Carmen esperaba en la estación
cuando apareció. Él quería dinero para comprar droga para suicidarse. Al
escuchar la carta de un preso que había dejado la droga gracias a Dios.
No paró de llorar y decidió no suicidarse.
Hay personas en el mundo que si alguien concreto no
les habla de Dios nadie lo hará nunca. Y puede ser cuestión de vida o
muerte. De ahí la importancia de ser testigos y evangelizadores. En
otras palabras, dar gratis lo que han recibido
gratis. Es lo que le ocurrió a Carmen, miembro del Camino Neocatecumenal
de Ocaña, un día en la estación de autobuses de Méndez Álvaro de
Madrid.
Carmen y José Mari, su marido, son un matrimonio
que llevan muchos años ayudando en la pastoral penitenciaria de la
cárcel de Ocaña II. Allí han podido ser testigos de cómo Cristo
realmente actúa y transforma los corazones. Algo que había
marcado a Carmen para actuar en la historia que viene a continuación.
El encuentro en la estación de autobuses
Esta mujer estaba esperando el autobús que le
llevara una tarde de vuelta de Madrid. Sin embargo, le quedaba más una
hora de espera. En ese momento, un joven toxicómano se le acercó y le
pidió dinero para un supuesto viaje que tenía que
hacer. Ella le dio algo y cuando se alejaba el sufrimiento que él
llevaba dentro. Vio a Cristo sufriente en su interior.
Al ver a Cristo en este joven esclavo de la droga
supo que al menos alguien tenía que hablarle de Dios. Fue así como se
acercó a él y le preguntó: “¿qué te pasa?” y pidió al muchacho que le
contara su historia.
La carta de un preso convertido
Cosas de la providencia, Carmen llevaba en su bolso
la carta de un preso de la cárcel a la que ella acude como voluntaria.
Era la historia de cómo este recluso había podido dejar las drogas
gracias a Dios. “Le dije, te la voy a leer, me
puse a ello, y al escucharla el muchacho empezó a llorar”, recuerda.
Este joven toxicómano le preguntaba: “Realmente, ¿usted cree que Dios
existe? Yo lo dudo, porque no entiendo por qué me hace sufrir tanto”,
pues no sólo estaba aquejado por la adicción sino
por muchos problemas físicos.
El joven, extrañado ante la actitud de esta mujer y
el contenido de la carta, le volvió a preguntar: “¿Y Dios puede hacer
esto que dice la carta?” Un testimonio que no sólo relataba su
conversión y cómo había salido del pozo sino que además
animaba a sus compañeros a aprovechar esta gracia.
“Le conté los milagros que he visto”
Ante estas preguntas del joven, Carmen no sólo
utilizó la carta sino que le contó su propia experiencia de fe. “Estuve
mucho tiempo hablando con él y no sólo le hablé de las maravillas que
había hecho en mi vida sino que le conté las
experiencias de los hermanos de mi comunidad”, auténticos milagros. “Yo
le decía que era Dios el que había sacado de la droga a otros hermanos y
que somos hijos de Dios y que nos ayuda”, afirma.
El dinero era para suicidarse
Después llegó el turno del joven. Confesó que le
había mentido y que el dinero que le había pedido no era para hacer
ningún viaje. Llorando le dijo que “ese rato de conversación no había
sido en balde” y avasallado por su vida quería el
dinero para conseguir droga suficiente para suicidarse puesto que
previamente se había escapado de un centro de rehabilitación.
La diferencia entre el suicidio y la muerte cristiana
Sin embargo, Carmen continuó hablando con él y
relatando experiencias similares a la del joven y en las que habían
podido salir de la droga. “Le hablé también de la muerte y de la paz que
se tiene cuando se muere de manera cristiana, cómo
se afronta la muerte teniendo a Cristo y cómo cuando no se tiene”.
Por ello, sobre su intención de suicidarse le dijo:
“te quieres suicidar porque no puedes más y crees que la solución está
en quitarte la vida” pero no, realmente, hay esperanza y con Cristo todo
es posible. Él transformó la muerte en vida,
por lo que le recomendó que acudiera a la Iglesia, que es su madre.
La decisión de no suicidarse
Admirado y muy emocionado, el joven drogadicto
aseguraba que “nadie me ha hablado como usted lo está haciendo”. Tras un
largo rato de charla en la estación de autobuses, el joven afirmó que
la carta y la experiencia de Carmen le habían
quitado la idea de suicidarse. “Ahora veo que debo ir a la casa de mis
padres, pedirles perdón y que me ayuden a dejar la droga”, aseguraba. Y
añadió que también “debo hacer lo que me ha dicho y pedir ayuda a la
Iglesia”. Les dio tiempo para despedirse y
el joven se mostró agradecido a Carmen. De una manera cuanto menos
curiosa, Dios había llegado a los oídos de este joven esclavo de la
droga.
Años viendo milagros en las cárceles
José Mari y Carmen siguen yendo todas las semanas a
la cárcel de Ocaña porque “la gente está muy necesitada de Dios”. Allí
han visto auténticos milagros y “tenemos un agradecimiento a Dios enorme
por esta misión”. De hecho, Carmen confiesa
que “yo jamás había pensado en ir a una cárcel pues soy muy miedosa”
pero en la capilla de la prisión“ellos se sienten libres, no salen igual
que cuando entraron. Decía un interno el otro día que se llevaba la
gasolina para la semana”.
Esta experiencia en la pastoral penitenciaria les
ayuda en su vida de fe como matrimonio. José Mari asegura que “para
nosotros ir es estar con los pobres y los débiles. Es estar con Cristo,
con la presencia viva de Cristo. Les vemos como
sufren y como encuentran un consuelo grande. Esto es también un
testimonio para nosotros”.
Dar gratis lo que han recibido gratis
Igualmente, Carmen afirma que “hemos visto grandes
testimonios, presos que habían tenido reyertas entre ellos y que se han
perdonado porque a raíz de estar en la Iglesia sabían que tenían que
perdonarse para estar con Cristo”.
Aunque a veces también su papel es más
contemplativo. “En ocasiones sólo con escuchar les ayudas porque hoy en
día no se escucha. Vivimos en un mundo con prisas y así al menos pueden
sentirse escuchados”. Cumpliendo lo que dice el Evangelio
este matrimonio asegura “sentir la presencia de Dios como nunca en la
cárcel” y habiendo recibido a Dios han podido darlo a los demás en una
estación de autobús para dar gratis lo que han recibido gratis.
Muy bueno
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