Yo sé que tu silencio tiene clara
voz, indistinta voz, para un oído
que percibe tu verbo y su sentido.
¡Quién, tácito Señor, quién te escuchara
por siempre! Tú nos dices, cara a cara,
la verdad. Tú despiertas al dormido,
que vive muerto. Todo lo vivido,
si aún no viviese, en Ti resucitara.
Tú no permites que la sombra, avara
voluntad de lo oculto, y el olvido
nos enturbien la vida, siempre clara.
Yo, que he escuchado tu callar, he sido
tu voz. Tú me mandaste que cantara
la gloria ilesa de tu amor herido.
Juan José Domenchina
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