viernes, 25 de abril de 2014

Los ángeles me salvaron del abuso y del suicidio. Un testimonio enviado por Migdalia Santiago (2)


Segunda historia de ángeles

Una de las más hermosas historias con ángeles ocurrió cuando sufrí una depresión en 2005. Fue tan profunda que había decidido matarme, pues ya no quería vivir. Sabía que debía vivir, pero ya no lo deseaba. Solo deseaba en esos momentos juntar la fuerza para encontrar un método para acabar con mi vida. Me levanté de la cama y vi que por la ventana brillaba el sol, a través de un rayo de luz que entraba vi las caritas de mis hijos como en medio de un corazón. Un ángel transformaba en corazón el corazón que perdía. Comprendí en ese momento que tenía que vivir, pues mis hijos me necesitaban. Me levanté de la cama, me vestí y me fui a caminar. Me encontré con un viejito chino que se dio cuenta de que yo estaba mal. Me saludó y me habló de su observación. (Segundo ángel del día.) Yo le confesé que estaba sufriendo de depresión. Él me aconsejó que me fuera con él a darme los masajes con piedras jade calientes. Yo lo seguí y me encontré con un sitio lleno de gente china, acostados todos en unas camas que llamaban “nuga beds.” Yo también quise disfrutar de esos masajes y hoy día digo que soy hija de las piedras jade (¡ángeles de piedra Jade!) porque me devolvieron la vida.
Tercera historia de ángeles

En otra ocasión, tuve uno de los peores sufrimientos que puede pasar una mujer que ama con locura: la traición de mi ex-pareja. Me sentí morir cuando lo supe. Me volví a sentir como la niña de cinco años que mi madre me tuvo que dejar. Fue como si se me hubiera acabado el mundo. No encontraba consuelo, ni paz.
Se apoderaron de mí la tristeza, la soledad, el dolor, el rencor y la deseperación. Esta vez no quería vivir, pero no dejé que ese sentimiento me arrastrara esta vez. Fue muy difícil pues no encontraba salida. Cuando más desesperada estaba recordé un grupo que me habían recomendado al que la gente llegaba para sanarse de cosas físicas y emocionales. Yo, como guiada por una fuerza que no era mía, llegue hasta allá. (Creo que eran ángeles.) Todos los rezos y rituales se dieron, pero yo no sentía nada. Seguía tan triste y sin paz, y convencida de que la nube negra del suicidio me vencería. Cuando terminó, el líder del grupo anunció que si deseábamos hablar en privado le dejáramos saber. Otra vez, sin entender qué fuerza me guiaba, levanté la mano. Después de que terminó con una fila de unas cuatro personas, fue mi turno.

Le expliqué que ya no tenía fuerzas para seguir. Él me miró con ojos de amor y me dijo: “Has perdido el espíritu”. Yo dije que sí con la cabeza y comencé a llorar. Él me dijo: “No te preocupes, los ángeles que te cuidan te han traído hasta aquí. Tratare de ayudarte”. No vale la pena explicar los rituales que hizo, solo que invocó con fuerza que mi espíritu volviera a mi cuerpo. De repente sentí que tenía que estirarme y levantar mis manos hacia arriba y sentí como una luz tibia entraba por mi cabeza y recorría mi cuerpo hasta llegarme a los pies. Tuve que moverlos como si caminara y pude volver a respirar. En ese momento sentí el revolotear de los ángeles a mi alrededor.

Son tantas las historias, que no acabaría de contarlas, pero me da gusto contar estas cosas aunque la gente piense que estoy loca. No importa, es lo que viví y es lo que me mantiene viva.


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