jueves, 18 de agosto de 2016

Depresión y suicidio.



“Hay distintos tipos de depresión: leve, moderada y severa”, comentó el el psiquiatra Roger Montenegro, miembro del consejo de dirección de la Fundación Mundial para la Salud Mental (WFMH, por sus siglas en inglés). a la BBC

“La moderada y la severa, que solía ser llamada clásicamente como melancolía, son las medicadas. A su vez hay depresión severa con o sin síntomas psicóticos”, agregó.

Montenegro, quien también preside la Fundación Contener Argentina (para la defensa de los derechos de las personas que sufren trastornos mentales), indicó que la depresión también suele ir acompañada de otros males. “Hay una frecuente comorbilidad (presencia de uno o más trastornos), una coexistencia vinculada a otras enfermedades físicas o mentales”.

Igualmente es usual la relación entre el abuso de sustancias y las enfermedades mentales. “El alcohol y las drogas hacen más vivible la enfermedad, pero no sacan al enfermo de la depresión, sino que terminan acentuando la sensación de culpa o de no tener futuro”.

“Lo mismo ocurre con pacientes de esquizofrenia que pretenden aliviar sus síntomas con el consumo de sustancias”.

Ya en sus formas más profundas la depresión puede ir unida a otros síntomas que pueden desencandenar en intentos de quitarse la vida.

En ese sentido, los expertos indican que el suicidio raramente es provocado por un solo factor y que situaciones como problemas económicos o de malas relaciones personales contribuyen a incrementar el sentimiento de desesperanza.

“La incidencia de suicidios es mayor cuando la depresión no es tratada”, subrayó Montenegro apuntando que la persona suele dejar pistas y, en el 70% de los casos, informa algunos días antes sus intenciones.

Mientras tanto, el estigma y la discriminación siguen siendo muy comunes cuando se habla de la depresión y otros trastornos mentales.


Y mitos como asumir que la persona enferma tiene una “debilidad personal” aún persisten. Sin embargo, Montenegro comentó que, en general, “ahora se recurre más a pedir ayuda”. “Antes se tendía más a somatizar los trastornos mentales”, apuntó señalando que en el tratamiento debe “prevalecer la concepción humanística, ponerse en el pellejo del paciente que padece la enfermedad”.

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