viernes, 29 de septiembre de 2017

Respirando para aceptar la realidad






OBSERVAR LA RESPIRACIÓN
Centrar la respiración, cómo entra y cómo sale el aire. Observar la respiración como una manera de situarse en la mente sabia. Observar la respiración como vía para controlar la mente sin luchar contra la realidad, abandonando la no aceptación de la misma.

1. Respiración profunda
Tumbarse sobre la espalda. Respirar suavemente centrando la atención en el movimiento del estómago. A medida que empezamos a inspirar, permitamos que nuestro estómago se expanda de
manera que entre el aire en la parte baja de los pulmones. A medida que los espacios superiores de los pulmones empiezen a llenarse de aire, el pecho se eleva y el estomago baja: No nos cansemos.
Sigamos así durante 10 respiraciones. La espiración ha de ser más larga que la inspiración.

2. Medir la respiración mediante los pasos
Caminar despacio por un prado, una acera o un sendero. Respirar con normalidad. Determinar la longitud de la respiración, la inspiración y la espiración, mediante el número de zancadas que
damos. Hacer el ejercicio durante unos cuantos minutos. Después, alargar la espiración sólo un paso. No forzar la inspiración para ponerla en consonancia con la espiración. Ser natural. Observar
la inspiración con atención para comprobar si se da una tendencia a hacerla más larga. Continuar durante 10 respiraciones.

Ahora alarguemos la espiración un paso más. Comprobar si la inhalación también se alarga un paso más. Sólo alargar la inhalación cuando sintamos que nos apetece hacerlo. Después de 20
respiraciones, volver a respirar con normalidad. Al cabo de 5 minutos, podemos intentar de nuevo alargar la respiración. Cuando nos sintamos un poco cansados, podremos volver a la respiración
normal. Después de varias sesiones de practicar este ejercicio, la inspiración y la espiración tenderán a acompasarse de manera natural. Practicar unas 10 o 20 respiraciones largas antes de
volver a la respiración normal.

3. Contar la respiración
Sentarse en el suelo con las piernas cruzadas; o sentarse en una silla con las plantas de los pies tocando el suelo
( también podemos arrodillarnos, tendernos en el suelo o pasear ). A medida que se inhala, prestemos atención al proceso y pensemos<< Estoy inspirando, 1>>, Cuando se espira, estemos
atentos a que<<Estoy espirando,1>>. Recordar que debemos respirar desde el estómago. Cuando empecemos la segunda inhalación, estemos atentos a que<<Estoy inspirando,2>>, y espirando
lentamente, estemos atentos a que<<Estoy espirando,2>>. Continuar hasta hacerlo 10 veces. Cuando lleguemos a 10, volver al 1. Siempre que perdamos la cuenta, volvamos al 1

4. Observar la respiración mientras se escucha música
Escuchar una melodía. Hacer respiraciones largas, suaves y regulares. Observar la respiración; seamos conscientes del movimiento y sentimiento de la música al mismo tiempo que observamos la respiración. No nos perdamos en la música, continuemos acompasando nuestra respiración.

5. Observar la respiración mientras se mantiene una conversación
Hacer respiraciones largas, suaves y regulares. Observar la respiración mientras escuchamos las palabras de un amigo y nuestras propias respuestas. Continuar como con la música.

6. Observar la respiración
Sentarse en el suelo con las piernas cruzadas ( si sabemos, si sabemos hacerlo nos sentaremos en la posición del loto o medio loto); o sentarse en una silla con las plantas de los pies en al suelo (también podemos arrodillarnos, tendernos en el suelo o pasear). Empezar inspirando suave y normalmente (desde el estómago), dándonos cuenta de cómo <inspiro con normalidad>. Espirar dándonos cuenta de lo que hacemos y pensar <espiro con normalidad>. Hacerlo tres veces. A la cuarta, alargar la inspiración, siendo conscientes de que <inspiro de forma prolongada>. Espirar, dándonos cuenta de que <espiro de forma prolongada>. Hacerlo tres veces.

7. Respirar para calmar la mente y el espíritu
Sentarse en el suelo con las piernas cruzadas (si sabemos hacerlo, nos sentaremos en la posición del loto o medio loto); o sentarse en una silla con las plantas de los pies tocando el suelo (también podemos arrodillarnos o tendernos en el suelo). Hacer media sonrisa. Observar la respiración. Cuando cuerpo y mente se hallen relajados, sigamos inspirando y espirando muy suavemente; estemos atentos a la respiración y pensemos <Estoy inspirando y pacificando cuerpo y mente>.> Estoy espirando y pacificando cuerpo y mente>. Hacerlo tres veces, intensificando el pensamiento. <Estoy inspirando mientras mi cuerpo y mi mente están en paz>. <Estoy espirando mientras mi cuerpo y mi mente están en paz>. Mantener este pensamiento de 5 a 30 minutos, según la habilidad que tengamos para hacerlo y el tiémpo del que dispongamos.Tanto el inicio como el final de este ejercicio debe ser suave y relajado. Cuando queramos detenernos, démonos un masaje en los músculos de las piernas antes de volver a sentarnos en una posición normal. Esperar un momento antes de ponernos de pie.

Fuente: Manual de formación de habilidades para el trastorno de personalidad límite, Marsha Linehan, Copyright 1993,The Guilford Pres




lunes, 25 de septiembre de 2017

El aborto fue peor que la violación...cuantas veces sentí que me iba a suicidar


Enviado por Galsuinda


Hasta que entré en el grupo post aborto no superé mi problema y cuantas veces sentí que me iba a suicidar. Pensaba que no merecía vivir ni ser feliz por lo que hice. Y de hecho, me intenté matar en alguna ocasión.



A la edad de 16 años, salí con mi primer novio. Era un chico popular que jugaba a fútbol y me emocioné. Comimos juntos, vimos una película y como todavía tenía tiempo conduje por nuestra zona rural un rato. Visitamos los establos de la familia y estuvimos con los caballos. Pero mi primera cita se convirtió en una pesadilla cuando él me violó en un granero.

No se lo conté a nadie porque él enseguida me amenazó diciendo que si lo contaba haría mi vida y la de mis seres amados desgraciada. A las dos semanas se lo conté a un amigo pero por entonces él ya había ido difundiendo su versión de los hechos y nadie me apoyaba, así que decidí olvidarlo y seguir adelante.
No pensé mucho en que podía haber quedado embarazada hasta que empecé a notar los primeros síntomas y me hice una prueba de embarazo en el aseo de una gasolinera. No quería que nadie supiera nada. Antes de hacerla ya tenia pensado qué haría si daba positiva y me había buscado ya el teléfono de una clínica donde me aconsejarían. Efectivamente, dio positiva y yo me enojé con Dios que había permitido no sólo la violación sino el embarazo.

Desde el teléfono público llamé a la clínica y me dieron hora enseguida. Decidí que nadie lo supiera, ni padres ni amigos y fui a la clínica a la espera de conseguir que me visitaran ese mismo día.
Fueron muy amables conmigo y me explicaron todo lo referente a la vida y al embarazo. Pero sólo hacían ecografías ciertos días y hubiese tenido que volver. Les dije llorando que estaba muy asustada y que no sabía qué hacer y me respondieron que, aún si decidía abortar, siempre tendría las puertas abiertas. Aún hoy, 17 años después, mantengo relación con uno de los consejeros.

Asustada por el bulo que el padre de mi bebé estaba extendiendo y con terror a quedar en evidencia me dirigí a una clínica abortista. Era lo opuesto a la anterior clínica que era acogedora y cálida. Ésta era fría y la gente que esperaba no se miraba las una a la otra. La recepcionista hablaba en voz alta por lo que no existía ninguna privacidad. Me dijo que ese día no me podían atender pero yo rogué y rogué porque no me podía perder un día más de colegio. Así que la convencí y entré de inmediato.

No hubo preguntas, ni les importó que estuviera sola. Sólo querían saber si tenia dinero para pagar. Fue una experiencia peor que la violación. Me iba convenciendo a mí misma de que lo que hacía estaba bien porque el niño era fruto de una violación. Me enojé con Dios. Yo sabía que en mi seno había un bebé y que la vida empieza con la concepción pero a mis 17 años, ni lo consideré.

No me dejaron ver la ecografía  mientras abortaba y me dijeron que estaba de 14 o 16 semanas. Pero por error escuché el latido del corazón de mi bebé. Le pedí entonces al médico que parase, que no quería abortar, pero me dijo que ya era demasiado tarde. Me dieron un Valium y tras el aborto me dieron prisa para que me vistiese y me marchara ya que necesitaban mi lugar pata otra. No se preocuparon de nada. Ni si me encontraba bien, ni si podía conducir, nada.

Me pasé dos horas llorando en mi coche. Realmente, no estaba bien para conducir. Dialogaba conmigo misma y me justificaba diciendo que había hecho lo que debía. Pero mi conciencia me alertaba de que había asesinado a no hijo y me repetía continuamente si yo era de verdad cristiana.

Durante muchos años oculte mi dolor y mi trauma. En la universidad tuve un desorden alimentario y aún no sé cómo sobreviví. Seguía frecuentando la iglesia pero me sentía vacía y muerta. Me preguntaba cómo Dios podía perdonarme por haber asesinado a mi hijo.

Con esfuerzo superé mi anorexia y dejé la bebida. Trabajé para superar la violación pero siempre obvié el tema del aborto. Incluso mi terapeuta llegó a decirme en algún momento que hice lo adecuado al abortar. Conocí a un chico en la iglesia y decidimos abstenernos de tener relaciones sexuales hasta la noche de bodas. Quería hacer las cosas bien. Pero pasaba el tiempo y yo todavía tenía resquicios de mi anorexia y depresión.

Siempre había querido trabajar apoyando a las muchachas que se quedan embarazadas como voluntaria. Un día se lo comenté al pastor de la iglesia y él me dijo que el centro más cercano que él conocía estaba a más de una hora. Me animó a que lo empezara yo en nuestra zona pues era muy necesario. Me animé y entonces empecé a estudiar y leer por mi cuenta todo lo relativo a la gestación y a la depresión post aborto y me di cuenta que éste esta mi problema real y que por él había sufrido tanto.

Hace un par de años entré en un grupo de terapia post aborto  en la que me ayudaron a aceptar lo que había hecho y a pedir perdón. Por fin he superado mi anorexia. A veces aún me deprimo pero salgo adelante y no me afecta en el día a día. En nuestro centro local de ayuda a la mujer gestante llevo un grupo post aborto y ayudo a estas mujeres que han abortado en su proceso de sanación.

Quiero decirles que el aborto no es nunca la solución y sólo hace que una situación difícil aún sea peor. Mientras abortaba yo preguntaba qué pasaría después pero nadie me respondió. Querían ir rápidos por si cambiaba de parecer. Durante años tenía ataques de pánico cada vez que escuchaba algo parecido al latido de un corazón. Sólo con los años, cuando estuve ya casada y embarazada de mi primer hijo hice la conexión entre el tic tac y mi miedo.

Hasta que entré en el grupo post aborto no superé mi problema y cuantas veces sentí que me iba a suicidar. Pensaba que no merecía vivir ni ser feliz por lo que hice. Y de hecho, me intenté matar en alguna ocasión.
Quiero contar lo que sufrí con la violación pero mucho más con los posteriores años de remordimientos. Me justificaba por la violación pero sabía que había matado una vida dentro de mí. El dolor de asesinar a un hijo concebido en una violación es el mismo que el de cualquier otro aborto. Lo he observado en nuestro centro local de ayuda a la mujer embarazada.

Mi empeño ahora es que los casos de embarazo consecuencia de una violación no sean la excusa para legalizar el aborto. No hay día que no piense en ese hijo que aborte al igual que pienso en los que tengo. Pienso que podría haberla dado en adopción pero lo que tengo claro es que su vida tuvo un sentido y su importancia. Si yo estoy aquí en el frente provida y ayudando a embarazadas es gracias a ese bebé que aborté y al que nunca olvidaré.

Tammy esta casada y tiene dos hijos. Es coordinadora del Ministerio post aborto y voluntaria en un centro de recursos para el embarazo. Ahora bloguera también de Save the 1. 

http://www.proyecto-raquel.com/es/node/303

sábado, 23 de septiembre de 2017

jueves, 21 de septiembre de 2017

PRESENCIA






Aquí estoy.
Todavía existo. Todavía
me llora la sangre y me ríe.
Mis lágrimas me saben dulces,
la risa me hace daño.

Aquí estoy.
Tal vez envejecida. Yo siento mis canas,
mis primeras canas,
ceñirme las sienes como una corona.
El noble trance de dejar de ser joven
me apremia.
Pero aquí estoy.
El Tiempo me lame como un perro triste,
fatigado de aullar a las estrellas,
a los claros caminos que conducen,
¡quién lo sabe!,
a lo hermoso, a lo bueno, a lo grande.
Solitaria y transida,
desmesurada en todo,
aquí estoy.
Reconoced mi voz, ¡no he cambiado!,
¡no quiero cambiar!
Como un tatuaje en la sangre,
como una herida,
mi nombre: Susana March,
hinca los diez cuchillos de sus letras
en el oscuro tedio de las cosas.

Susana March

 

martes, 19 de septiembre de 2017

Validación y Aceptación del suicida en la TCD (Terapia Dialéctica Conductual)






Como vimos en los párrafos anteriores las técnicas de terapia cognitiva conductual estándares no bastaron para ayudar a s conductas suicidas y con conductas crónicas de auto daño en el contexto del Desorden de Personalidad Límite (DPL).

El problema no reside en que las técnicas hayan sido ineficaces sino que como intervenciones aisladas causaron malestar en los consultantes, que sintieron la insistencia en el cambio como invalidante. Era como si el terapeuta le hubiera dicho a alguien con quemaduras graves en los pies “solo sigue caminando y tus pies se fortalecerán, intenta no pensar en el dolor”. Cada paso que el consultante daba era penoso, se sentía deprimido y no tenía experiencia en mantener su mente apartada del dolor.

Linehan y su grupo de investigación descubrieron que cuando el terapeuta otorga igual importancia a validación que al cambio las personas se muestran más colaboradoras y menos propensas a abandonar el tratamiento.

Entonces, ¿qué es la validación? La palabra posee muchos significados. Una de las cosas que no significa es que uno esté necesariamente de acuerdo. Un terapeuta, por ejemplo, puede entender que un abuse del alcohol para superar su ansiedad social y aún así saber que cuando él está ebrio toma decisiones impulsivas que pueden llevarlo a autodañarse. El terapeuta podría validar que: a) su conducta tiene sentido en tanto ha sido el único método que siempre dispuso para calmar su ansiedad; b) que sus padres siempre se embriagaron en fiestas; y c) que a veces cuando ella o él está ebria y hace algo impulsivo, la conducta impulsiva puede ser “divertida”.

En este caso el terapeuta puede validar que el abuso de sustancias tiene sentido dada su historia y desde su punto de vista. Pero el terapeuta no tiene por qué estar de acuerdo con que el consumo abusivo de alcohol es la mejor manera de solucionar la ansiedad del paciente.

En TDC hay distintos niveles y tipos de validación. El nivel más básico es estar atento a la otra persona. Esto significa mantener respeto por lo que ella dice, siente y hace.

Otros niveles de validación implican ayudar a recuperar confianza afirmando que su conducta tiene perfecto sentido (ej: por supuesto que estas enojada o enojado con el dueño del negocio porque intentó cobrarte de más y luego mentir al respecto), tratándola como una semejante (ej: en oposición a tratar al consultante como un paciente débil mental).

En TDC, del mismo modo en que los consultantes son entrenados en el uso de estrategias cognitivas conductuales, también son educados y motivados a usar la validación.

Tanto en el tratamiento como en la vida, es importante saber qué cosas podemos cambiar de nosotros y que cosas debemos aceptar (ya sea a largo o corto plazo). Por esta razón, las habilidades de aceptación y validación se han incluido en los módulos de habilidades.

Hay cuatro módulos de habilidades en total, – dos enfatizan en el cambio y dos en la aceptación - . Por ejemplo es extremadamente importante que los consultantes que se auto dañan aprendan a aceptar la experiencia de dolor en lugar de recurrir a las conductas destructivas para solucionar sus problemas. De modo que si se cortan, tienen atracones y se purgan, abusan de alcohol y drogas, disocian, etc., deben aprender a simplemente "estar en" la realidad, por más doloroso que pueda ser en determinado momento, de modo que aprendan que "pueden soportarlo". TDC enseña un conjunto habilidades para que los consultantes puedan aprender a permanecer en calma en lugar de huir.

TDC además enseña cómo trabajar para comprender por qué sus vidas son tan difíciles.