Pentecostés:
Descenso del Espíritu Santo,
es la Fiesta de la Santísima Trinidad
Por Diego Flamini
¡Rey Celestial, Consolador,* Espíritu de la Verdad,* que estás en todo lugar y todo
lo llenas.* Tesoro de Bienes y Dador de Vida,* ven y habita en nosotros,
* y purifica, Oh Bueno, nuestras almas!
Esta gran solemnidad de la Iglesia tiene un inmenso significado para los cristianos: de acuerdo a lo que relatan las Sagradas Escrituras, con el descenso del Espíritu Santo - Dios - nace la Iglesia, Cuerpo de Cristo, construida sobre la Roca que es Cristo, y edificada por el Espíritu Santo. Ahora bien, para los cristianos, celebrar los misterios de Dios, no significa sólo recordarlos, o meditar en ellos, lo cual es bueno, sino que por medio de la Liturgia, esos misterios se hacen presentes ante nosotros, renovando para nuestro beneficio la presentación, la aparición de lo que se celebra delante de los que asistimos con el corazón arrepentido, gozoso, y con fe.
En nuestra tradición bizantina, cuando celebramos el descenso del Espíritu Santo, vemos revelada a la Trinidad Santa por completo: Cristo, Nuestro Dios, nos había prometido que enviaría a otro Abogado delante del Padre. El Espíritu Bueno y Dador de Vida es, al decir de los Santos Padres, el Alma de la Iglesia, Cuerpo de Cristo; es el Alma de nuestra alma y Dador generosísimo de todo lo que poseemos.
Vemos al ícono de la Santísima Trinidad, que recoge el relato del libro del Génesis, sobre la visita de los Tres Enviados que se presentaron ante Abraham y Sara, que sentados a la Mesa, comparten un cordero como alimento…Miramos otra vez, y comprendemos la invitación, ya no de Abraham y Sara, sino de los Tres que dialogan suavemente entre sí:
“Ved a los hombres – dice el Padre- hambrientos y sedientos de Nuestro Amor Verdadero”
“Padre, déjame ir a buscarlos – dice el Hijo, sentado en medio de los Dos – yo los llamaré vestido como ellos, y no tendrán miedo. Los rescataré con mi brazo fuerte. Mi regazo está lleno de tu Amor: los lavaré y los presentaré ante ti. No me apena alejarme de este Banquete, Oh Luz sin principio ni fin, porque Tú estás en Mí: volveré y beberé la Copa contigo”
“Déjame ir a Mí – dice el Espíritu – seré todo en todos, para que te confiesen en unidad. Gemiré desde ellos hacia Ti, y así serán según nuestro Amor, consustancial e indivisible. ¡Sea ésta la fuerza de los hombres bienaventurados!”
“Bien, salid, Amados de mi Amor, sea vuestra Voluntad, que es la Mía”
El Hijo, sin alejarse del Padre, viene a nosotros y nos dice:
“Yo soy la Palabra del Padre, el Verbo de Dios, Dios verdadero de Dios verdadero: me ves en el centro porque soy Aquel en cuyas manos todo fue puesto. Estoy a la mesa como el que sirve, y lo que te ofrezco es mi Cuerpo y mi Sangre, mi corazón crucificado y resucitado ¿quieres comer de este manjar? Lava tus manos de sus malas obras, vístete de fiesta y de nuestra Gracia, para que no te avergüences al sentarte con nosotros, y que no acabes fuera del Banquete… Apresúrate, no tardes, que la Cena está servida: descálzate de tus pasos errados y ponte las sandalias del perdón, para que tu senda hasta la Mesa se aligere a cada paso; Ilumina tus pasos con la lámpara del Temor divino, así tendrás esperanza aún cuando pudieres tropezar. Ya mismo levántate, ponte la Túnica de la humildad, para que ninguna espina te enzarce en el recorrido”.
“¿Ves a mi Padre?¿Lo conoces? Mi Rostro está vuelto hacia Él sin cesar, y no puedo ni quiero dejar de contemplarlo. Yo soy todo lo que es Él, soy la Palabra salida de Él, que es la Boca, y vuelta hacia Él como Alabanza eterna…para esto he bajado hasta ti, para que vengas Conmigo hasta Él, lo mires sin cesar y encuentres en sus ojos Casa y Alimento, Lumbre y Vestido”.
“¿Ves al Espíritu Santo? Él también salió del Padre, es el Aliento, y todo lo que es mío, también es del Espíritu, Dios verdadero. Todo lo que Él toca, cobra Vida: deja que entre hasta la médula de tus huesos, y serás una nueva creatura, por nuestra triple Bondad: Cree en nosotros, y abre de par en par tus puertas. ¡corre hacia mis brazos, pequeño, imagen mía, y gózate en nuestra mutua semejanza eterna!”
¡Oh Tres que sois Uno, entrad a mi pobre morada desprovista de bienes y dadme la Vida!
¡Oh Uno que eres Tres, apiádate de mí, sálvame y llévame al Banquete de tu Luz!
Publicado por Monasterio de la Transfiguración de nuestro Señor Jesucristo en 13:14
Hola, quiero decirles que es un gran apostolado tener un blog con esta temática. El nombre me llamó la atención cuando lo vi como enlace en otro blog y entré para ver de qué se trataba, está bien pensado para ayudar a quienes lo necesitan y buscan en la red al respecto.
ResponderEliminarTambién leyendo distintas entradas, me encontré con ésta, que es publicada por un sacerdote (Hieromonje Diego) del monasterio católico bizantino a cuya comunidad de laicos pertenezco. Los invito a visitar mi blog sobre espiritualidad cristiana oriental:
http://teoforos-orientecristiano.blogspot.com
En Cristo y María Santísima
Raquel
Hola Raquel.
ResponderEliminarAl Hieromonje Diego y su monasterio lo conozco por su blog, ciertamente magnifico. Me he carteado con él por email varias veces y tiene la gran bondad de permitirme publicar algunos de los artículos estupendos que publican y que divulgan esta gran riqueza de la Iglesia que es la Tradición Oriental.
En cuanto tenga un poco de tiempo les enlazaré en este blog, pues muchos de sus lectores, personas que están desesperadas y buscan ayuda son argentinos.
Un abrazo en Cristo y en María.
Ok! muchas gracias. Dios los bendiga y su Sma. Madre los proteja siempre
ResponderEliminarYa está, ya he vuelto de vacaciones y he enlazado vuestra página en la mía.
ResponderEliminarUn abrazo en Cristo y en Maria