viernes, 9 de agosto de 2013

El Suicidio, una crisis psicológica

"Abandonarse al dolor sin resistir, suicidarse para sustraerse de él, es abandonar el campo de batalla sin haber luchado" Napoleón



En el año 2003 el suicidio se declaró como un problema de salud pública por la World Health Organization (WHO), y por tanto la Organización de las Naciones Unidas (ONU), junto con la Asociación Internacional de Prevención de Suicidio (IASP), declararon al 10 de septiembre como el <>. Esto fue posible gracias al trabajo y dedicación del doctor Edwin S. Shneidman quien logró obtener la atención pública y política sobre el fenómeno suicida y sus graves consecuencias sociales.

Edwin S. Shneidman (1918–2009), fue pionero en el campo de la Prevención del Suicidio además de un prolífico pensador y escritor de este tema, manteniéndose a la vanguardia en sus estudios y reflexiones durante más de 50 años. Su creatividad, sensibilidad y agudeza de conocimiento hicieron posible crear una nueva disciplina: la Suicidología, término incluso que él mismo acuñó. Pocas personas tienen la magnífica oportunidad de crear una nueva disciplina, darle nombre, forma y trabajar para contribuir a ella de la manera en que él lo hizo; y más aún, para sensibilizar a otros investigadores competentes e incentivarlos a invertir en ella haciéndola crecer y ganarse un lugar importante en las ciencias de lo humano.

El trabajo central de Shneidman, la Suicidología, está basado teóricamente, y de manera primordial en las causas psicológicas y sociológicas del suicidio. Creía que la vida se enriquece con la contemplación de la muerte y el morir; y concibió a la Psicología como la ciencia que debería estar presente en el estudio de estas formas de expresión de la compleja individualidad de la persona, pues consideraba al suicidio, básicamente, como una crisis psicológica. El estudio del suicidio y su propuesta acerca de que éste podría evitarse, se convirtieron en la pasión de su vida.

Las contribuciones principales de Shneidman han sido conceptuales. Acuñó palabras y conceptos como suicidología, autopsia psicológica, posvención, muerte sub–intencionada, dolor psicológico. Su trabajo en el campo del suicidio puede ser subdividido así: Evaluación conceptual y teórica del comportamiento suicida; Notas póstumas (o recados suicidas); Aspectos administrativos y programáticos; Aspecto clínico y de comunidad; Autopsia psicológica y posvención.

El suicidio se manifiesta como un fenómeno innegable y profundamente significativo para todas las sociedades del mundo histórico. Es síntoma claro de la pugna entre las pasiones del hombre, su base biológica y las fuerzas culturales de su entorno. No obstante, aunque el suicidio es un mismo evento en todos los casos (una persona se quita voluntariamente la propia vida por medio de diversos medios), cada sociedad ha mantenido hacia éste consideraciones y acercamientos tan variables como sus peculiares principios culturales, religiosos, morales e ideológicos.

El sociólogo Émile Durkheim1 introdujo el acto suicida dentro del catálogo de los problemas fundamentales de la cultura occidental: consideraba que el suicidio y sus consecuencias en la comunidad rebasaban el mero plano de lo moral y se mostraban como una mezcla de condiciones psicopatológicas y condiciones sociales efectivas, esto es, que el suicidio tenía un trasfondo que se anclaba en la dinámica comunitaria, y sus efectos en la psique individual.

Sin embargo, a pesar de que el hecho suicida era ya un tema científico y su estudio estaba nutriéndose de sus propios presupuestos y conceptos –alejados de los populares o los religiosos–, las metodologías de investigación seguían siendo dispares, inconsistentes y ofrecían múltiples respuestas, muchas veces contrapuestas. En los años 1950 los científicos pensaban que sólo los enfermos mentales se quitaban la vida, es decir, que el suicidio no era un fenómeno que se diera entre las personas que no demostraban claros signos de psicopatología y trastorno mental.

Sin embargo, nuevas teorías y perspectivas de análisis científico dieron cuenta de que el estudio del acto suicida debía incorporar muchos factores que hasta ese momento habían pasado inadvertidos, en aras de entenderlo a cabalidad y, además, poderlo prevenir. Dos fueron las grandes aportaciones a este respecto. En primer lugar, un descreimiento al presupuesto de que únicamente los pacientes psiquiátricos eran susceptibles de atentar contra su propia vida: la tesis a defender era no todo suicida es psicótico, así como no todo psicótico es suicida. Por otro lado, la propuesta de que todo estudio del fenómeno acerca de la auto–aniquilación consciente debía diferenciar, en primera instancia, a los suicidios consumados de aquellos que se hubieran quedado solamente en tentativas suicidas, o lo que es lo mismo, comprender que el estudio del suicidio no debía centrarse solamente en la muerte del sujeto sino también en el momento de su planeación y en los rastros materiales y textuales que éste dejaba.

Esta visión innovadora que nuestra sociedad occidental contemporánea le otorga al suicidio fue uno de los legados del doctor Shneidman.

Continuar leyendo:
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S0185-33252010000400008&script=sci_arttext


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Todos los comentarios son bienvenidos, este es un espacio de escucha y oración.