viernes, 7 de junio de 2013

El suicidio, relato.



QUINTO RELATO

Lo primero fue la noticia de su muerte. Vino un amigo celador y dijo: Vicenta se ha suicidado.
Entonces intenté reconstruirlo todo, pero a mi mente sólo acudían recuerdos como fogonazos, miserables piezas del puzzle. Yo le había dado el alta, le había abierto la puerta, la había visto marchar. Como cualquier otra alta, ¿no? Nada hubo de especial, por eso no podía recordarla.
Pocas horas después los bomberos rescataban su coche hecho trizas del fondo del acantilado de Cabo blanco, que es el lugar donde van a suicidarse los suicidas.
Me apreté las tuercas, intenté recordar. En la puerta ella dijo que le había gustado mucho la relajación de planta, pero que todavía no le había dado una copia en CD.
En otra ocasión, contesté.Claro, en otra ocasión, dijo ella.
Me di dos besos, dijo muchas gracias, y desapareció de mi vista.
En el periódico del día siguiente aparecía una foto del coche siniestrado y la figura de una persona aplastada contra las rocas. Costaba mucho reconocerla.
La imagen de ella en la planta era más nítida: pelo blanco, ojo de cristal, setenta años y cierto victimismo, combinado con una pizca de desinhibición y sarcasmo. Eso sí, le encantaba venir a relajación. Tal vez era su forma de evadirse, de vaciar la mente de los problemas. No sé por qué cuando alguien muere uno recuerda esos pequeños detalles y no las señales que tal vez gritaban que quería ser rescatada y acabar con todo al mismo tiempo.
Cuando vino el celador y nos lo contó no lo podía creer. Nada parecía indicar que haría algo así. Lo que pienso una y otra vez es: qué puedo hacer para que no vuelva a pasar, qué puedo hacer…


SI TE ENCUENTRAS EN UNAS SITUACIÓN PROBABLE DE SUICIDIO ESCRÍBENOS
quierosuicidarme@gmail.com 

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