sábado, 29 de diciembre de 2012

Los psiquiatras sitúan la prevención y la predicción del suicidio como el principal reto para los próximos años


Un 10 y un 15% de episodios de depresión grave acaban desencadenando en un suicidio. “Son cifras a las que debemos prestar atención. El suicidio es un problema de salud pública de primer orden. No podemos tolerar que 3.400 personas decidan quitarse la vida cada año sólo en España”, ha explicado Vallejo. La depresión afecta al 6% de los españoles, la esquizofrenia al 1%, y el trastorno bipolar al 0,8%. Las mujeres tienen un 2% más de posibilidades de sufrir depresión que los hombres debido a aspectos biológicos, psicológicos y culturales.

En la sesión plenaria se han difundido los resultados de algunas investigaciones que relacionan el abuso físico y sexual en edad temprana con el desarrollo de la conducta suicida, de modo que se demuestra que los traumas infantiles pueden tener efectos de por vida sobre los genes que controlan la respuesta al estrés, según ha explicado el investigador Gustavo Turecki, de la Universidad de Montreal.

El presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica, Julio Bobes, ha destacado el avance que está experimentando la psiquiatría gracias a la investigación realizada en el marco del Centro de Investigación Biomédica en Red en Salud Mental (CIBERSAM).

Bobes ha señalado las dificultades que los pacientes mentales graves tienen para incorporarse al mercado laboral, ya que sólo un 18% de ellos tienen trabajo. Según el presidente del congreso, Julio Vallejo, en el pasado “había una mayor benevolencia por parte del empresario a conceder un empleo a una persona que sufre este tipo de enfermedades”.

Los psiquiatras han coincidido al apuntar que la dieta, y la presencia de colesterol y algunos lípidos, pueden mostrar tendencia al suicidio si coinciden con otros factores de riesgo, si bien su importancia es relativa. 

Igualmente, han señalado que durante las ponencias han discutido sobre el problema añadido que supone la adicción al tabaco en los pacientes que sufren enfermedades mentales más graves. La tasa de tabaquismo es del 55% en pacientes esquizofrénicos y del 52% en los enfermos que sufren trastorno bipolar, más del doble que en la población sana. Fuman más de dos cajetillas al día de media. Para la psiquiatría española estos datos y estos aspectos “no pueden quedar al margen y suponen un reto en aplicación de la nueva ley antitabaco que está promoviendo el Gobierno”, según ha señalado Bobes.

Los psiquiatras han aprovechado la ocasión para defender la efectividad de los antidepresivos en la prevención del suicidio. El doctor Vallejo ha recordado que los pacientes bajo tratamiento antiepiléptico tienen menores tasas de comportamiento suicida. “Los antidepresivos contienen sustancias efectivas y contrariamente a lo que alguien ha sugerido, no inducen al suicidio”, ha señalado el doctor, si bien algunos estudios llevados a cabo únicamente entre adolescentes señalan que pueden tener más propensión a suicidarse al principio del tratamiento, si bien no deja de ser un tratamiento eficaz para la depresión. 



martes, 25 de diciembre de 2012

Le pedí Dios que me quitara la vida, así no tendría que continuar sufriendo.





Primero que nada quiero agradecer a Dios la oportunidad de compartir con ustedes, lo que ha obrado en mi vida. Mi nombre es Mónica, nací en la ciudad de México hace 62 años. De no haber sido por el amor, misericordia y gracia de Dios, no estaría hoy aquí…Hace 31 años intente suicidarme, entre otras cosas. 

Fui criada en el seno de una hermosa familia: mis padres, cinco hermanos, una hermana y yo. Yo siempre ame e idealice a mi familia. Crecí en una jaula de oro, teniendo todo lo que pudiera necesitar o querer, mis padres siempre fueron muy generosos y cariñosos.

Yo era una niña muy amigable, emprendedora y popular. Me sentía segura de mi misma y no había nada que yo quisiera hacer que no hiciera bien…Era una ganadora. ¡Solía agradecerle a Dios por ser tan bueno conmigo! Yo había conocido a Dios por la religión de la familia, pero no tenía una relación personal con Él.

Cuando tenía 26 años, me case por primera vez. Cometí un gran error, me uní a un gran amigo, él estaba enamorado de mí, pero yo no de él. Así que dos años más tarde pedí el divorcio. Fue una experiencia muy triste e hiriente, pues sentía que había fallado, por primera vez en mi vida, en lo que consideraba lo más importante. Rompiendo ambos corazones.

En lo más profundo de mí, el enojo, la culpabilidad y la condenación empezaron a crecer. Al mismo tiempo los problemas comenzaron a surgir en mi “familia perfecta” . Nosotros siempre fuimos muy unidos, entonces todo esto fue aun más doloroso. Mis ídolos se cayeron del pedestal del que yo siempre los había tenido.

Mi relación con mis padres cambió y yo me volví la hija rebelde que jamás había sido. Algunos meses después huí de mis problemas, aceptando un trabajo en Aspen, un resort para esquiar en los Estados Unidos. Estuve muy bien un año. Disfrutando mi “libertad”, de fiesta y esquiando todo lo que quería. Todos mis amigos estaban involucrados con las drogas, yo resistía, pues tenía mucho miedo de ellas.

Enamorada del amor, no podía encontrar el hombre ideal para vivir felices para siempre. Me mantenía buscando el amor en lugares equivocados, rompiendo corazones, incluso el mío. En todo este proceso me perdí. Como ya no era virgen, estaba convencida de que podía tener sexo con todo aquel que yo creía sería mi compañero para siempre.

Un día en el que yo estaba muy deprimida, pues había roto con un tipo que creía era el correcto para mi, mis amigos me ofrecieron mariguana para consolarme, finalmente la probé. 

Así que comencé a utilizarla, porque era demasiado buena. No más lágrimas, no más dolor, no más enojo o ansiedad. Todo regresó a la perfección. Después de haber fumado algunos días ya era su esclava. Me mantenía fumada todo el día y lo manejaba tan bien, que podía seguir trabajando y hacer todo aquello que necesitaba hacer.

Un día después del término de la temporada, decidí ir a México, pero me detuve en California para pasar unos días ahí sola, en un departamento rentado por mis padres. Estaba a punto de regresar a hacerle frente al sufrimiento que había dejado. Trate de no fumar, pero algunos días después tuve un horrible ataque de nervios. Destruí completamente el departamento de mis padres.

Lo único que puedo recordar de esa crisis, fue estar completamente extasiada bailando en el marco de la ventana del departamento en el piso 14, sentía que me la estaba pasando genial. Un rato después me metí y comencé a llorar, alucinando y destruyendo todo alrededor mío. Hice esto toda la tarde. Del extremo de la felicidad al de la más profunda tristeza y desesperación. 

De hecho fue por esto que se dieron cuenta de que estaba fuera de control. Personas que pasaban por la calle me vieron y le avisaron al portero, pensando que me quería suicidar. La policía entro en el departamento con uno de mis hermanos. Fui llevada a un hospital psiquiátrico en San Diego, dónde permanecí un mes, sin permiso a visitas. 

Estando ahí, no tenía idea de lo que había pasado, de qué había hecho o porqué. Me sentía dentro de una pesadilla. Me diagnosticaron como “maniaco-depresiva”, también llamado desorden bipolar. Los síntomas son cambios extremos de ánimo, de la euforia a la depresión severa. Me dijeron que no había cura y me prescribieron Litio y antidepresivos, para tomar por el resto de mi vida, junto con una guía psiquiátrica. 

Me llevaron a la casa de mis padres, donde la pesadilla continuó. Los siguientes seis meses permanecí en cama muy deprimida, tomando pastillas, comiendo y tratando de escapar de mi dolor mirando la TV. Me convertí en una comedora compulsiva, pensando que la comida podría llenar el vacío que tenía mi corazón, así que subí 30 kilos y me odie aún más. No salí de la casa, ni respondía a las llamadas de amigos. Me sentía muerta. Mi sangre llena de miedo y ansiedad me quemaba por dentro. 

¿Dónde había quedado la Mónica que solía ser? Perdí toda mi valentía, mi confianza y mi auto-estima. Me sentía aterrorizada por el futuro. Mi familia hacía todo lo que podía, pero nada funcionaba, ni los antidepresivos estaban dando resultados. Es en este momento cuando pienso en el suicidio. Esta parecía ser la única salida de este dolor y sufrimiento.

Comencé a pedirle a Dios que me quitara la vida, así no tendría que continuar sufriendo. No quería vivir, pero no tenía el valor de suicidarme. Como no moria comencé a dudar de la existencia de Dios. Así que comencé decirle que si existía me sacara de este hoyo negro. Días después mi cuñada, me invitó a una reunión cristiana, así que acepté. Estaba tan drogada por las medicinas que no entendí mucho de lo que hablaron los pastores. 

Lo único que pude escuchar claramente fue la invitación al final, para dar mi vida a Jesús. El pastor me dijo que Jesús me amaba y quería que confiara en Él para que pudiera nacer de nuevo y tener una nueva vida. Me dijo que Dios quería que lo conociera personalmente y que Jesús sanaría mi corazón roto. Fui adelante por oración, ya que necesitaba un milagro.

En ese momento no sabía que estaba haciendo la decisión más importante de mi vida. El proceso de sanación fue largo ya que Dios tuvo que lidiar con una hija muy rebelde. Después de dos años de hacer todo lo que el pastor me decía comencé a sentirme muy bien, así que deje de ir a la iglesia, de asistir a los cursos bíblicos, entonces deje de crecer espiritualmente. 

Pero me mantenía aceptando y creyendo la escritura que el Señor había grabado en mi corazón, el salmo 32,8: “Mónica te instruiré y te enseñaré la senda a seguir, sobre ti fijaré mis ojos”. Dios ha mantenido su promesa en mi vida por 31 años. Pero me mantenía adormecida…la mariguana continuaba siendo mi mejor amiga. Incluso me había convencido de que Dios la había creado para mantenerme feliz y tranquila.

Cada que intentaba parar de fumar, tenía ataques maniaco-depresivos y destruía todo los que estaba a mi alrededor. Así que nuevamente me llevaron a un hospital psiquiátrico y pase otro mes, seguido de una depresión de seis meses. El corazón roto y el enojo, estaban todavía ahí. Contra ellos no existía medicina, ni psiquiatra que pudiera ayudarme. Me mantenía orando y pidiéndole al Señor que me diera el esposo que deseaba, pues la idea de pasar mi vida sola me deprimía aun más.

Dos años después conocí a mi esposo Carlos, en nuestra primera cita nos dijimos todo de nuestros pasados. El en ese tiempo no era creyente. Pero finalmente había encontrado a mi príncipe azul, así que nos casamos ocho meses después. Mi biblia continuaba a empolvarse en el buró, Dios a esperar pacientemente a que lo escuchara. El Señor nos bendijo con 3 hermosos niños. A pesar de que yo tenía a Dios en espera, me había dado lo que siempre había deseado… ¡mi propia familia!

Logré mantenerme sin fumar marihuana por seis años, mientras me embarace y tuve a mis niños. Después caí en la trampa nuevamente. Comencé a fumar todo el día, todos los días. Carlos intentaba detenerme por todos los medios, pero yo simplemente no podía dejarlo. Era una drogadicta y no me daba cuenta. Me escondía de mis hijos para poder drogarme. 

Milagrosamente un día tuve la necesidad de comenzar a leer mi biblia. El deseo de estar junto a Dios comenzó nuevamente en mi corazón. Un día durante un paseo en bicicleta, me dio la convicción de que era una adicta y que necesitaba que me liberara de esta atadura. Finalmente te arrepentí y le pedí su ayuda. El Señor siempre ha tenido misericordia de mí y me mostró, dónde tenía que ir para poder ser sanada. Me guió a un hospital cristiano y lo seguí gustosa, pues yo sabía que lo único que necesitaba era estar con Él.

Este tiempo fue de medicina natural, me alimentaron espiritualmente, que era lo que necesitaba realmente. Después de un mes ahí, fui totalmente bendecida. Ernesto y Rita los propietarios del hospital, se convirtieron en mis parientes espirituales, y los amo inmensamente. 

Fui bautizada en agua y en el espíritu en su iglesia. Aquí fue donde comencé a vivir una vida cristiana. Deje el hospital llena del Señor, tomada de su mano como nunca antes. Decidí solo Él ocuparía el trono en mi corazón. Pues Él confió en mí y nunca me ha dejado caer. Aún cuando le he fallado tanto, su amor y misericordia nunca se han minimizado. 

Dios me mostro que mi deseo de perdonar me había devuelto la vida. Tuve que perdonarme por todas esas cosas que había hecho después de mi divorcio. Necesite aceptar su perdón y permitirle sanar mi corazón. Incluso me permitió perdonar desde lo más profundo de mi corazón a todos aquellos que me habían herido en el pasado. 

El dolor, el enojo y el odio desaparecieron, fui liberada!

Muchos años han pasado, y yo he seguido al Señor, conociéndolo en una manera muy profunda. Dios abrió el camino ahí, donde parecía no haber camino, nada es imposible para Dios. El me libero de las pastillas antidepresivas, de los pensamientos suicidas, de los desordenes alimenticios. Pero mi sanación ha sido un proceso largo, con Dios al mando en cada paso.
Jesús es mi salvador y mi sanador. Cuando me siento débil, Él me hace fuerte. Ya no tengo miedo del mañana, porque creo que con él puedo hacer todas las cosas, me enseñó a tener el control de mis emociones, ellas ya no me controlan. 

Mi estabilidad ya no depende de las circunstancias o de las personas. No he tocado la mariguana desde hace 19 años, yo había rogado por mi liberación, no he tenido una depresión en 13 años y le doy a Él toda la gloria. Mi marido y mis hijos tienen una nueva madre, estable y totalmente dependiente de Dios.

Quiero agradecer a Dios por mis tres hijos; Moni de 27 años, Karla de 25 y Jeronimo 23. Además por las bendiciones extras que son George el marido de mi hija Moni y mi hermosa nieta Isabella. 

Mientras yo me deleite en Él, me concederá las peticiones de mi corazón. Mi Padre es maravilloso y todo poderoso, lo amo con todo mi corazón.

Jesús es mi vida y lo alabaré por siempre.


Mónica Souza de Olivares.

Testimonios en www.convivenciacristiana.org



domingo, 23 de diciembre de 2012

Navidad


       ¿No oíste tus pasos silenciosos?

       El viene, viene, viene siempre.

       En cada instante y en cada edad, todos los días
    y todas las noches,
    él viene, viene, viene siempre.

       He cantado muchas canciones y de mil maneras
    pero siempre decían sus notas:
    “El viene, viene, viene siempre”

       En los días fragantes del soleado abril,
    por la vereda del bosque,
    él viene, viene, viene siempre.

       En la oscura angustia lluviosa de las noches de julio
    sobre el carro atronador de las nubes,
    él viene, viene, viene siempre.

       De pena en pena mía
    son sus pasos los que oprimen mi corazón,
    y el dorado roce de sus pies es lo que hace brillar mi alegría

    R.Tagore

viernes, 21 de diciembre de 2012

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Expertos de la Universidad Miguel Hernández crean una Web para detectar depresión y ansiedad en niños y adolescentes y prevenir suicidios.




Las nuevas tecnologías se han convertido en una herramienta eficaz para el diagnóstico de determinados trastornos mentales en niños y adolescentes. La ansiedad y la depresión son algunos de estos problemas psicológicos que si no se atajan con un diagnóstico precoz y un tratamiento pueden derivar en mayores complicaciones: abuso de drogas e, incluso, que los adolescentes se autolesionen.

La Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche está inmersa en un proyecto pionero, cuyo objetivo es facilitar esta detección a través de una Web ('detecta-web-a') que ya se ha puesto en marcha en varios centros de Elda y Orihuela. Están participando 167 estudiantes de entre 8 y 18 años.

Según el psicólogo José Antonio Piqueras, del Departamento de Psicología de la Salud, Área de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico, el programa ha permitido detectar un 20% de casos de depresión y ansiedad confirmándose las tasas de prevalencia que ya manejaban.

A través de un cuestionario de 30 preguntas que han diseñado a partir de un modelo para adultos, y que se contesta on-line, los investigadores están comprobando la fiabilidad del test que posteriormente deberán ratificar a través de las entrevistas. 

El cuestionario debe cumplimentarse en las aulas para evitar interferencias de los padres, quienes detectan bien los problemas conductuales de sus hijos pero no así los de depresión y ansiedad. "Los adultos pueden ver si existen problemas de conducta, pero es más fiable preguntar directamente a los chavales si están sufriendo", sostiene Piqueras.

«Las chicas ganan en estos problemas psicológicos, excepto en fobia social y estrés postraumático», resaltó Piqueras, quien añadió que el objetivo es abarcar a una población de 2.000 estudiantes de Elda y analizar, además, la viabilidad del coste económico que supondrá un diagnóstico precoz on-line. Una vez detectados, la idea es que estos chavales acudan a su pediatra para que puedan recibir tratamiento.

Los primeros datos recopilados revelan que un 20% de los escolares presenta síntomas de ansiedad o depresión en diferentes grados. Una vez comprobada la fiabilidad del sistema, a partir de octubre se ampliará la muestra aplicando la entrevista a 2.000 alumnos de colegios e institutos de la provincia.

La intención de los investigadores es comunicar a los padres los resultados para que, en los casos en los que se detecte algún problema emocional, puedan llevarlos al pediatra para que éste decida si es necesario derivarlos al especialista. "La intención es lograr buenos diagnósticos para no colapsar los servicios sanitarios", comenta Piqueras, quien incide en que por ese motivo se ha estado trabajando en perfilar el contenido de las entrevistas.



lunes, 17 de diciembre de 2012

sábado, 15 de diciembre de 2012

Testimonio de R. Van Gisbergen y el Padre Pio






Soy hombre de veintiocho años de Holanda... Era como niño pequeño contra todo de tipo religioso. Mis padres siempre me llevaban a la iglesia los domingos, pero cuando tenía oportunidad yo intentaba escaparme de su area. Sí algo en mí era contra Dios. Mi vida era llena de todos tipos de pecados contra Dios... A este tiempo frecuentemente intentaba suicidarme y era lleno de odio contra mi mismo, la gente y el mundo... El 23 de septiembre, 1988 el diablo apareció en mi sueños y estuve muy asustado. Fuera de este sueño no creía en Dios ni el diablo. El diablo apareció en la figura de cabezas de perro y cabezas de dragón con lenguas llenas de sangre. Estuve en un pánico real. Entonces vino un monje con barba y hábito marrón. Él dijo a mí: ‘¡Que no temes mi hijo, te protegeré Padre Pio 27 por Dios Todopoderoso!’ Y inmediatamente estuve despierto y estuvo en mí una inexplicable alegría y felicidad... 


“Bueno, llamé por teléfono a mi madre y le dije de este sueño. Ella me pidió visitar. Vine a su lugar y ella me mostró un libro titulado: Padre Pio de Pietrelcina. Mi madre lo abrió y olí un tipo de perfume... Entonces ella volvió las páginas y apenas podía creer lo que veía porque el foto mostró el mismo monje de mi sueño. Grité, ‘...esto es el mismo hombre que en mi sueño.’ Mi madre se maravilló mucho... de repente oí en holandés, ‘ven a mi tumba, ven a mi tumba.’ Su voz fue tan clara... y el año pasado le agradecí a Padre Pio... a su tumba.’

jueves, 13 de diciembre de 2012

Romance a la Encarnación



Que Hoy bajó Dios a la tierra
es cierto; pero mis cierto
es, que bajando a María,
bajó Dios a mejor Cielo.

Por obediencia del Padre
se vistió de carne el Verbo;
mas tal, que le pudo hacer
comodidad el precepto.

Conveniencia fue de todos
este divino Misterio:
pues el hombre, de fortuna,
y Dios mejoró de asiento.

Su sangre le dio María
a logro; porque a su tiempo,
la que recibe encarnando,
restituya redimiendo;

si ya no es que, para hacer
la Redención, se avinieron,
dando moneda la Madre
y poniendo el Hijo el sello.

Un Arcángel a pedir
bajó su consentimiento,
guardándole, en ser rogada,
de Reina los privilegios.

¡Oh grandeza de María,
que cuando usa el Padre Eterno
de dominio con su Hijo
use con Ella de ruego!

A estrecha cárcel reduce
de su grandeza lo Inmenso,
y en breve morada cabe
Quien sólo cabe en Sí mesmo.


Sor Juana Inés de la Cruz

martes, 11 de diciembre de 2012

domingo, 9 de diciembre de 2012

Según el profesor de psicología Steven C.Hayes las tasas de suicidio son más elevadas entre la gente "más inteligente"





Según este experto, el 10 por ciento de la población mundial lleva a cabo un intento de suicidio. Hayes, quien dirige el curso "Nuevas psicoterapias. Terapia de aceptación y compromiso", que se imparte esta semana en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), ha afirmado que el 20% de los seres humanos tienen pensamientos recurrentes que incluyen un plan de suicidio, mientras que otro 20% tiene la idea de acabar con su vida aunque sin un plan exacto. 

A juicio de Hayes, el 50% de todos esos casos no está asociado con trastornos como los que describe el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorder (DSM). "No resolvemos el problema de los suicidios a través de la tecnología, el avance y el desarrollo, ya que cuanto más avanzamos, más se agrava el problema", ha agregado Hayes. 

El profesor de Psicología ha señalado que los procesos psicológicos normales son generalmente destructivos, por lo que "necesitamos comprender estos procesos y trabajar con ellos para así promover salud", destaca. 

El experto ha explicado, asimismo, que las relaciones derivadas de estímulos constituyen lo central del lenguaje y la cognición.


http://www.psiquiatria.com/noticias/psiq_general_y_otras_areas/urgencias_psiq/suicidio/13175/

miércoles, 5 de diciembre de 2012

EL MUCHACHO Y LA ANCIANA





Cada domingo, después del servicio religioso, un Reverendo y su hijo de 11 años solían recorrer la ciudad distribuyendo copias de los Evangelios.


Cierto domingo llovía a cántaros y hacía muchos frío, el muchacho se abrigó y le dijo a su padre: “Papá, ya estoy listo”.


¿Listo para qué? 


Para hacer nuestra ronda por las calles. 


Hijo, hace frío y llueve mucho. 


Papá, ¿acaso la gente no va al infierno cuando llueve? 


Hijo, yo no voy a salir con este tiempo. 


Papá, ¿puedo ir yo? 


Después de pensarlo un rato le dio las copias y lo dejó ir.


El muchacho recorrió las calles, llamó a las puertas y repartió las copias de los Evangelios. Cuando sólo le quedaba una llamó a una puerta con todas sus fuerzas, esperó y al cabo de un largo rato apareció una anciana en la puerta.


“¿Qué deseas, muchacho? Le preguntó.


Con una gran sonrisa le dijo: “Señora, siento haberla molestado, pero sólo quiero decirle que Jesús la quiere mucho. He venido a traerle el Evangelio que le anunciará a Jesús y su gran amor. Y desapareció entre la lluvia.


El domingo siguiente el Reverendo preguntó desde el púlpito: ¿Alguien tiene un testimonio o algo que decir?


Una anciana sentada en el último banco se levantó y dijo:


“Ninguno de ustedes me conoce. Nunca he visitado esta iglesia. Ni siquiera era cristiana. Vivo sola. El domingo pasado triste y cansada de la vida decidí coger una soga y una silla para suicidarme. Con el nudo alrededor de mi cuello y a punto de saltar de la silla oí los golpes que aporreaban mi puerta y me dije: esperaré un poco. ¿Quién puede ser? Nadie llama a mi puerta y nadie me visita.


Cuando abrí la puerta un muchacho angelical con una gran sonrisa me dijo: Señora, he venido a decirle que Jesús la quiere de verdad.


Me entregó los evangelios y desapareció.


Cerré la puerta y me puse a leer con calma los Evangelios. Y como la dirección de esta iglesia está en el libro he venido para dar las gracias al ángel que el Señor me envió para mi salvación.


Entre lágrimas y aplausos el Reverendo bajó del púlpito y abrazó a su hijo que estaba sentado en el primer banco.


http://www.parroquiaelpilarsoria.es/elmuchachoylaanciana.htm

lunes, 3 de diciembre de 2012

ANUNCIACIÓN



“Entonces llamó a un arcángel
que San Gabriel se decía,
y enviolo a una doncella
que se llamaba María,
de cuyo consentimiento
el misterio se hacía;
en la cual la trinidad
de carne el Verbo vestía;
y aunque tres hacen la obra,
en el uno se hacía;
y quedó el Verbo encarnado
en el vientre de María.

Y el que tenía solo Padre,
ya también Madre tenía,
por lo cual Hijo de Dios
y del hombre se decía”.

                            (San Juan de la Cruz)

jueves, 29 de noviembre de 2012

La ciclación rápida en bipolares eleva el riesgo de suicidio




Margarita García Amador, psiquiatra especialista en la Unidad de Adolescentes del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Gregorio Marañón, de Madrid, es la autora de un estudio transversal con 305 pacientes afectos de trastorno bipolar I o II donde se confirma que la ciclación rápida supone un marcador de curso de mal pronóstico, elevando el riesgo de suicidio. En este trabajo se observó que aquellos pacientes que presentaban ciclación rápida realizaban un mayor número de intentos de suicidio. "Mediante la realización de un Modelo General Lineal de Regresión, detectamos que los pacientes con trastorno bipolar y ciclación rápida, una vez habían cometido un primer intento de suicidio, presentaban un mayor número de intentos de suicidio posteriores que los pacientes que, si bien habían presentado intentos de suicidio anteriores, no presentaban el modificador de curso".

La ciclación rápida es una complicación del trastorno bipolar que frecuentemente implica un mal pronóstico. Consiste en la sucesión de cuatro o más episodios de la enfermedad a lo largo de un año, y es lo que se denomina un "marcador de curso". En realidad, la ciclación rápida no es un tipo de trastorno bipolar, sino una forma evolutiva, afortunadamente reversible con un tratamiento adecuado. Ocurre en un 15 por ciento de los casos de trastorno bipolar". 

El estudio evidencia que los pacientes con trastorno bipolar que presentan ciclación rápida tienen un mayor riesgo de cometer intentos de suicidio durante el curso de su enfermedad, por lo que el tratamiento de este marcador pronóstico ha de ser intensivo.

La autora señala que se debe tener en cuenta en la práctica clínica es la identificación lo más temprana posible de los casos que presenten ciclación rápida. "De esta manera podremos tratar de manera más intensiva y dirigida una presentación clínica que conlleva un peor pronóstico. Una mejor estabilización previene las complicaciones graves tanto a corto como a largo plazo".

"Al tratarse de una complicación grave, que es motivo de resistencia a los tratamientos habituales, no hay fórmulas específicas salvo la valoración cuidadosa del caso e ir trabajando día a día con el paciente", según informa García Amador.




martes, 27 de noviembre de 2012

Dios, suicidio.



Dios es el amigo de la vida y Jesucristo el Señor de la vida. Esta óptica de fe es la que me lleva a aportar una mirada espiritual sobre la problemática del suicidio, especialmente en los adolescentes. Sobre este tema, o mejor, a esta triste realidad, no deben anteponerse dogmas ni supersticiones pseudocristianas. Al abordar el hecho del suicidio se requiere de una fe adulta para plantearlo en los grupos u opinar sobre el mismo, como lo estoy haciendo ahora; por eso, aunque las estadísticas impacten y la psicología ayuda, daré un aporte más desde la espiritualidad cristiana. Con espiritualidad digo la “vida en el Espíritu”, vivir según el Espíritu de Jesús resucitado.

La proclamación de fe sobre el Dios de la vida y el valor inalienable de la dignidad de la vida humana desde la concepción hasta la muerte, nos hace tener una mirada de esperanza para poder acompañar a quienes no llegaron a consumar el suicidio, a las personas o familias que han perdido un ser querido que ha llegado a esta “determinación”. Fe en primer lugar, pues es la adhesión a la persona de Cristo que ha vencido a la muerte, que cuando es verdadera y se experimenta profundamente da sentido a la propia vida y a la vida de los demás. Esperanza, porque es la virtud que nos permite crecer, porque si tengo esperanza miraré más allá de mis propias realidades pequeñas para atreverme a dar un paso más en la conquista de mi realización integral.

Fe y esperanza deberían ser como el hálito de la cultura donde pasamos nuestros días. Sin fe, ni siquiera en uno mismo, la desilusión se reproduce por todos lados y el pesimismo es el pan cotidiano. Sin esperanza, las expectativas quedan acaparadas por el aquí y ahora, lo inmediato y lo por consumir, donde las metas personales son tan a corto plazo que no se sabe qué hacer cuando se las alcanza. Lamentablemente este es el humus donde están creciendo muchos adolescentes hoy, un medioambiente sin fe y sin esperanza. Es la atmósfera que envuelve a los suicidas.

Muchos se preguntarán qué dice la Biblia sobre el suicidio. En todo el libro se mencionan sólo siete personas que cometieron suicidio: Abimelec (Jueces 9, 50-57), Sansón (Jueces 16, 28-31), Saúl (1 Samuel 31, 1-6), el escudero de Saúl (1 Samuel 31, 1-6), Ahitofel (2 Samuel 15, 12-34; 16, 15-23; 17, 1-23), Zimri (1 Reyes 16, 8-20) y Judas Iscariote (Mateo 27, 1-8). El resto de la Biblia es una larga confesión del Dios de la vida, con Jesucristo vivo en medio del universo. Lo que siempre reprueba la Biblia es el asesinato y que un hermano perjudique la vida del propio hermano con la injusticia, el maltrato, la esclavitud, la marginación, la humillación. Esa inhumanidad es reprobada por el Dios de la vida. ¿No será que los suicidas viven en un medio inhumano?

El primer pensamiento errado que encontramos en muchas personas es: un suicida, al tomar el poder de Dios en sus propias manos, comete un pecado que lo lleva al infierno. Pero no encontramos ni un pasaje bíblico que afirme claramente esta conclusión. El silencio de la Biblia es justamente para que los vivos no le usurpemos el poder de juzgar a Dios el hecho del suicido, enviando nosotros a las personas a la salvación o a la condenación.

Al contrario, un pensamiento movido por el amor considera que el suicidio es un acto propio de una persona, que movida por la desesperación es un dato que sólo Dios conoce. Sé que los suicidas no tienen dominio sobre su propia voluntad, la depresión los lleva a anular la conciencia plena de sí y el razonamiento lúcido, por lo cual el suicidio no es un acto libre ya que desean acabar con el sufrimiento que padecen. Y sólo Dios sabe qué hacer con un hijo o una hija que ha atentado contra su propia vida. En ese terreno no nos podemos entrometer.

Si dejamos que el amor envuelva nuestro pensamiento, creemos que Dios escucha las oraciones de su pueblo y responde a nuestras súplicas. Por lo mismo, sabiamente el “Catecismo de la Iglesia” nos llama a orar por estas personas (cf. Nº 2283). Este es el acto más sublime ante esta situación. Y orar no sólo es pedir, sino confiar en su misericordia. Es esperar con humildad que Dios deje actuar al infinito amor que habita en él. Y entrar en oración da serenidad.

Para acompañar especialmente el duelo de los familiares de las personas que se han suicidado, hay que revestirse de sentimientos de amor. A esos muchos dolores –por la pérdida repentina, la bronca contra Dios, el autoinculparse- a veces se les suman dolores que vienen indirectamente de quienes deben poner el hombro para el llanto. Los piadosos se preguntan: ¿se puede celebrar la misa por un suicida?, ¿se les da sepultura cristiana? Y en vez de liberar de la tristeza a los que lloran, atan pesadas cargas sobre sus hombros. Y muchos pastores, católicos y protestantes, se encargan de atormentar aún más a los deudos cerrando las puertas de los templos negándoles los oficios litúrgicos. Lo sabio en estos momentos es no juzgar el acto suicida y ser de verdad hermanos en el dolor.

La Iglesia sólo da enseñanzas para aprender a amar la propia vida (cf. Cat. Igl. Cat. Nº 2280); enseña que el suicidio es contrario al amor (cf. Cat. Igl. Cat. Nº 2281); es escandaloso si se hace como ejemplo para los jóvenes y va en contra de la ley moral si es asistido y hay disminución de la responsabilidad si se da por trastornos psíquicos graves, angustia, o el temor grave de la prueba, del sufrimiento o de la tortura (Cat. Igl. Cat. Nº 2282). Todas estas enseñanzas son para nosotros que tenemos conciencia del valor de la vida y para que actuemos en consecuencia. No podemos aplicar estas enseñanzas a quienes ya han pasado por el fuego del suicidio, o lo intentaron, porque quizás nunca se educaron en esta fe.

El suicidio es un flagelo que avanza y carcome la sociedad. Por eso hay que hacer una propuesta a la integralidad de la vida, donde se promueva en diferentes ámbitos el valor de la vida, incorporando a lo social, lo político, lo educacional el sentido espiritual de la persona humana, cuya vida depende de Dios, como forma válida de prevención del suicidio. Asimismo, hay que trabajar interdisciplinarmente para que la atención a los familiares del suicida, donde la espiritualidad juega un papel importante.

Fuente Aquí.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Los seis suicidios del señor X






Por José María Jiménez de Vacas. 
Ganador de la VI edición de Excelencia Literaria
Colegio El Prado
www.excelencialiteraria.com


El señor X quería suicidarse. Hacía tiempo que había olvidado los motivos que le empujaban a ello, aunque estaba seguro de que los tenía, y, según creía recordar, eran más que razonables: eran sencillamente irrebatibles. De todos modos, ¿acaso el hombre necesita siempre de motivos para actuar? De vez en cuando hace cosas y punto, sin más.

No era la primera vez que lo intentaba, sino la sexta. Desde la cornisa de un edificio lo suficientemente alto, el señor X rememoró todos y cada uno de sus intentos frustrados:

“La primera vez fue muy difícil, como ocurre con todas las primeras experiencias. Uno no está muy seguro de querer hacerlo, o de saber hacerlo, y se acobarda. ¿Conseguiré mi objetivo? Imposible de saber. ¿Sentiré dolor? ¡Dios! Espero que no, aunque con todo lo que he sufrido en esta vida, qué más da, sobre todo si la respuesta a la primera pregunta es un rotundo “sí”. ¿Alguien llorará mi pérdida? Bueno... ¿aparte de mis acreedores? Tal vez mi abogado, que se quedará sin su mejor cliente, y el del bar de la esquina, que no sabrá qué hacer con tantas cajas de whisky en su trastienda. Lo que sí es seguro es que mi mujer no llorará, o al menos no lo hará hasta que descubra el montante total de las deudas que le dejo en herencia. ¿Hay otra vida después de ésta? La respuesta a esta pregunta es, con probabilidad, la razón de que muchos se hayan replanteado su decisión; cobardía o prudencia, eso no lo sé. Por lo que a mí respecta, si hay algo después de todo ésto, algo así como un castigo para los tipos como yo, dudo que sea peor que lo que dejo aquí.

Caí desde un quinto piso y pronto me di cuenta de que me había quedado corto. Con la cara aplastada contra el asfalto, masticando una pasta de sangre y trozos de dientes astillados, supe que seguía vivo. Todo mi cuerpo era un cúmulo de lesiones, roturas y heridas. Me preguntaba si algún hueso permanecería aún intacto. No sabía que el cuerpo pudiera contener tanta sangre. Hasta parpadear me suponía un sufrimiento atroz.

“Tiene suerte; podía haberse matado”. Aquel comentario del médico, lleno de inocencia, me habría hecho reír sino fuera porque al hacerlo los veintiún puntos que sostenían cada músculo de mi cara habrían reventado.

Mi segundo intento fue en el propio hospital. Después de varias semanas me encontraba mejor: podía respirar sin que me doliese. Más animado que nunca, aprovechando uno de tantos momentos de soledad en mi habitación (creo recordar que no di mucho trabajo a quienes allí trabajaban), arranqué una a una las sondas y tubos que me conectaban a infinidad de sustancias y aparatos. Esperé durante unos interminables minutos alguna reacción de mi cuerpo. Dolor o mareo, o cualquier otra cosa. Recuerdo que, contrariado, llegué a pensar si habría muerto ya. Pero no fue así, porque a la mañana siguiente me dieron el alta. “¡Un milagro!”, gritaban algunas enfermeras. Ese día me hice muy popular en el hospital.

Una vez en casa, comprobé que todo seguía igual. Mi mujer había redecorado los baños, nada más. Como no andaba por allí, decidí poner en marcha mi tercer y definitivo intento. Probablemente fue entonces cuando olvidé las razones de mi obstinado empeño por morir. Sí, creo que en ese momento el asunto se convirtió en una cuestión de orgullo.

Llené la bañera de agua tibia, me sumergí con toda calma y me abrí las muñecas. Así de sencillo. A los pocos minutos, me invadió un terrible sopor mientras el agua se teñía del inconfundible color rojo oscuro de la sangre. Mi mujer, siempre tan oportuna, me despertó de mi placentero sueño, pero ya no estaba en la bañera sino sobre mi cama, con los brazos vendados. Me gritaba y me insultaba. Le pregunté por qué me había salvado la vida. Me dijo que acababa de comprar esa maldita bañera: “Y mira cómo me la has puesto de sangre...”.

Del cuarto intento prefiero no hablar. Es demasiado vergonzoso. Sólo diré que había un arma de por medio y que ahora no puedo sostener un vaso con la mano derecha, por insuficiencia de dedos.

En lo que respecta a mi quinta y última intentona, fue quizás la más inteligente por ser la más segura y menos... desagradable, digamos. El plan consistía en recluirme en el garaje de casa, cerrar todas las puertas y ventanas, tapar con toallas húmedas cada hueco de ventilación y poner en marcha el motor del coche. En cuestión de minutos, según había leído, el dióxido de carbono del tubo de escape me aseguraría una muerte rápida y casi indolora. El caso es que, una vez dentro del garaje, descubrí que no había coche. “Cariño, ¿sabes dónde está el Renault?”, pregunté de regreso a la cocina. “No lo sé”, fue su respuesta, que yo debía interpretar como “La última vez que lo vi se lo llevaba la grúa”. Era la tercera vez que ocurría este año. ¡Dios mío! ¿Qué pude ver en esa mujer?”.

Ahora, ocho meses después de su primer ensayo de suicidio, el señor X se disponía a saltar desde la azotea del rascacielos más alto de la ciudad. Treinta pisos, casi cien metros de caída libre. Si no moría ahora se consideraría inmortal, para su desgracia.

A su derecha, una mujer de unos treinta años se encontraba en su misma situación, de pie sobre la cornisa, al borde del abismo. No había reparado en ella hasta entonces, y parecía que tampoco ella en él.

-¿Qué número hace ya? –preguntó de improvisto la misteriosa mujer.

-¿Número? –respondió el señor X, entre molesto y sorprendido por la intromisión.

-Sí; intentos de suicidio. ¿Cuántos? ¿Es el primero?. Éste es el décimo para mí.

El señor X, casi instintivamente, contestó a la pregunta.

-Para mí es el sexto... Bueno, ¿qué más da? –masculló entre dientes.

La mujer soltó una carcajada.

-Mi marido me abandonó. Llevo intentándolo desde entonces. Antes lo hacía para llamar su atención. Me gustaba cuando me cogía de la mano en la habitación del hospital y me preguntaba por qué lo había hecho. Dejó de hacerlo tras mi cuarto intento –su voz se quebró. Segundos después pareció recuperarse-. ¿Cuál es tu motivo?

-¿Mi motivo?

-Sí. Algún motivo tendrás para quitarte la vida.

-Es la primera vez que me lo preguntan –el señor X dudó qué responder–. Yo... ya no me acuerdo. Esa es la verdad, ya no me acuerdo –y bajó su mirada, fijándola en el pavimento de la calle que le esperaba si decidía saltar.

Nunca antes había dudado, ¿por qué lo hacía ahora?.

-Qué triste... Alguien sin motivos no debería hacerlo. La vida es maravillosa, ¿sabe usted?

-Sí, pero es también otras muchas cosas.

La mujer sonrió tímidamente y perdió su mirada en el horizonte, en algún lugar entre el cielo y la tierra.

Aquella mujer parecía entenderle. No sabía nada de ella, pero se sentía más cerca de esa persona que de cualquier otra que hubiese conocido nunca. Quiso abrazarla. Esa conversación lo había cambiado todo. Entonces la vio saltar al vacío. Voló como un ángel, en el más absoluto silencio, con su ropa abombada por las embestidas del viento. Después vino el ruido sordo del impacto y otra vez el silencio. Incluso desde tan lejos, supo que había muerto en su décimo y último intento.

El señor X no entendía cómo un ser tan luminoso había podido hacer aquello. Para él nada había cambiado, pero extrañamente nada era ya lo mismo: en su interior algo se había convulsionado violentamente. Decidió que no habría una sexta vez. Sentía que se lo debía a aquella mujer. Ahora quería vivir.


http://www.intereconomia.com/blog/excelencia-literaria/quotlos-seis-suicidios-del-senor-xquot-20110616

viernes, 23 de noviembre de 2012

Te busco desde siempre


Te busco desde siempre. No te he visto
    nunca. ¿Voy tras tus huellas? Las rastreo
    con ansia, con angustia, y no las veo.
    Sé que no sé buscarte, y no desisto.

       ¿Qué me induce a seguirte? ¿Por qué insisto
    en descubrir tu rastro? Mi deseo
    no sé si es fe. No sé. No sé si creo
    en algo, ¿en qué? No sé. No sé si existo.

       Pero, Señor de mis andanzas, Cristo
    De mis tinieblas, oye mi jadeo.
    No sufro ya la vida, ni resisto
    La noche. Y se amanece, y yo no veo
    El alba, no podré decirte: “He visto
    tu luz, tus pasos en la tierra, y creo”

    Juan José Domenchina

lunes, 19 de noviembre de 2012

Carmen Tejedor: Quien intenta un suicidio siempre querría vivir de otra manera.




Carmen Tejedor, psiquiatra especializada en suicidología en el Hospital Sant Pau de Barcelona forma parte de un proyecto pionero en España de prevención de conductas suicidas, en el que además del citado Hospital participa el Centro de Psicoterapia de Barcelona, con el soporte de la Conselleria de Salut Mental de la Generalitat

El intento de suicidio es algo que empieza a ser común entre los adolescentes. Se considera que por cada joven que comete suicidio, trescientos lo han podido intentar. La OMS calcula que el 90% de los casos de suicidio están asociados a desórdenes mentales como depresión, esquizofrenia y alcoholismo.

Cuestionado sobre qué intenta un suicida, Tejedor señala que hacerse daño, con mayor o menor intención de matarse. Poner en juego la vida para que cambie su vida, eso que se ha llamado "el grito de ayuda". Quien intenta un suicidio siempre querría vivir de otra manera. El que lo tiene muy claro, ya no hace un intento: lo suele conseguir, excepto esos que sobreviven de milagro tras lanzarse al vacío porque abajo había un toldo que los frenó.

Sobre el motivo más recurrente que tienen quienes intentan un suicidio, esta especialista apunta el amor. El primer y principal motivo siempre es la ruptura de una relación amorosa. Nos seguimos suicidando por amor. En todas las edades. Aunque en el caso de los adolescentes, aún más. La escasez económica ocupa el cuarto o quinto lugar entre los motivos para intentar suicidarse. Antes están, además del tema amoroso, la familia, los límites que ponemos, los hijos. Y la enfermedad mental, que conlleva un gran riesgo de suicidio.

Por último Tejedor indica que existe la creencia de que hablar del suicidio aumenta el riesgo. Se cree que es contagioso, porque un 90% de la conducta humana se aprende por imitación. Yo pienso que el suicidio se evita hablando de él. ¿Sabe qué es lo que más preocupa a quien ha intentado matarse y se lo han llevado en ambulancia de casa?: Volver a casa. Un vecino con tendencia suicida es mucho más censurado en el barrio que un borracho.