miércoles, 5 de diciembre de 2012

EL MUCHACHO Y LA ANCIANA





Cada domingo, después del servicio religioso, un Reverendo y su hijo de 11 años solían recorrer la ciudad distribuyendo copias de los Evangelios.


Cierto domingo llovía a cántaros y hacía muchos frío, el muchacho se abrigó y le dijo a su padre: “Papá, ya estoy listo”.


¿Listo para qué? 


Para hacer nuestra ronda por las calles. 


Hijo, hace frío y llueve mucho. 


Papá, ¿acaso la gente no va al infierno cuando llueve? 


Hijo, yo no voy a salir con este tiempo. 


Papá, ¿puedo ir yo? 


Después de pensarlo un rato le dio las copias y lo dejó ir.


El muchacho recorrió las calles, llamó a las puertas y repartió las copias de los Evangelios. Cuando sólo le quedaba una llamó a una puerta con todas sus fuerzas, esperó y al cabo de un largo rato apareció una anciana en la puerta.


“¿Qué deseas, muchacho? Le preguntó.


Con una gran sonrisa le dijo: “Señora, siento haberla molestado, pero sólo quiero decirle que Jesús la quiere mucho. He venido a traerle el Evangelio que le anunciará a Jesús y su gran amor. Y desapareció entre la lluvia.


El domingo siguiente el Reverendo preguntó desde el púlpito: ¿Alguien tiene un testimonio o algo que decir?


Una anciana sentada en el último banco se levantó y dijo:


“Ninguno de ustedes me conoce. Nunca he visitado esta iglesia. Ni siquiera era cristiana. Vivo sola. El domingo pasado triste y cansada de la vida decidí coger una soga y una silla para suicidarme. Con el nudo alrededor de mi cuello y a punto de saltar de la silla oí los golpes que aporreaban mi puerta y me dije: esperaré un poco. ¿Quién puede ser? Nadie llama a mi puerta y nadie me visita.


Cuando abrí la puerta un muchacho angelical con una gran sonrisa me dijo: Señora, he venido a decirle que Jesús la quiere de verdad.


Me entregó los evangelios y desapareció.


Cerré la puerta y me puse a leer con calma los Evangelios. Y como la dirección de esta iglesia está en el libro he venido para dar las gracias al ángel que el Señor me envió para mi salvación.


Entre lágrimas y aplausos el Reverendo bajó del púlpito y abrazó a su hijo que estaba sentado en el primer banco.


http://www.parroquiaelpilarsoria.es/elmuchachoylaanciana.htm

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