Quise morirme; pensé suicidarme pero el Señor Jesús me salió al encuentro... y ahora vivo
lunes, 5 de diciembre de 2011
El Desafio. Testimonio de Judith
Estaba deprimida, pero quería negarlo. Comencé a tener pensamientos de cómo cometer suicidio. Yo sabía que estaba muy desmotivada porque los eventos de mi vida no iban en la dirección que yo esperaba o quería que fueran. Pero, ¿podía estar realmente deprimida? ¿Era el suicidio una posibilidad?
Seguramente yo podía lidiar con todo esto. No necesitaba ayuda. Yo podía manejar esto por mi cuenta. Después de todo, las cosas no estaban tan mal… ¿o sí? .Entonces, los amenazantes pensamientos comenzaron a entrar en mi cabeza: maneras de cometer un suicidio. Me preguntaba cómo amarrar un nudo correctamente para crear un lazo corredizo. ¿Esa cuerda sería lo suficientemente fuerte o alta como para colgarme? ¿Tendría la capacidad física para lograr tal cometido? Estos métodos de suicidio eran pensamientos atemorizantes. ¿De dónde habían venido? ¿Cómo se habían metido en mi cabeza?.
Más adelante, los pensamientos se volvieron más insistentes. Era como si estos pensamientos tuvieran carácter propio, una entidad separada que, de alguna manera, residía dentro de mi cerebro. Comencé a preocuparme y me preguntaba si necesitaba ayuda. No estaba yendo más allá de esto y los horribles pensamientos se estaban volviendo peores. No le dije a nadie de estos pensamientos. Eran tan horribles para mí, para mi usualmente alegre y extrovertida personalidad. Estaba atemorizada de decirle a la gente, por temor a que minimizaran mis sentimientos y me hicieran sentir avergonzada. Era probable que me rechazaran y yo no podía lidiar con esas reacciones. Estaba tratando duramente de sobrellevar lo que me estaba sucediendo.
Quería ser fuerte. Quería creer en Dios. Traté fuertemente de pensar en manera positiva. Es probable que pudiera librarme de ese terrible intruso que había comenzado a residir en mi cabeza. Traté de lidiar con mi propia depresión, pero la insistente voz se volvía cada vez más fuerte. Alcancé un punto en el cual planifiqué un método de suicidio y me preguntaba cómo escribir la nota que dejaría a mi familia. Una parte de mi cerebro procesaba estos pensamientos en una manera totalmente irracional, mientras que la parte más racional de mi cerebro, sabía que el suicidio estaba mal y que eso destruiría mi familia. Casi era como ser dos personas al mismo tiempo: la persona controlada por esta insistente voz y la otra parte de mí, que amaba a Dios y creía que él sí tenía un buen plan para mi vida, a pesar de la dolorosa prueba en la cual estaba profundamente inmersa. Mis pensamientos se centraban en cómo cometer suicidio.
Sabía que estaba en problemas y que necesitaba ayuda. No podía tratar esto por mi cuenta. ¡Los pensamientos eran demasiados! ¡Necesitaba ayuda! En lo profundo de mi corazón, yo sabía que Dios me amaba. No podía entender cómo él podía amarme, pero creía que lo hacía. Primero busqué a la esposa de mi pastor, una persona a la que yo respetaba mucho. Me sorprendió y me consoló saber que ella había atravesado una seria depresión y comprendía lo que yo estaba pasando. Ella me motivó a no temerle a la medicación y a la consejería. Con una combinación de medicamentos, consejería y la ayuda de Dios, he mejorado enormemente y ya no estoy deprimida. El horrible intruso nunca ha regresado.
Si aquel terrorífico intruso ha traído pensamientos a tu mente, no te lastimes. ¡Tú eres amada o amado ! No importa cuál sea tu situación, existe ayuda. No seas orgullosa o tengas vergüenza como yo la tuve. Habla con un doctor, consejero, líder de la iglesia o un centro de prevención del suicidio. Obtén la ayuda que necesitas y mereces. No necesitas vivir en la depresión o frustración , Dios sabe que estás pensando en cómo cometer suicidio. Aunque en ese momento yo no podía verlo, ahora me doy cuenta lo mucho que Dios me ama. Sé que él estuvo ahí para protegerme y que puso gente en mi camino que me ayudó a través de esos difíciles momentos. He aprendido mucho sobre cuán amplio, alto, largo y profundo es el amor de Dios.
He visto que él estuvo dispuesto a poner a su hijo, Jesús, a morir por mí para que yo no tuviera que hacerlo. Cuando me imagino a Jesús colgando de la cruz, con un corazón lleno de amor por mí, él me pregunta: “¿No es esto suficiente?”
Bendiciones. Judith.
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