FUENTE: ABC. 2010 MAR
En los países europeos con las tasas más altas de suicidio ya se han puesto en marcha planes preventivos. En Hungría, por ejemplo, que tenía la tasa más elevada de toda Europa, han conseguido reducir el número de muertes por suicidio a la mitad. Por ello, la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica, la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental y la Sociedad Española de Psiquiatría piden que en España se pongan en marcha este tipo de iniciativas, que han demostrado su efectividad.
Para Pilar Sáiz, profesora titular de Psiquiatría de la Universidad de Oviedo-Cibersam «la ausencia de una estrategia nacional de prevención eficaz de la conducta suicida en España es la causa de que en los últimos 15 años las cifras, aunque estables, no hayan descendido».
Incrementar los programas educativos para que los médicos de Atención Primaria aprendan a detectar determinados trastornos y comportamientos que puedan derivar en una conducta suicida es una de las estrategias más efectivas, según explica la doctora Saiz. Otro tipo de programas se basan en la «reducción del acceso a métodos suicidas». Por ejemplo, colocando mamparas de seguridad en los puentes o en el Metro, o limitando la cantidad de comprimidos que vienen en las cajas de fármacos para evitar intoxicaciones. Pero la psiquiatra advierte: «No existe un programa preventivo único que sea útil para todos los tipo de población. Hay que perfilar los programas según los colectivos: ancianos, adolescentes...etc».
Además de los trastornos mentales asociados al suicidio, la profesora de Psiquiatría de la Universidad de Oviedo-Cibersam también señala la genética como un importante factor en estos comportamientos. «La genética juega un papel importante en los comportamientos suicidas. Casi la mitad de las posibilidades de que una persona se suicide está en la carga genética», afirma.
Pero el problema es que no estamos hablando de un único gen perfectamente identificado, como en otras patologías. «El componente genético de la conducta suicida está determinado por las variantes en múltiples genes que hacen al sujeto más vulnerable», explica la doctora Saiz, quien apunta que esta predisposición genética no es suficiente. «Además, es necesario un desencadenante agudo como el propio trastorno mental, enfermedades crónicas, incapacitantes o dolorosas, o una etapa de estrés agudo».
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