Padre celestial, yo soy tu hijo, redimido por la preciosa sangre de Jesús. Tú me diste vida y ahora yo te doy mi vida. El deseo de mi corazón es el de glorificar tu nombre. Yo soy un Embajador de Cristo y un ministro de la reconciliación. Yo te amaré, obedeceré y serviré todos los días de mi vida en Tú fuerza Amén.
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