Oye al árbol
cómo el tronco se le queja;
oye al campo
cómo le duele la yerba;
oye al silencio nutrido
de palabras entreabiertas.
Oye al viento
que vio a Dios y no lo recuerda.
Oye a Dios llorando hombres,
oye al hombre andando a tientas...
Que el llanto, si corre largo,
suena.
Pedro Garfias
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