miércoles, 23 de octubre de 2013

“La hija del sastre” de Juan Carlos Mestre






Hoy 18 de julio martes setenta y cinco aniversario del golpe de estado de Caín
En la televisión las locutoras hablan con tranquilidad de los cometas que pasan rozando la Tierra cada diez mil años
Hacia esta misma hora en León ya ha sido detenido el alcalde Miguel Castaño y los pantanos que aún no esperaban lluvias del tiempo futuro han comenzado a llenarse de sangre del tiempo pasado
Donde termina la provincia hay un castillo con su conde y hay un pueblo dividido por dos ríos y no es necesaria ninguna otra información geográfica
Son las tres de la tarde delante de su almacén de coloniales el comerciante Emilio Silva observa dos criaturas que juegan a descargarse oro en los ojos
Son la hija del sastre y el hijo del panadero
La miel entra en los caramelos y los muchachos comienzan a oír la canción de las estrellas que al atardecer se atolondran en la oscuridad
Ella dijo y él dijo y ambos se dijeron no hay ningún otro camino que nos lleve al mar
Los ríos cambian de pie y las aguas regresan a la montaña
La única música es el canto de las abejas camino de los colmenares
Las cosas que pasaban eran casi todas las cosas que pasan en un pueblo que no aparece en las esferas del mundo
En la alameda los fumadores encienden sus cigarrillos para ser vistos desde las estrellas
La Luna le da la mano al Sol y los antepasados siguen con la conversación bajo los cerezos
Nadie supo nunca imaginar algo así
Los árboles marchan sin dirección a tomar el desvío hacia los paisajes del arrepentimiento
Los verdugos dejan de comer tocino, a las fuentes se les seca la boca
Es septiembre y la tarde tiene el color de la uvas, será monja o será fraile preguntan los dedos que abren el capullo de las amapolas
El último día del verano fusilan al alcalde de Villafranca del Bierzo, Antonio Gabelas y los pensamientos que ya no existen dijeron: Será mejor que te calles
La última mirada se da la vuelta en la ventana de la casa de enfrente
Las mujeres no están preparadas para la inquietud, los amantes no están preparados para el remordimiento, los niños no están preparados para la congoja
La voz se lava las manos, la decisión se lava las manos, los caciques se lavan las manos
Ladran los perros de caza, se esconden los perros de caza, su mirada se inclina como la cabeza de un enfermo
El que oíamos cantar se deja de sentir como dedos que se duermen
Aquellos que no conocíamos salen de cualquier parte dispuestos a permanecer para siempre
Y lo que sucede en un lugar comienza también a suceder en otro como si se borrara un sueño
El sastre termina de hilvanar el traje que su compadre ya no podrá recoger
No se sabe dónde lo han llevado y los días que ya no existen volverán a decir: Será mejor que te calles
En abril del 41 Antonio Abella, vecino de Paradaseca, muere en Mauthausen
Y José Mestre desaparece el primero de febrero del 42 en el campo de exterminio de Gusen
Pasan los inviernos y los veranos que ya no existen seguirán repitiendo: Será mejor que te calles
Sesenta y cuatro años después de la insurrección fascista el nieto de Emilio Silva dueño del almacén de coloniales La Preferida en Villafranca del Bierzo encontrará la fosa de su abuelo en una cuneta a la entrada del pueblo de Priaranza
Según el evangelio de Natan Zach, cuando Dios dijo por primera vez hágase la luz, quiso decir que no quería estar a oscuras
La hija del sastre se inclina sobre la máquina, sus puntadas recorren kilómetros y todo camino interminable se hace más pequeño
La noche se llena de lámparas, hablan con las hojas doradas que aún tienen la cocina encendida
El pelirrojo acebo le dice al espino: Será mejor que te calles Ella dijo y él dijo y ambos se dijeron barrio triste escaparates donde las personas miraban el tiempo el cielo el viento en línea recta de la carretera
El sol vino a acostarse en los retales, el humo volvió a entrar en las chimeneas, la corriente eléctrica regresa a la oscuridad, abre la puerta, salta en el mundo
Se entierran las palabras que esperaban a alguien, se desentierran como niños vivos
Y se va el otoño y regresa la primavera y los cometas pasan
rozando la Tierra una vez cada diez mil años.

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