El misionero Carlos Ruiz, del Movimiento Cultural Cristiano
de Venezuela, ha escrito un sobrecogedor testimonio en el semanario Alfa y
Omega, sobre la vida de una joven que a los 14 años huyó de casa y sobrevivió
ejerciendo de prostituta y, como, tras años de rogarle a Dios en la Misa
dominical que le rescatará de esa vida disoluta, encontró en la Iglesia la
respuesta a esos ruegos...
Por su interés, Religión en Libertad reproduce este escrito
del Padre Carlos Ruiz:
La Misa dominical le salvó del suicidio
«Anteayer me llamó el padre Osmín, un sacerdote venezolano
también del Movimiento Cultural Cristiano, consultándome si conocía alguna
institución eclesial para la recuperación de las prostitutas. Me comprometí a
llamar a las religiosas adoratrices y le pregunté si me podía explicar qué
ocurría.
»Muy temprano había llegado a su parroquia, en el
desvencijado centro de la ciudad, una muchacha de 17 años que buscaba el amparo
de la Iglesia para escapar de la trata de mujeres. A los 14 años, tras discutir
agriamente con su madre, se escapó de casa y no encontró otra forma de
sobrevivir que entregarse por dinero.
»Ha recorrido media Venezuela y parte de Colombia, alquilada
a los devastadores de cuerpos y almas jóvenes. Así llegó a nuestra localidad,
muy lejos de su lugar de origen. Pero, no aguantó más. Huyó del hotel donde
debía encontrarse con unos desalmados y pasó la noche escondiéndose de la
oscuridad de sus recuerdos.
»Al rayar el alba, añorando el abrazo materno, buscó el
regazo que siempre nos acoge, la Iglesia y su figura, María. Y ahí la encontró
mi compañero, gimiendo a los pies de la Inmaculada, Consolatrix aflictorum.
Ella sabía que esa era su casa y su Madre. Lo sabía con la certeza que el
Espíritu solo da a los sencillos y a los sufrientes.
»Osmín no la juzgó ni quiso salir de aquello rápidamente.
Escuchó largamente a la joven, que le fue desvelando el sufrimiento atroz de un
alma hecha jirones a causa del pecado del mundo, también del nuestro, como
describe magistralmente el escritor francés Van der Meersch.
»Solo al final del relato de su vía crucis, el sacerdote
amigo le preguntó cómo había soportado tanta humillación. “Gracias a la Misa,
padre”, contestó la adolescente. “He ido todos los domingos, estuviese donde
estuviese. Eso me lo enseñó mi abuela en el pueblo donde me crié y es lo que me
ha salvado. Si no fuera por la Misa me habría suicidado mil veces. Con
vergüenza, me escondía detrás de una columna y le rogaba a Jesús y a la
Virgencita que me sacasen de esto. Domingo tras domingo”.
»Gracias a que en la Iglesia encontró, quizá por primera
vez, a alguien que se acercó a ella para amarla y no para utilizarla, esta
joven está recuperando la esperanza y ha empezado a restablecer los lazos rotos
con su familia, pieza clave para la sanación.
»Yo nunca había entendido eso de que “las prostitutas nos
precederán en el Reino de los cielos” como hasta ahora: para ellas, como para
los demás que llevan el peso de las consecuencias de nuestro mal, la
Eucaristía, la Iglesia, la Santísima Virgen… no son juegos burgueses para usar
a capricho. Son cuestiones de vida o muerte. Literalmente».
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Todos los comentarios son bienvenidos, este es un espacio de escucha y oración.