martes, 3 de enero de 2012

Veré por tí




«Me desconozco», dices; mas mira, ten por cierto 
que a conocerse empieza el hombre cuando clama 
«me desconozco», y llora; 
entonces a sus ojos el corazón abierto 
descubre de su vida la verdadera trama; 
entonces es su aurora. 

No, nadie se conoce, hasta que no le toca 
La luz de un alma hermana que de lo eterno llega 
y el fondo le ilumina; 
tus íntimos sentires florecen en mi boca, 
tu vista está en mis ojos, mira por mí, mi ciega, 
mira por mí y camina. 

«Estoy ciega», me dices; apóyate en mi brazo 
y alumbra con tus ojos nuestra escabrosa senda 
perdida en lo futuro; 
veré por ti, confía; tu vista es este lazo 
que a ti me ató, mis ojos son para ti la prenda 
de un caminar seguro. 

¿Qué importa que los tuyos no vean el camino, 
si dan luz a los míos y me lo alumbran todo 
con su tranquila lumbre? 
Apóyate en mis hombros, confíate al Destino, 
Veré por ti, mi ciega, te apartaré del lodo, 
te llevaré a la cumbre. 

Y allí, en la luz envuelta, se te abrirán los ojos, 
Verás cómo esta senda tras de nosotros lejos, 
se pierde en lontananza 
y en ella de esta vida los míseros despojos, 
y abrírsenos radiante del cielo a los reflejos 
lo que es hoy esperanza.

Miguel de Unamuno

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