martes, 5 de julio de 2011

¿Aún dudas del Plan de Dios para tí?


No puedo empezar mi testimonio, sin antes aclarar algo: Dios jamás, j-a-m-á-s se equivoca. Para aquellos que creen que su vida es una farsa, una desdicha, un error, déjame decirles esto: Dios, en Su infinita sabiduría, amor y misericordia, tiene un plan perfecto para cada uno de nosotros, Le creamos o no. Somos Su creación, hechura Suya, hechos a Su imagen, perfectos ante Sus ojos.

Romanos 8.28 lo dice claramente: “…Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien…” Jeremías 29.11, lo dice aún más claro: “Porque Yo sé los planes que tengo para ti, dice Jehová, planes para tu bien, y no para mal, para darte un futuro y una esperanza.” ¿Aún dudas tú de cuán especial eres ante los ojos de tu Padre?

Prosigo, pues…

Yo nací el 14 de noviembre de 1985, cincomesino y medio (debí haber nacido en febrero del ’86), en los meses post-terremoto de la Ciudad de México (donde nací) en septiembre de ese año. Debido a las condiciones, casi muero, pero Dios en Su infinita gracia, obró a través del pediatra que estaba encargado de mi salud (un doctor judío) para que los demás no se dieran por vencido conmigo. Me dejaron conectados a los monitores—y sobreviví. Estuve tres meses más en la incubadora. Y por fin me llevaron a casa.

Poco después empecé a perder reflejos. Asustados, mis papás me llevaron con especialistas, quienes, tras la batería de pruebas que me hicieron, llegaron a la conclusión del primer diagnostico: yo iba a quedar de por vida clínicamente ciego, sordo, con impedimentos físicos (parálisis cerebral) y posible retraso mental.

Mis papás no aceptaron ese diagnóstico, y me empezaron a llevar desde los 5 meses de edad, hasta los 15 años, a terapias física, auditiva, de lenguaje y visual. Gracias a Dios que Él usó a esos terapeutas, para que yo quedara como estoy hoy.

Hoy en día todavía tengo sordera profunda (uso aparatos auditivos); mala visión en un ojo (uso lentes, obviamente); me cuesta hablar a veces y pronunciar bien las palabras; y tengo muy pobres reflejos y coordinación corporal y parálisis cerebral muy, pero muy leve (puedo caminar, correr, y todo eso, pero no puedo hacer muchas cosas en el aspecto físico, como cierto tipo de ejercicios, deportes, etc.). Pero eso no me ha quitado las ganas de vivir, y de dar mi mejor y mi máximo para mi Creador y mis semejantes aun en mis “carencias”.

¿Suena bonito? Viéndolo hoy, me doy cuenta que Dios usó todas esas cosas para llegar al punto de mi conversión y de ver mi necesidad de Su presencia en mi vida. Desde pequeño he sabido que yo era especial para Dios y quería servirle siendo un sacerdote (era yo católico en ese entonces, junto con mi familia). Dios fue mi único consuelo cuando fui burlado, rechazado, maltratado por mis compañeros de escuela y gente afuera de ella, incluso por mis propios familiares. Me mantenía sonriendo, pero sé que solo estaba coleccionando heridas en mi corazón y alma.

Y luego… llegó la confusa y problemática pubertad y adolescencia, aquella época de búsqueda de identidad. Dios se volvió (a mi parecer) un ser lejano, frío, en cuyos oídos sordos rebotaban mis oraciones de ayuda. Como resultado de todo esto, aunado con mi baja autoestima, conflictos internos, a los 14, 15, y 16 años de edad intenté suicidarme. (Nunca fue eficaz; si lo fuera, ni estaría contándoles esto, ¿no es así?)

Fue en ese último intento de suicidio, que Dios me habló a mi corazón, y me dijo (aún recuerdo las palabras): “Yo soy tu Dios, tu Creador, Hacedor; Yo te puse aquí por una razón y no te Me vas a ir…” Supe entonces que mi vida si tenía un valor… y el 17 de agosto del 2002, acepté a Cristo en mi corazón.

Estos casi 8 años de caminar con mi precioso Jesús han sido de lecciones, de extravíos, de regresos a los brazos de mi Padre, de lágrimas, risas, dolor, paz… y de confirmación, día con día, de que mis ‘carencias’ no significan nada para Él… al contrario: es lo que sí tengo, mis habilidades, talentos, que Dios quiere que use para Su gloria y para edificación de mis demás hermanos en Él. Aún lo más mínimo, Él lo usa y en grande.

Y, ¿saben algo? Dios me va mostrando cada día más que sí tengo un propósito: ser una luz en este mundo, ayudar a los quebrantados de corazón, impactar esta generación para Cristo… y demostrar que DIOS USA MÁS PODEROSAMENTE A AQUELLOS QUE LA SOCIEDAD MENOS ESPERA QUE ÉL USE.

No tenemos que ser gente con poder, con dinero, con fama… Dios busca humildad. Jesús anduvo con prostitutas, leprosos, ladrones… los rechazados. Él vio que ellos podían hacer un cambio en este mundo… Él también sabe y espera que hagamos lo mismo.

Solo entrégale tu corazón, tu vida, tus habilidades, talentos, y sí, ‘carencias’… y verás como Él obrara en tu vida. Se vale tener miedo, se vale dudar… pero no dejes que ello te obstaculice del camino que Dios ha preparado para ti.

Reitero mi pregunta inicial: ¿aún dudas del plan que Dios tiene para ti? Atrévete a descubrirlo. Yo lo hice… y lo sigo haciendo.


http://altoimpulso.com/archives/3211

1 comentario:

  1. ¡Cuándo Dios pasa en la vida de una persona, todo lo transforma!
    Gracias!!

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