sábado, 29 de octubre de 2016

El duelo demorado: Qué es y qué actitudes lo causan





SARA LOSANTOS, PSICÓLOGA DE FAMILIA

 En el proceso de duelo a veces las apariencias engañan. Hay personas que aparentemente están bien -porque no lloran, o porque se han reincorporado enseguida a sus tareas habituales- y puede parecernos que eso significa que están mejor o están recuperándose muy pronto.
En general, el hecho de que el proceso de duelo dure poco se valora como un rasgo de fortaleza y, en cambio, se considera un signo de debilidad que el proceso se prolongue en el tiempo. Parece que la sociedad traduce como una mejoría que no haya signos externos del duelo como el llanto o la apatía y, sin embargo, no lo es.
La necesidad de expresar el dolor
El duelo implica indiscutiblemente dolor: la pérdida produce dolor y no sentirlo puede deberse a que se nos haya fundido la capacidad de sentir, o bien a que nos encontremos ante un duelo demorado o retrasado.
Un duelo retrasado implica que hemos perdido el contexto: aquello que explicaba y daba sentido a que sintiéramos dolor. El hecho de que algo sea normal o no lo sea viene siempre determinado por su contexto. Las situaciones o las reacciones de duelo analizadas de forma aséptica pueden parecer irregulares, pero, si las miramos a la luz de su contexto, cobran un sentido distinto. Es decir: no es normal que te duela un pie pero, si antes te ha caído una piedra encima, sí lo es.
Sentir dolor ante la muerte de un ser querido es normal y casi necesario, independientemente de la forma que adopte ese dolor. Pero comenzar a sentir dolor varios años después de la pérdida de un ser querido nos deja desprovistos del contexto, de ahí que irremediablemente surja la pregunta: “¿Por qué ahora y no antes?”.
Aunque contengamos el dolor, éste sigue existiendo, se acumula y se almacena, no se evapora con el mero paso del tiempo. El dolor busca el modo de abrirse paso, igual que el agua desgasta las rocas para salir en forma de manantial: su fuerza hace que sea incontenible y que, antes o después, encuentre un modo de expresarse, dado que es la única forma de superarlo.
A veces ocurre que, cuando un doliente no habla, es su cuerpo el que se manifiesta y el dolor emocional se traduce en dolores de cabeza, dolores de espalda o en el pecho.Nuestro cuerpo registra la huella de aquello de lo que no nos atrevemos a hablar. Silenciar el dolor puede funcionar a corto plazo, pero lo que esta actitud provoca a medio o largo plazo es intensificar y prolongar el dolor en el tiempo.
Compartir el dolor para superar el duelo
El ser humano es un ser social por naturaleza. Es extraño encontrar a una persona que no pertenezca a un grupo, de un modo u otro, por eso cada uno de nosotros tiene un papel en el proceso de cada persona en duelo, porque lo elaboramos en sociedad, en grupo.
Tenemos que dejar de premiar las actitudes que valoren la inexpresividad  en el duelo y, en su lugar, facilitar que las personas puedan hablar de lo que sienten, sin juzgarlas. Tenemos que promover que la gente hable con normalidad de su duelo, sin expectativas ni juicios de valor, acogiendo todas las emociones que aparecen para permitir que se deshagan.
Todas estas reflexiones se basan en la experiencia profesional de nuestros psicólogos con pacientes en duelo y en los comentarios recibidos en este blog durante los últimos años. Estas claves pretenden servir de orientación a las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido o intentan ayudar a una persona doliente de su entorno. Para saber más o para solicitar ayuda psicológica gratuita, no dude en consultar nuestra página web:
   www. fundacionmlc.org

martes, 25 de octubre de 2016

¿Por qué este suicidio? “Señor, si tú hubieras estado ahí…”



A menudo podemos sentir la ausencia de Dios, pero quizá nunca tanto como cuando lidiamos con el suicidio de un ser querido



Rob Hainer/Shutterstock

Muchas veces he culpado al Señor de la muerte de mi hermano Scott. Señor, si hubieras estado ahí, mi hermano no habría muerto. Sabía que mi hermanito de 35 años estaba metido en serios problemas y yo ayunaba y rezaba por su liberación de la adicción, por una intervención divina, por un milagro. Y aun así la llamada se produjo.

“Judy, siento mucho tener que decírtelo”, decía entre sollozos mi hermano Kenny, “pero Scott se ha pegado un tiro y se ha suicidado”.

Antes de la llamada de teléfono, esa misma mañana, la mañana de un perfecto día de primavera fresco y radiante, había estado rezando en la última banca de la iglesia. Diecisiete palabras más tarde, el día se volvió negro.

Señor, si hubieras estado allí, me lamentaba una y otra vez. ¿Dónde estabas, Señor?, preguntaba, cegada por el dolor.

Pero otra llamada inesperada me devolvió la vista, esta vez en relación a un perfecto extraño. “Judy, por favor, ¿puedes ir a la casa de Miriam y hablar con ella?”, me pidió un amigo.

“Su hermano se ha suicidado y está completamente paralizada de dolor. Pensé que si alguien podía entender por lo que está pasando, esa debías de ser tú. Aquí tienes su dirección. Te está esperando ahora”.

Me metí de inmediato en el coche, atravesé toda la ciudad hasta la casa de Miriam y toqué el timbre. Me abrió la puerta una mujer delgada, frágil, como de cuarenta años, y me acompañó al interior. Después de sentarme a su lado en el sofá, empezó a contarme su historia.

“Había pasado toda la noche con Connor y sólo me fui un minuto para traer algo de beber”, me explicó con lágrimas y con unos círculos negros bajo los ojos que delataban su tormento interior. “Cuando volví, el cerrojo de la puerta estaba echado. Y luego escuché el disparo. Escuché el disparo y todavía sigue resonando en mis oídos”, dijo entre sollozos.

“Había rezado tantísimo por él, quería ayudarle tanto, y aun así murió solo”. Su angustiada voz se estremecía de pena. “¿Dónde estaba Dios?”.

Incapaz de retener mis lágrimas, lloré junto a ella sin reservas. Dos desconocidas totales, Miriam y yo; dos corazones abrasados juntos por la tragedia y el dolor.

Tomé sus manos entre las mías y comencé a rezar a Dios para que la sanara y le concediera consuelo, y por la gracia de una nueva y mejor comprensión de lo que había sucedido. Y entonces recibí una visión etérea que lo cambió todo.

Vi a Nuestra Señora junto a su hermano, igual que cuando permaneció al pie de la cruz el día que asistió a la muerte de su propio hijo; igual que había permanecido al lado de mi Scott. Y Jesús estaba al otro lado del hermano roto, meciendo con ternura su alma desecha y sosteniéndola contra su propio corazón crucificado.

Así comprendí de nuevo que las oraciones que decimos por los demás nos conectan con el paraíso, que se encuentra fuera del tiempo.

Las oraciones que dijimos ayer, o las de hoy, o las que diremos mañana, pueden regresar para curarnos; pueden adelantarse para ser nuestro sostén. Las oraciones que dijimos por nuestros afligidos hermanos no fueron en vano. Fueron escuchadas.

“Connor no murió solo, Miriam”, dije con una extraña seguridad. Mientras le relataba lo que acababa de ver, una nueva luz amaneció en sus ojos. “Jesús y su Madre estaban a su lado, estrechándolo junto a ellos”.

“Y cada una de las oraciones que dedicaste a Connor, cada una de las lágrimas que has llorado —incluso las de ahora— es una hermosa ofrenda de gracia que le han sostenido en el momento de su muerte, justo cuando era más necesario”.

El rostro de Miriam se transformó con una paz radiante, el milagro de la misericordia disipó el hedor de la muerte.

Sonreímos y nos abrazamos y luego seguimos cada una nuestro camino, pero ambas cambiadas para siempre por el misterio de la presencia de Cristo, presente ante todos nosotros y ante todas las cosas.



domingo, 23 de octubre de 2016

viernes, 21 de octubre de 2016

Abúlicos piden clemencia...






Abúlicos piden clemencia
Los ojos: ¿Qué haré con ellos,
Cuando en mi presencia se pronuncia
El breve nombre sonoro?

Voy por un sendero en el campo,
A lo largo de los troncos grises apilados;
Aquí sopla el viento ligero y libre,
Como en la primavera, irregular y fresco.

El corazón lánguido oye
Una secreta noticia sobre lo lejano.
Sé: él está vivo, él respira,
Se atreve a no ser triste.

Anna Ajmátova en El Rosario (1912)

miércoles, 19 de octubre de 2016

¿Qué es la Terapia Conductual Dialéctica?



La Terapia Dialéctica Conductual (TDC) es un tratamiento especialmente diseñado para individuos que presentan conductas autolesivas como autocortarse, pensamientos, deseos e intentos suicidas, problemas alimentarios y uso o abuso de psicofármacos y drogas. Muchos consultantes cumplen criterios para un desorden llamado Personalidad Límite (DPL). No es raro que los individuos diagnosticados con DPL también presenten otros problemas –depresión, desorden bipolar, desorden por estrés post traumático (DSPT), ansiedad.

TDC es una modificación de la terapia cognitiva conductual (TCC). Marsha Linehan Ph.D. (1993a), intentó al principio aplicar TCC estándar en personas con conductas autolesivas, intentos de suicidio y desequilibrio emocional. Cuando la TCC no funcionó del modo esperado, la Dra. Linehan y su grupo de investigación incorporaron otras técnicas hasta que desarrollaron un tratamiento que obtuvo mejores resultados.

Más adelante se proporcionará detalles acerca de las técnicas, pero por el momento es importante hacer notar que TDC es un ”tratamiento validado empíricamente”. Esto significa que ha sido evaluado en ensayos clínicos del mismo modo en que los nuevos medicamentos son evaluados para determinar si son o no más efectivos que un placebo (píldora de azúcar). La investigación en TCD estuvo inicialmente restringida a mujeres diagnosticadas con DPL pero en la actualidad es utilizada en mujeres y hombres con trastornos alimentarios, adolescentes deprimidas, y pacientes adultos con depresión crónica.

sábado, 15 de octubre de 2016

A los 11 años, el primer intento de suicidio



David Reimer: la historia del niño que fue obligado a vivir como niña




Encuentro en el diario español La Gaceta un artículo sobre David Reimer un chico que desde que nació fue tratado como niña con la intención de "probar" que la sexualidad es algo que cada uno construye y no depende de cuestiones naturales. ¿Funcionó el experimento? ¿Es la sexualidad algo meramente cultural? De eso trata el artículo y el reportaje que encontré en YouTube y que inserto a mitad del artículo:

***
LA OTRA CARA DE LA TRANSEXUALIDAD
´Cobayas humanas´, origen de la ideología de género

La base de la teoría de género tiene un nombre: David Reimer. Su historia muestra el verdadero rostro de la ideología de género y de sus promotores, cuyo objetivo no es la defensa de los "derechos sexuales" como pretenden hacer creer, sino el ataque a las bases de la cultura occidental a través de la ingeniería social. David Reimer fue obligado por sus padres y el doctor John Money, padre de la ideología de género, a criarse como si fuera una niña para poder demostrar que las diferencias entre el hombre y la mujer son tan sólo culturales.

La traumática historia de David Reimer comienza el 22 de agosto de 1965. Ese día nacieron en el hospital St. Boniface de Winnipeg (Canadá) dos gemelos, Bruce y Brian Reimer, a los que tuvieron que realizar una circuncisión por un problema de fimosis. A los siete meses, los pequeños fueron operados y, mientras realizaba la intervención, el médico cometió una negligencia y a uno de los dos gemelos, Bruce, le quemó el pene más allá de la reparación quirúrgica.

Esta negligencia médica fue la que desencadenó la pesadilla de Bruce. Buscando desesperadamente ayuda, los padres de los pequeños acudieron al doctor John Money, dedicado a la "reasignación sexual" por aquel entonces en el Hospital Johns Hopkins de Baltimore y director de una clínica pionera en cirugía transexual.
El Dr. Money había sido uno de los primeros en oponer el género al sexo biológico, asegurando que las diferencias entre el hombre y la mujer son culturales e independientes del sexo. Money fue definido por The New York Times como "un agente provocador de la revolución sexual" y no se cansó de aparecer en los medios de comunicación de la época para defender "la liberación sexual".

Por esta razón, cuando el pequeño Bruce llegó a sus manos, vio la oportunidad de demostrar las teorías que defendía. Sin mostrar ningún tipo de escrúpulo por experimentar con la vida de un ser humano, Money aconsejó a los padres del pequeño el cambio de sexo en el que él mismo era experto. "Yo puedo proporcionaros una vagina, pero para que el cambio sea completo necesito vuestra colaboración", fue la petición de Money a los jóvenes padres de Bruce, que apenas tenían 20 años y a los que este doctor les parecía "un dios". Así que con 22 meses, a Bruce le extirparon los testículos y sus padres se dedicaron desde entonces a criarla como si fuera una niña. A los 11 años, el primer intento de suicidio

De esta forma, Bruce se convirtió en Brenda y su caso se conoció por todo Estados Unidos gracias a la propaganda que de él hizo el Dr. Money. En su libro publicado en 1972, Man & Woman, Boy & Girl, Money alardeó del "éxito rotundo" de su experimento y se dedicó a proclamar a los cuatro vientos que este caso era "la prueba concluyente" de que "no se nace hombre o mujer, sino que uno se convierte en hombre o mujer".

Sin embargo, el Dr. Money no hacía otra cosa que vender humo, ya que el éxito del que alardeaba no era tal. La pequeña Brenda nunca quiso ser una niña: cambiaba las muñecas que le regalaban por las peleas con sus amigos e incluso intentaba orinar de pie en el baño. Los primeros años de colegio sólo consiguieron empeorar la situación: sus compañeros se burlaban de la pequeña llamándola "marimacho" y "gorila" por su comportamiento masculino. Poco a poco, Brenda desarrolló conductas agresivas que dificultaron su educación. A los 11 años, intentó suicidarse al comenzar su tratamiento de estrógenos para que le crecieran los pechos.

Ajeno a la realidad del pobre niño que había sido obligado a ir contra su propia naturaleza, el mundo aceptó de buen grado las teorías del Dr. Money y la ideología de género fue imponiéndose poco a poco en la mentalidad de la sociedad. De tal forma, que hoy en día se ve con naturalidad que una persona decida obviar su propia naturaleza y cambie su sexo. Ser hombre o mujer puede ser una decisión personal. Sin embargo, muy pocos recuerdan que esta ideología se construyó sobre el dolor de un niño al que forzaron a perder su identidad.

Por si la frustración de este niño obligado a ser niña para probar una teoría no fuera suficiente, fue obligado a ver escenas de sexo explícitas, tanto en la consulta del Dr. Money como en su propia casa, y a simular actos sexuales con su propio hermano. Estos actos formaban parte de su "liberación sexual", así como el acostumbrarse a que sus padres fueran frecuentemente desnudos por la casa. Volver a recuperar la identidad perdida

En 1980, el padre de este "niño experimento" decidió contarle la verdad sobre su origen y, por primera vez, Brenda sintió algo de paz al entender que "no estaba loca". Tras conocer la verdad, Brenda decidió volver a su sexo biológico y lo primero que hizo fue cambiarse el nombre. Eligió llamarse David porque este es el personaje bíblico que, siendo un niño, vence al gigante y poderoso Goliat.

Así comenzó su lucha por recuperar lo que le habían arrebatado. Empezó a inyectarse testosterona, le crecieron los primeros pelos en el rostro y a los dieciséis años se sometió a la primera operación para la creación de un pene. Mientras esperaba la mayoría de edad, permaneció escondido dos años en el sótano de su casa.

Sin embargo, este camino tampoco fue fácil de recorrer. David se sentía frustrado por su historia personal y su pasado le perseguía, hasta el punto de volver a intentar suicidarse en dos ocasiones. Finalmente, el trauma psicológico unido al suicidio de su hermano gemelo pudieron con él y se suicidó a los 38 años de edad, después de haber conseguido reconstruir en parte su vida al casarse y ser padre de tres niños.

David Reimer fue una víctima de la ideología de género. El padre de estas teorías, John Money, experimentó sin escrúpulos con su vida y le convirtió en una cobaya humana con el consentimiento de sus padres. El dolor de un niño vendido como "el triunfo del género frente al sexo" ayudó a la extensión de una ideología que aún hoy intenta imponerse en la sociedad. Frente al intento de hacer creer que ser hombre o mujer se elige porque sólo es una estructura cultura, es importante recordar que a David Reimer le arrebataron su identidad y su vida quedó destrozada.