Impulsar programas de detección precoz de primeros
episodios de psicosis en edades tempranas ayuda a reducir los intentos
de suicidio de estos pacientes, incluso “dejarlos a cero”. Así lo ha
asegurado el psicólogo clínico Óscar Vallina
de la unidad de Salud Mental de Torrelavega (Cantabria) durante la X
Jornada Anual de Fundación Manantial celebrada en el Caixa Fórum de
Madrid. Al mismo tiempo, “bajan el número de ingresos hospitalarios y
mejora la satisfacción del paciente y sus familiares”,
asegura.
La detección precoz ahorra 20.702 euros por
paciente/año a los Servicios de Salud Mental del sistema sanitario,
aunque “no hay que confundir valor con precio”, alerta Vallina, ya que
el objetivo principal es “intentar paliar el inicio de
una enfermedad”.
La intervención temprana en psicosis surge como una
alternativa al modelo hospitalario actual donde los pacientes “llegan
tarde a los profesionales”. Además cuando esto ocurre, en un “85% de los
casos es a través de las unidades de agudos,
cuando ya llevan años incubando la enfermedad”, por lo que “algo
estamos haciendo mal”, denuncia.
Asimismo, la respuesta farmacológica es “necesaria”
pero por sí sola “no soluciona el problema sino que lo complica”,
asegura el psicólogo. Por ello Vallina aboga “equilibrar” el tratamiento
y la psicoterapia en los modelos de intervención.
Por su parte, Alberto Fernández Liria, jefe de
Psiquiatría Hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares, Madrid,
considera que las intervenciones tempranas "siempre son efectivas", y se
muestra partidario de la actuación en institutos.
En un programa llevado a cabo por su hospital en 2010, se concluyó que
“los educadores tienen un alto grado de información pero no derivan ni
detectan casos a los profesionales”, explica.
El psiquiatra denuncia, asimismo, la “resistencia”
de los propios profesionales a atender de forma temprana los casos de
psicosis. “Se producen retrasos en el diagnóstico y en las consultas”,
lamenta. Además, “existe una media de 2 años
de demora en las intervenciones psicosociales con individuos y
familiares”. A su parecer, hace falta un “cambio de paradigma” que
implique a profesionales pero también al movimiento asociativo y a las
instituciones. “Estamos intentando actuar contra el sufrimiento”,
concluye.
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