Quise morirme; pensé suicidarme pero el Señor Jesús me salió al encuentro... y ahora vivo
sábado, 29 de mayo de 2010
Elías deseó morir y Job no haber nacido
jueves, 27 de mayo de 2010
Instantes
En la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares a donde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios.
Yo fui de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida, claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos, no te pierdas el Ahora.
Yo era de esos que no iban a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas, si pudiera volver a vivir viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principio de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.
miércoles, 26 de mayo de 2010
Sáname de esta depresión
Oh, mi Señor y mi Dios, te suplico desde el fondo de mi corazón, sáname de esta depresión, que es el resultado de heridas recibidas en mi niñez, o de alguna calamidad o tribulación actual.
Mi Señor, envía tu luz a mi mente para que yo pueda salir de este túnel oscuro donde ahora me encuentro, donde mis únicos compañeros son el miedo y la paranoia.
Libérame, mi Dios, de estos pensamientos compulsivos, de los deseos de quitarme la vida. Libérame de las imágenes de terror que invaden mi mente a todo momento, dejándome en un estado de desolación, en que aumentan cada día la tristeza y el deseo de aislarme de todos los seres humanos.
Señor, dame tu paz y muéstrame el camino que debo seguir para que mis nuevos compañeros sean la felicidad y la calma.
Te suplico con todo mi corazón por todas las personas que están sumidas en la depresión como yo lo estoy. Dales la gracia de pedir socorro, ya sea en la forma de ayuda profesional, espiritual, o una mano abierta y generosa de algún amigo que los pueda conducir fuera de esta oscuridad.
Te doy gracias, Señor de misericordia, por escuchar el lamento de este tu hijo, que desea vivir en tu alegría y ser testigo fiel de que cuando se te pide con confianza, tú das en abundancia.
Mi Dios, se mi Roca y mi Fortaleza, y yo te prometo que compartiré con otros la paz, el amor y la abundancia que tu me das. Amen.
Suicide Prevention Video
sábado, 22 de mayo de 2010
Pentecostés
martes, 18 de mayo de 2010
Un poquito de humor
sábado, 15 de mayo de 2010
Historia de Kyles
jueves, 13 de mayo de 2010
Campagne contre le suicide "ceria"
lunes, 10 de mayo de 2010
Razón de Vivir - Víctor Heredia
viernes, 7 de mayo de 2010
Maggy, "el ángel de Burundi", estuvo a punto de suicidarse
Maggy recibió el pasado 31 de enero el Premio a la Fraternidad que la revista Mundo Negro, editada por los misioneros combonianos, entrega todos los años. Su testimonio conmovió a las más de 120 personas que la escucharon. Sin embargo, recalcó que no venía a contar “las miserias de África.” “Dejad de llorar por los africanos, nosotros tenemos que dejar de ser víctimas eternas.”
Su vida es un vivo retrato de esta negativa a resignarse ante la crueldad y la injusticia. Recuerda Maggy cómo al día siguiente de aquella terrible masacre, tras enterrar a los muertos, recordó las últimas palabras de una de las mujeres antes de perecer bajo el machete: “Maggy, cuida de nuestros hijos”. Aquello le salvó del suicidio. Sin dinero y sin un lugar a dónde ir, recogió a siete traumatizados niños que habían sobrevivido a la matanza y buscó un techo para ellos; primero, con un cooperante alemán y más tarde con el obispo de su diócesis. Eran tan pobres que, según recordó, tuvieron que ir a las oficinas de una ONG para recoger los cartones de las cajas de embalaje de sus ordenadores, que les sirvieron de camas para los niños. Se corrió la voz, y cientos de huérfanos niños –hutus y tutsis- siguieron llegando a ella en busca de protección mientras la guerra se recrudecía en Burundi. “A los cuatro años tenía a 4.000 niños a mi cuidado, y a los 10 años una multitud enorme. Durante este tiempo más de 30.000 niños han pasado por nuestra obra”.
Con un tesón inimaginable, Maggy fundó en Ruyigi la casa Shalom (http://www.maisonshalom.net/) y la “ciudad de los ángeles” –que cuenta incluso con cine, piscina, talleres y una biblioteca para los niños-, instituciones que hoy se han extendido a otras ciudades de Burundi, y que tiene también sucursales en Ruanda y Goma (República Democrática del Congo). Los niños no viven en un orfanato como tal, sino en pequeños asentamientos de varias casas tuteladas que al cabo de un tiempo pasan a tener en propiedad. Algunos de ellos han llegado a estudiar medicina y enfermería y ya tienen trabajo en el nuevo hospital que su institución acaba de construir en Ruyigi. El centro sanitario lleva el nombre de “Rema”, palabra que en lengua kirundi significa “ánimo”. “Lo que siempre me ha sorprendido –subraya Maggy- es que yo nunca he acudido a ninguna organización con un proyecto a buscar dinero, sino que todo el mundo ha acudido a nuestro centro a ofrecer ayuda. Los políticos no están contentos conmigo, porque no entienden por qué yo recibo dinero del exterior y ellos no”.
Esta extraodinaria labor no ha estado exenta de mil dificultades. Tras otra masacre de civiles en 1996, cuando enterró a 55 de ellos estaba tan traumatizada que perdió el habla durante un mes y tuvo que recluirse un tiempo en un convento de monjas carmelitas para recuperarse. Originaria de una rica e influyente familia de la élite tutsi en su país, para sus parientes se convirtió en un paria. No sólo por ayudar a la etnia enemiga, los hutu, sino también por no querer casarse, algo impensable en la cultura burundesa. “La última vez que se enfadaron conmigo fue cuando me puse a construir el hospital en un terreno que era de mi padre sin pedirles permiso”, recuerda.
Con una risa franca y contagiosa, confiesa sin complejos: "Yo he robado muchas veces para ayudar a mis niños, espero que San Pedro me deje pasar al cielo cuando yo muera”. Recuerda cómo durante sus primeros años como madre de sus cientos de niños huérfanos, acudía muy de mañana a misa con una gran bolsa llena de biberones vacíos. Cuando el obispo y sus ayudantes terminaban el desayuno, Maggy entraba sigilosamente en el comedor y se llevaba la leche que había sobrado. “Nunca se dieron cuenta –dice- lo cual quiere decir que seguramente no les hacía falta”. En otra ocasión, se llevó la tela de refuerzo de las cortinas del obispado para hacer camisas y pantalones para sus huérfanos. “Pero al cabo de unos meses me invitaron a traer a mis niños para cantar y bailar en una fiesta de la diócesis. Yo no me dí cuenta y me presenté allí con ellos vestidos con la tela que había robado. Las monjas me echaron una buena bronca”. Termina Maggy contando sus dotes de Robin Hood africana diciendo: “incluso cuando voy a visitar a mis primos, sus mujeres esconden su vestuario por si acaso”.
Durante la misa de acción de gracias por su obra social, celebrada en la capilla de los Misioneros Combonianos en Madrid el 1 de febrero, que estuvo animada por un coro de inmigrantes africanos, Maggy dejó un triple mensaje: “A los misioneros os digo gracias por haber dejado vuestra vida para ayudarnos a los africanos, a los europeos os pido que no perdáis vuestras raíces cristianas que son vuestra identidad cultural, y a mis hermanos africanos os pido que volváis. África os necesita”.
http://www.combonianos.com/MNDigital/index.php?option=com_content&task=view&id=1985&Itemid=113
martes, 4 de mayo de 2010
En Paz
domingo, 2 de mayo de 2010
Oración de sanación de recuerdos
Oración de curación interior para que el Señor sane el corazón por heridas en nuestro pasado.
Como todos estamos enfermos por heridas en nuestro pasado, a continuación hacemos una oración de curación interior para que el Señor sane el corazón de los que reconozcan necesitarlo.
Padre de bondad, Padre de amor, te bendigo, te alabo y te doy gracias porque por amor nos diste a Jesús.
Gracias Padre porque a la luz de tu Espíritu comprendemos que él es la luz, la verdad y el buen pastor, que ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia.
Hoy, Padre, quiero presentarte a este hijo(a). Tú lo(a) conoces por su nombre. Te lo(a) presento, Señor, para que Tú pongas tus ojos de Padre amoroso en su vida.
Tú conoces su corazón y conoces las heridas de su historia.
Tú conoces todo lo que él ha querido hacer y no ha hecho.
Conoces también lo que hizo o le hicieron lastimándolo.
Tú conoces sus limitaciones, errores y su pecado.
Conoces los traumas y complejos de su vida.
Hoy, Padre, te pedimos que por el amor que le tienes a tu Hijo, Jesucristo, derrames tu Santo Espíritu sobre este hermano(a) para que el calor de tu amor sanador, penetre en lo más íntimo de su corazón.
Tú que Sanas los corazones destrozados y vendas las heridas, sana a este hermano, Padre.
Entra en ese corazón, Señor Jesús, como entraste en aquella casa donde estaban tus discípulos llenos de miedo. Tú te apareciste en medio de ellos y les dijiste: "paz a vosotros". Entra en este corazón y dale tu paz. Llénalo de amor.
Sabemos que el amor echa fuera el temor.
Pasa por su vida y sana su corazón.
Sabemos, Señor, que Tú lo haces siempre que te lo pedimos, y te lo estamos pidiendo con María, nuestra madre, la que estaba en las bodas de Caná cuando no había vino y Tú respondiste a su deseo, transformando el agua en vino.
Cambia su corazón y dale un corazón generoso, un corazón afable, un corazón bondadoso, dale un corazón nuevo.
Haz brotar, Señor, en este hermano(a) los frutos de tu presencia. Dale el fruto de tu Espíritu que es el amor, la paz y la alegría. Haz que venga sobre él el Espíritu de las bienaventuranzas, para que él pueda saborear y buscar a Dios cada día viviendo sin complejos ni traumas junto a su esposo(a), junto a su familia, junto a sus hermanos.
Te doy gracias, Padre, por lo que estás haciendo hoy en su vida.
Te damos gracias de todo corazón porque Tú nos sanas, porque tu nos liberas, porque Tú rompes las cadenas y nos das la libertad.
Gracias, Señor, porque somos templos de tu Espíritu y ese templo no se puede destruir porque es la Casa de Dios. Te damos gracias, Señor, por la fe. Gracias por el amor que has puesto en nuestros corazones.
¡Qué grande eres Señor!