miércoles, 29 de marzo de 2017

Volver del infierno (3)




Una experta en enfermedades mentales revela su lucha personal

Aceptación radical
La Dra. Linehan sintió el poder de otro principio mientras estaba en una pequeña capilla en Chicago.
Corría 1967, varios años después de que dejara el instituto siendo una joven veinteañera a quien los médicos le dieron pocas oportunidades de supervivencia fuera del hospital. Y apenas logró sobrevivir: tuvo un intento de suicidio estando en Tulsa, cuando llegó a su casa; y otro episodio cuando posteriormente se mudó al YMCA, en Chicago, para un nuevo comienzo.
Linehan tuvo que ser hospitalizada otra vez y salió confundida, sola y más comprometida que nunca con su fe católica. Se mudó a otro YMCA, encontró trabajo como empleada en una compañía aseguradora y comenzó a tomar clases nocturnas en la Loyola University —y a rezar con frecuencia en una capilla en el Cenacle Retreat Center.
“Estaba en el infierno. E hice una promesa: cuando salga, regresaré y sacaré a otros de aquí.”
“Cierta noche estaba allí, arrodillada, mirando la cruz, y de pronto todo el lugar se volvió dorado y sentí que algo venía hacia mí. Fue una brillante experiencia. Luego tan solo regresé corriendo a mi habitación y me dije: Me amo a mí misma. Esa fue la primera vez que recuerdo haberme hablado en primera persona. Me sentí transformada”, afirma.
Aquella mejoría duró alrededor de un año, antes de que los sentimientos de devastación regresaran bajo la forma de un romance que finalmente terminó. Pero algo era diferente. Ahora podía superar sus tormentas emocionales sin cortarse o dañarse a sí misma.
¿Qué había cambiado?
Le tomó años de estudio en psicología — obtuvo su doctorado en Loyola en 1971 — antes de encontrar una respuesta. A primera vista parecía obvio: se había aceptado a sí misma tal como era. Había intentado matarse muchas veces debido a que la brecha entre la persona que quería ser y la persona que era la dejaba desesperanzada, profundamente nostálgica por una vida que nunca conocería. Esa brecha era real e insalvable.
Aquella idea básica —aceptación radical, la llama ahora— gradualmente fue más importante a medida que empezó a trabajar con sus pacientes, al principio en una clínica de suicidas en Buffalo y luego como investigadora. Sí, el verdadero cambio era posible. La emergente disciplina del conductismo enseñaba que la gente podía aprender nuevas conductas —y que actuar de manera diferente puede, en el trascurso del tiempo, modificar las emociones subyacentes.
Sin embargo, las personas con una grave tendencia suicida han intentado cambiar millones de veces y han fracasado, por lo que la única vía para llegar a ellas era reconocer que su conducta tenía sentido: los pensamientos relacionados con la muerte eran una dulce liberación si se consideraba lo que estaban sufriendo.
“Era muy creativa con las personas. Noté eso de inmediato”, dice Gerald C. Davidson, quien en 1972 admitió a la Dra. Linehan en un programa de doctorado en terapia conductista en la Stony Brook University (en la actualidad, Davidson es psicólogo de la University of Southern California). Ella podía sacar a las personas de su centro; lo hacía desafiándolas con temas que no podían escuchar sin que se sintiesen menospreciadas, asegura.
Aquella idea básica —aceptación radical, la llama ahora— gradualmente fue más importante a medida que empezó a trabajar con sus pacientes
Ningún terapeuta podría prometer una rápida transformación o un súbito insight de parte del paciente, y mucho menos una deslumbrante visión religiosa. Pero ahora la Dra. Linehan se encontraba acercando dos principios aparentemente opuestos que conformarían la base de su tratamiento: la aceptación de la vida tal como es —no como se supondría que fuera— y la necesidad de cambiar, a pesar de esa realidad y a causa de ella. La única manera de tener certeza de que se trataba de algo más que de una teoría era probarla científicamente, en el mundo real —y nunca existió duda alguna sobre por dónde empezar.

CONTINUARÁ…

sábado, 25 de marzo de 2017

Cansancio de vivir, hasta el punto del suicidio... Una oración desesperada y un viaje a Medjugorje la tranformaron

Un testimonio de Asalto al Cielo


Vivió desamor en su familia, drogas, promiscuidad sexual, un aborto, depresión, ansiedad, vacío,  cansancio de vivir, hasta el punto del suicidio. Ni las terapias psicológicas ni psiquiátricas, ni el Reiki la salvaron. Pero en Medjugorie encontró el amor de la Virgen y de Cristo, y su vida se transformó.


Isabel explicará esta historia, su testimonio, este sábado 4 de junio, en la Vigilia Asalto al Cielo, en Colmenar del Arroyo.

Es un testimonio de misericordia y perdón en Cristo vivido en Medjugorje.

Creció entre gritos y peleas
Isabel era la mayor de tres hermanos de una familia sociologicamente cristiana, pero en la que faltó el amor. Creció entre gritos y peleas de sus padres. Con quince años no había visto ningún gesto de amor en su casa.

Empieza a volverse rebelde, deja de ir a misa, y termina por pensar que la religión es una farsa. Sale de su colegio de monjas, se aleja de Dios y no vuelve a pisar una iglesia.

iene varias relaciones con distintos jovenes. Se casa con uno de ellos, rockero, y a los tres años se separa de él. Queda embarazada de otro y éste la abandona por negarse ella a abortar. Busca el amor desesperadamente. Se siente vacía.

Por segunda vez se queda embarazada, esta vez de otra relación. El padre del bebé la abandona. Presionada por el ambiente aborta a su hijo. Su alma se resquebraja.

Depresión, vacío, reiki, droga...
Un día se siente profundamente sola y cansada de vivir. Piensa en el suicidio, pero no lo hace. Empieza tratamientos psicológicos y psiquiátricos durante siete meses. Siente un vacío y una ansiedad terrible. Empieza a hacer reiki. Siente una mejoría temporal, pero no consigue salir del vacío y de su ansiedad.

Sólo la marihuana le permite olvidarse de ese vacío. Se engancha completamente a la marihuana, y se aisla del mundo. Tiene dos sustos gordos con su hija en el coche. Anhela otra vida pero encuentra ninguna ayuda.

Una oración desesperada
Entonces, en octubre de 2010,  dirige a Dios una oración: "Ayúdarme, que de esta no salgo". Al cabo de una semana se encuentra con una amiga suya que había estado de peregrinación en Medjugorje con su hermana. Se le queda grabado en su cabeza que la hermana de su amiga había venido completamente cambiada.

Al llegar a casa se mete en Internet y empieza a descubrir  muchísimas vidas cambiadas a raíz de esta peregrinación a Medjugorje. Va a misa, y allí siente un amor profundísimo como nunca había sentido. Sigue leyendo testimonios y mensajes de la Virgen. Su conciencia despierta y empieza a albergar una esperanza.

Un abrazo de amor de Dios
Decide ir en peregrinación con su hija a Medjugorje. Alli vuelve a sentir el mismo abrazo poderosísimo de Amor que había sentido en Madrid. Se confiesa, empieza a reír, y deja sentir la angustia y la ansiedad. La Virgen acaricia su corazón y experimenta un encuentro personalísimo con Jesús, con su perdón y con su Misericordia. Por primera vez experimenta la paz.

A su vuelta a Madrid hace un Cursilo de Cristiandad y descubre a la Iglesia. A partir de entonces sus padres se acercan a la Iglesia, y empieza a cambiar su familia.

Conoce a las Dominicas de Lerma, siente una llamada clara del Señor y decide hacerse terciaria dominica. Hoy tiene una vida nueva y, aún con los problemas de la vida, es completamente feliz.

Su testimonio, en este Año Jubilar de la Misericordia, y de la Gran Misión en la diócesis de Getafe, será una preciosa ocasión de celebrar el Amor Misericioso de Dios que en Cristo sale al encuentro de sus hijos necesitados de su amor y de su perdón, los libera de una vida sin Dios y sin esperanza, los arranca de de sus esclavitudes, y les ofrece una vida nueva.

Parroq. Asunción de Ntra Sra.
Pza de España s/n
Colmenar del Arroyo (Madrid) (Carret. M 501, direcc. San Martin de Valdeiglesias, salida 37).
Para cualquier aclaración o información:

asalto.al.cielo.colmenar@gmail.com…


http://religionenlibertadmx.blogspot.com.es/2016/05/una-oracion-desesperada-y-un-viaje.html

martes, 21 de marzo de 2017

El Dios nocturno





A solas con mi Dios nocturno, a veces
me hundo en la noche, en el tranquilo reino.
Reposo entonces, y lo oscuro brilla
en el fondo del alma, junto al cielo.

Silencio puro. Mi Señor reposa.
Quietud solemne. Todo el fondo quieto.
Inmenso, Dios descansa sobre el alma
que le adora allá dentro.

Siga el reposo hasta que venga el día.
Con paz honda a tu lado, inmóvil, velo
tu celeste callar apaciguado
dentro del alma, en silencio.

Oh oscura noche grave, oh Dios nocturno
que vas pasando por el alma lento
para después amanecer con clara
luz, con sonidos claros, claros vientos.

Pero siga el reposo y la nocturna
luz de la luna sobre el grave sueño.
Allá en el fondo calla el hombre, y se alza
la noche de los cielos.

Carlos Bousoño

domingo, 19 de marzo de 2017

Volver del infierno (2)




Una experta en enfermedades mentales revela su lucha personal

“Estaba en el infierno”
Linehan aprendió sobre la principal tragedia de su grave enfermedad mental de la manera más dura: golpeando su cabeza contra la pared de un cuarto de aislamiento.
Marsha Linehan llegó al Institute of Living el 09 de marzo de 1961, a la edad de 17 años, y rápidamente se convirtió en la única ocupante del cuarto de reclusión de la unidad conocida como Thompson Two, destinada a los pacientes más severamente afectados. El equipo no tuvo alternativa, la chica normalmente se agredía a sí misma quemándose las muñecas con cigarrillos, tajándose los brazos, las piernas y el vientre, valiéndose de cualquier objeto cortante que pudiera tomar.
El cuarto de aislamiento era una pequeña celda con una cama, una silla y una diminuta ventana enrejada. Pero el estar allí sólo profundizó su necesidad de morir, y Marsha se dedicó a hacer lo único que para ella tenía sentido en ese entonces: golpear su cabeza contra la pared y, posteriormente, contra el piso. Con fuerza.
“Mi experiencia en tales episodios era como si alguien más me lo estuviera haciendo. Era como: ‘Sé que está viniendo y no tengo ningún control; que alguien me ayude. Dios mío, dónde estás?’ Me sentía totalmente vacía, me sentía como el Hombre de Hojalata. No tenía manera de comunicar lo que me estaba pasando, no tenía forma de comprenderlo”, expresa.
Su infancia en Tulsa, Oklahoma, proporcionó algunas pistas. Excelente estudiante desde temprano y naturalmente dotada para el piano, era la tercera de seis hijos que tuvieron un petrolero y su esposa, quien era una sobresaliente mujer que hacía malabares con el cuidado de sus niños, la Junior League y los eventos sociales en Tulsa.
Linehan aprendió sobre la principal tragedia de su grave enfermedad mental de la manera más dura: golpeando su cabeza contra la pared de un cuarto de aislamiento.
La gente que conoció a los Linehan en aquel entonces recuerda que la precoz tercera niña con frecuencia tenía problemas en su hogar,  y la Dra. Linehan recuerda sentirse profundamente inadecuada en comparación con sus atractivos y exitosos hermanos. Pero cualquiera haya sido la corriente de aflicción corriendo bajo la superficie, nadie se percató de ello hasta que quedó postrada a causa de dolores de cabeza durante el último año de la secundaria.
Su hermana menor, Aline Haynes, recuerda “Esto era Tulsa, en los sesenta. No creo que mis padres hayan tenido idea sobre qué hacer con Marsha. En realidad nadie sabía qué enfermedad mental era.”
Prontamente un psiquiatra local recomendó que permaneciese en el Institute of Living hasta dar con el problema de fondo. Allí, los médicos le dieron el diagnóstico de esquizofrenia, le suministraron dosis de torazina, librium y otras drogas muy fuertes, como así también muchas horas de análisis freudiano;  también la sujetaron para realizarle tratamientos de electroshock: 14 veces la primera vez y 16 la segunda, según los registros médicos. Nada cambió, y la paciente pronto volvió a la reclusión del ala cerrada.
“Todos estaban aterrorizados de acabar allí”, dijo Sebern Fisher, una paciente que llegó a ser amiga íntima de Marsha. Pero sin que importara su entorno, la Sra. Fisher agrega “ella era capaz de cuidar con mucha atención a otra persona. Su pasión era tan profunda como su soledad.”
Un sumario de alta, fechado el 31 de mayo de 1963, consigna que “en 26 meses de hospitalización, la señorita Linehan fue una de las pacientes más perturbadas de la clínica durante gran parte del tiempo.”
Un  verso que la turbada chica escribió en ese entonces dice:
They put me in a four-walled room
But left me really out
My soul was tossed somewhere askew
My limbs were tossed here about
Mientras golpeaba su cabeza en dondequiera que estuviese, la tragedia permanecía. Nadie sabía lo que le sucedía, y por eso el cuidado médico solo lo hizo peor. Cualquier tratamiento verdadero no tendría que haberse basado en la teoría, concluyó posteriormente ella, sino en los hechos: qué emoción precisamente lleva a un pensamiento que conduce luego a un acto siniestro Se tendría que quebrar esa cadena y enseñar una nueva conducta.
“Estaba en el infierno. E hice una promesa: cuando salga, regresaré y sacaré a otros de aquí”, afirma.

CONTINUARÁ…