viernes, 2 de enero de 2009

Suicidio y Misericordia Divina (2)



Fases del duelo

La simple observación de un alma en duelo, así como la literatura de siglos y recientemente algunos estudios de especialistas, constata etapas por las que se suele pasar en el proceso de elaboración del sufrimiento:

Se pasa por un aturdimiento inicial: el sufrimiento puede dejar anestesiado, perturbado, mudo, incluso privado de autonomía de pensamiento, palabra y acción; la lamentación: surgen las primeras expresiones inarticuladas, las exclamaciones, abundan los gestos, viene la queja: "¡No lo puedo creer!"; la negación: "¡No, no es cierto!", el rechazo: ¡No, no lo acepto!, el miedo y ansiedad: "¡ Y si me sucediera...!", la culpa: "¡Si yo no hubiese...!" , el enojo: "¿Por qué?" "¿Por qué lo hizo?", la tristeza profunda "¿Qué sentido tiene ya...?", la resignación: “¡Me tocó a mi. Esta fatalidad!", el recobrar la serenidad interior: "¡Después de tanto sufrimiento, estoy recobrando la paz!" y la integración y resignificación: "¡Hay que volver a vivir. Mi ser querido me quiere feliz!"

La sabia psicología humana necesita de estas fases para encajar un golpe tan fuerte. Lo preocupante es estancarse en una de ellas y no llegar a la aceptación y superación. Estas etapas son un proceso natural ante una pérdida; sin embargo, el hombre es una unidad y las diferentes dimensiones de su persona en este caso la espiritual y la psicológica se encuentran muy unidas, por lo que la oración, la fe y la resignación y el consuelo ante Cristo Jesús pueden ayudar de sobremanera a superar poco a poco a través de la gracia sobrenatural el dolor humano y natural.

Causas del suicidio: Turbulencia interior

Como se mencionó en párrafos anteriores, el suicidio es un hecho que se ha incrementado en los últimos tiempos, especialmente entre la juventud. Sin duda la falta de valores, de límites, de cimientos que estabilicen a la personalidad están afectando la vida de muchos niños, jóvenes y adultos. La institución familiar parece desintegrarse cada vez más pronto y se tambalea frente a tantos ataques de la sociedad sin que ésta se dé cuenta de que al terminar con la familia, se aniquila a sí misma, pues termina con su inicio la sociedad doméstica y con el ser humano.

“Cada cual es responsable de su vida delante de Dios que se la ha dado. El sigue siendo su soberano Dueño. Nosotros estamos obligados a recibirla con gratitud y a conservarla para su honor y para la salvación de nuestras almas. Somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado. No disponemos de ella.” CIC, no. 2280.

“El suicidio contradice la inclinación natural del ser humano a conservar y perpetuar su vida. Es gravemente contrario al justo amor de sí mismo. Ofende también al amor del prójimo porque rompe injustamente los lazos de solidaridad familiar, nacional y humana con las cuales estamos obligados. El suicidio es contrario al amor del Dios vivo.” CIC, no. 2281.

Además tanto la persona, como la familia y la sociedad, todos, somos responsables de todos, estos problemas que afectan a los jóvenes, son problemas de interés social, no podemos deslindar la responsabilidad que se tiene ante cada muerte, ante cada suicidio. Todos somos responsables, de nuestra propia vida y también, de la vida de los que nos rodean, por lo que en la medida de nuestro alcance debemos luchar por ser mejores personas, establecer mejores familias y crear una mejor sociedad donde los jóvenes aprendan a amar su vida y no a vivir confundidos a tal grado de tomar decisiones tan equivocadas como quitarse la vida.

Los problemas sociales y psicológicos funcionan como detonantes de acciones como el suicidio, son hechos que impiden tomar decisiones adecuadas y verdaderamente libres.


Por Ma. del Rosario G. Prieto Eibl

Fuente: http://encuentra.com/articulos.php?id_sec=144&id_art=3351&id_ejemplar=0

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