Mi Nombre es Mariela; como saben soy de San Luis y tengo 26 años. Estudiaba mi carrera universitaria en Río Cuarto y ahí me sentía completamente sola y a parte, me imaginaba que era el problema de mi familia. Y así comencé a entrar en las drogas; me alejé de mi familia y de toda la gente que me quería. Las mentiras empezaron a abundar en mi vida, y llegaron a ser tan grandes que llegué a decir que era hija adoptada y que mi mamá no vivía. Entré en una gran depresión juvenil, de la cual, por una compañera, se enteró mi familia sin saber qué hacer. Estuve internada en una clínica psiquiátrica (Fundadic) porque había tenido mi primer intento de suicidio; no quería vivir.
Comencé un tratamiento, en el cual tomaba 14 pastillas, sin dejar de consumir drogas. Tuve tres intentos más de suicidio. No sé por qué, decido pasar mi cumpleaños con mi familia en San Luis y ahí me encuentro con un amigo de mi hermana, el cual empieza a hablarme de Dios. Yo trataba de no escucharlo, porque me decía en mi adentro: éste ¿quien será?, ¿Será un cura? Pero me hizo llorar, sin entender qué es lo que me estaba pasando.
Regreso a Río Cuarto y en esa semana tomé sesenta pastillas todas juntas para quitarme la vida, pero alcanzaron a llevarme a una clínica para un lavaje de estómago. El día viernes de esa semana, llaman a la puerta, atiende mi amiga y me dice: Ha llegado el "colorado" (Ariel). No conozco a ningún "colorado", es toda mi respuesta. El "colorado" era el amigo de mi hermana; sin más, coloca su Biblia sobre la mesa y empieza a hablarme de Dios. Nos acompañó muchas horas y cuando estuvo a punto de irse me pregunta si yo quería conocer a Dios; no lo sé, le respondí. Insistió en su pregunta y le respondí lo mismo. Por tercera vez me preguntó si quería conocer a Dios, y... le dije que sí, sin mucha convicción.
Me invitó a una convivencia que se realizaba en Reducción al siguiente fin de semana. Asistí a la convivencia; cuando llegué me sentí mal y me decía: "¡estos están locos!". Pero en la Efusión del Espíritu Santo, alguien dentro de mi corazón me dijo: "Vive, la vida es hermosa". No sabía lo que me pasaba pero sí que puedo decir que al lunes siguiente tenía ganas de vivir.
Entonces me aferré mucho a Ariel, quien me había invitado a vivir eso y a querer aprender sobre Dios; esto ocurrió en noviembre del 2001. Seguía tomando remedios y consumiendo drogas pero a la vez iba aprendiendo de las cosas de Jesús; Él se encargó de que cambiara de amigos y me regaló mucha gente nueva pero con su Amor.
Siempre cuestionaba y preguntaba por qué; ¿por qué esto y por qué aquello? Ariel siempre tenía algo que decirme. Nos hicimos muy amigos y él me invitó a que yo gustara de Jesús Sacramentado, y que lo visitara en el Santísimo.
Era una mañana de enero de 2002. Me levanté y, no sé por qué, metí en una bolsa todas las drogas y medicamentos que tenía en casa, y me fui al Santísimo; y le dije a Jesús que yo no podía creer que Él estuviera VIVO en ese lugar tan frío; pero si era verdad lo que decían, que me ayudara a no consumir más drogas y no tomar los tranquilizantes. Pasados unos minutos, dejé a un lado del altar la bolsa con todas las cosas que llevaba y me senté en el banco; lloré mucho. Pedí a Jesús que Él me diera las fuerzas para salir a la calle y no volver a consumir nada. Ya en la calle me quedé con una intriga: ¿qué iba a pasar con la bolsa y lo que contenía? Por ello, regresé a la tarde y la bolsa ya no estaba. Desde ese día nunca más he consumido droga alguna ni tranquilizantes, ni siquiera tengo ganas de fumar. Todo se lo debo a Jesús. Gracias.
http://www.siervoscas.com/TAriel%20y%20Mariela.htm
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