimas.
Quiero bajar, Señor,
quiero bajar en paz.
Inclina
más mi frente –esta frente siempre alta...-
Suaviza
y distingue mis manos que, de tanto
no querer asir nada, están un poco rígidas...
Inclíname la frente alta y devuélvele
a tu tierra mi mirada perdida.
¡Ay!, miré demasiado las estrellas...
No hay que mirarlas tanto:
Con tus manos heridas
sosténme en la bajada un poco triste
y dime qué palabra se le dice a la hormiga,
a la yerba del campo, al que está triste,
al que tiene las manos manchadas...
La sencilla palabra, Dios mío...
Ayúdame a disimular esta repulsión instintiva
hacia las cosas feas y concédeme
la comprensión.
Yo quiero comprender...
¡Qué exquisita
gracia la de saber que todo está
bien! ... La de entender la armonía
de lo inarmonioso.
Yo quiero
comprender y amar
-¡quisiera besar la herida
de un leproso y que él no supiera nunca
cuánto el beso me costaría!...-
Dame la buena voluntad;
dame más suavidad para la vida...
yo no quiero que sepan que estoy triste,
yo quiero comprender y amar; yo quiero
que la palabra dura que alguien diga
no vaya a oscurecerme
la mirada limpia.
Dame, Señor, un buen olvido
para las pequeñas
injusticias de cada día;
dame que la mentira y la torpeza
no puedan ya quitarme la sonrisa.
Dame valiente el corazón, segura
la mano, el pie incansable y el amor...
¡Bien vendría
ahora un poco de serenidad
y otro poco de fe...! Me quedo tan sombría,
tan callada a veces...
Amanece en la vaga lejanía:
Bajaré de la torre de marfil,
y dejaré mi luna lila
y mi soledad y mi ensueño...
El polvo vuelve al polvo:
Me perderé un buen día
por los caminos de la tierra, y si un minuto
el desaliento me domina,
nadie vea mi desaliento
y todos vean mi sonrisa.
Y mi sonrisa sea fuente,
y flor, y ala, y venda... ¡Y sonrisa!...
¡Por los caminos de la tierra;
por los caminos de la tierra,
como san Francisco quería!
Dulce María Loynaz
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