lunes, 15 de junio de 2009

TESTIMONIOS (22)


Los que quedan. Acompañamiento pastoral.

Testimonio pastoral del Padre Rodolfo Biano.

Estimado Dr. Sergio Pérez:

En estos años de la ayuda, hubo necesidad de buscar algunas respuestas en quienes consideré los mas entendidos... La gran pregunta y preocupación de las personas creyentes es justamente si Dios perdona...

Mi confesor espiritual en ese momento era el Padre Rodolfo Biano -Franciscano. El fue quien me ha acompañado en este servicio hasta su traslado a San Juan. En una de nuestras charlas, le pedí que hiciera un escrito justamente para dar una respuesta a aquellas personas que desesperadas se acercaban en busca de una palabra de comprensión, acompañamiento y escucha. Cuando lo envié a la Comunidad de Duelo Virtual, se imprimió y se entregó a Claudia, cuya hermana se había suicidado hacia muchos años....

Al leerlo dijo: "...Hacía 10 años que esperaba leer algo así!..."

Este fue su escrito:

“Yo soy la resurrección y la vida... ¿crees esto? “ (Juan 11,25-26)

A vos que has perdido un/a hijo/a, un/a hermano/a, ó un amigo/a, padre/madre, esposo/a, tío/a entrañable; te deseo de parte de Dios Vivo y Verdadero, la paz que supera todo lo que podemos pensar ( Ej: “¿por qué...?), la paz que cuida tus quereres y pensamientos... (filipenses 4,7).

Es difícil, muy difícil darte argumentos de fe, poner palabras en una mente, en un corazón como el tuyo en el que prevalece el vacío, el dolor de una muerte y encima, de una muerte por suicidio. Por eso no es mi intención hacerlo. Simplemente toma estas palabras como signo de la presencia de alguien que, sensible, en la distancia, a tu dolor, quiere decirte aquí estoy, de parte de Dios”.

Dicen que el dolor compartido se alivia, se aligera, por eso quiero compartir “en la cercanía de la oración” tu dolor. Y, para que, de esta cercanía, nos abramos a la mejor y más inaudita cercanía, la de Dios-con-nosotros”, te invito a compartir la escena de Jesús con Marta y María que están llorando a su hermano fallecido Lázaro.

¡Cuántas veces habrás pensado, e incluso renegado, con Dios: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto”(Juan 11,21.32)! Esa sensación que tan frecuentemente tenemos de un Dios ausente, un Dios por el que nos preguntamos “si es verdad que existe, ¿Dónde está?”.

Es muy natural que hayas pensado: “Dios se borró, se bajó de la historia de quien se quitó la vida ¿por qué?”. Y sin embargo contra ese pensar muy natural, la fe te dice: la presencia bondadosa y vivificante de Dios atraviesa toda la historia de la humanidad, toda la historia de cada pueblo, toda la historia de cada persona, incluso en los momentos más oscuros, en los momentos más tenebrosos... Los momentos agradables y felices de la historia son los que van anticipando la promesa: “Cielos nuevos y Tierra nueva”, los momentos difíciles son los que claman, piden a gritos, la intervención de Dios y nuestro compromiso a favor de la vida.

Y Dios ya intervino, preparando la venida de su hijo, luego fecundando el seno de María, mas tarde haciéndolo capaz y valiente de enfrentar a los poderes del mal y de la muerte. En este punto, su muerte y resurrección son la mayor garantía de que Dios nos amó y nos ama hasta el extremo de enfrentar la muerte por nosotros y de que Dios tuvo y tiene poder para derrotar a la misma muerte.

Su triunfo definitivo, que será también el de los que vivieron, sufrieron y murieron con ÉL ( lo conozcan o no en el momento de su muerte), Él mismo lo ha revelado (Ej. : Apocalipsis 21,3-7) y creemos en Él, aunque no sepamos el cuánto ni el cómo.

Pero ¿qué pasa con los que se suicidan? ¿no han pecado “mortalmente”, como para que Dios los pueda rescatar de la muerte?. Te digo que nadie se quita la vida porque sí. Mejo dicho, creo que nadie “se quita” la vida. Mas bien “le quitan” la vida circunstancias tan graves como un cáncer, un accidente, un dolor profundo, una enfermedad, aunque sean circunstancias casi imperceptibles por los que rodean al “suicida”. Circunstancias que empujan al “precipicio de la muerte”, quizás irreales para el resto, menos para el que las sufre con tal sensación de angustia, desesperación, desequilibrio y hasta locura... aunque haya sido, insisto, imperceptible para los demás, y haya durado tan solo un instante en que “fue arrastrado al precipicio”.

Por eso creo que hay cielos para los que se suicidan, creo que también Dios va a triunfar en ellos sobre la muerte, creo que Jesucristo dió su vida para que ellos y ellas un día (aunque nos angustie nos saber cuándo, ni cómo) resuciten.

Estamos cerca de una fecha... del día en que recordamos a nuestro ser querido difunto. Te deseo en ese mismo día, en que vas a sentir el dolor de la ausencia, Dios haga fuerte tu fe en Él, tu fe en el Dios de la Vida, tu fe en el Dios cuya gloria ( es decir, lo que a él mas le gusta en la historia y en la eternidad) es que el ser humano viva y viva en abundancia (Juan 10,10), tu fe tan bellamente expresada en el Credo: “Creo en la comunión de los Santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de la carne y en la vida eterna. Amén “.

Y mientras aguardas el reencuentro con quien se te adelantó a la meta del Reino, ama profundamente la vida, ámala también en nombre de tu ser querido fallecido, recordando lo bueno que compartiste con él / ella, lo bueno que recibiste de él / ella y comprométete con todo lo bueno que aún nos resta hacer, a lo largo de nuestra historia, en la lucha a favor de tanta amenaza por la injusticia, la violencia, el desamor.

Y Jesús una y otra vez, nos seguirá alentando: “les digo esto para que encuentren la paz en mí. El mundo tendrá que sufrir, pero tengan valor: Yo he vencido al mundo”( Juan 16,33).

Padre Rodolfo Biano.

Silvia Britos

Argentina

http://www.humanet.com.co/aporte/aporte3.htm

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